Preguntas soslayadas

Autor: Jaime A. Fajardo Landaeta
13 noviembre de 2018 - 09:01 PM

Asalto y retoma al Palacio de Justicia: cuántas preguntas sin respuesta.

Vuelven a la agenda noticiosa las conmemoraciones del holocausto del Palacio de Justicia y sus nefastas consecuencias, con la persistente oscuridad en muchos tópicos. A ella se suma la pérdida de información por negligencia en las investigaciones, que pareciera intentar favorecer a algunos de sus protagonistas. Entonces se me ocurre preguntar: ¿por qué no se precisa un antes y un después de los hechos del Palacio de Justicia? ¿Ellos encarnan la culminación espontánea y malvada de un proceso de paz, o hacen parte de un asunto desconocido para la mayoría de los colombianos? ¿Qué pasó después de la retoma? ¿quién ganó y quién perdió con la absurda aventura del M-19, y con la descomunal reacción de las Fuerzas Armadas? ¿Qué sucedió desde ese momento hasta los años 90, cuando se perfila el acuerdo de paz que dio origen a la Asamblea Nacional Constituyente y con ella a nuestra nueva Constitución?

Lea también: Polémico fallo

Es necesario establecer el antes y el después de un holocausto que, pasados 33 años, sigue a la espera de un análisis profundo por parte de sus investigadores, y connota un ocultamiento de carácter doloso.

Cuando Belisario Betancur inició su mandato propuso un gran diálogo nacional por la paz, y ofreció indulto y amnistía para las organizaciones guerrilleras que lo aceptaran. Para concretarlo no exigió desmovilizaciones ni desarmes; suponía que al pactar un cese al fuego se definirían los otros aspectos de la negociación. Entonces permitió que las organizaciones guerrilleras que firmaron el cese al fuego —Farc, Epl, M-19 y grupos pequeños como el Ado, sin el Eln que estaba en desacuerdo— nombraran voceros y participaran en las comisiones de negociación. Además, les dio acceso a los medios de comunicación para hacer proselitismo e impulsar campañas alrededor de las propuestas que tenían para diseñar un nuevo país.

Pero al igual que sucede hoy con el proceso de paz con las Farc, algunos sectores de empresarios y militares inconformes con dichos diálogos se propusieron torpedearlos. En zonas de operación de las guerrillas se incrementó el acoso militar sobre sus campamentos, y en medio de esta ofensiva fue detenido, torturado y asesinado el líder estudiantil Fernando Lalinde. La “Operación Cirirí” que desató su madre permitió esclarecer el caso.

Los sectores sociales mencionados unieron sus fuerzas al narcotráfico y desarrollaron una arremetida feroz contra el recién conformado partido Unión Patriótica, contra el Frente Popular, organizaciones sociales y defensores de derechos humanos.

El grave error del M-19 no sólo estuvo en la acción militar contra el Palacio de Justicia, que detonó la barbarie conocida, sino en que generó los argumentos que permitieron aislar al presidente Betancur de la toma de decisiones militares. La recuperación de la edificación por parte de las tropas, sin autorización presidencial, desató unas de las masacres más grandes de la historia colombiana. En pocos años cayeron asesinados cuatro candidatos presidenciales, más de 5.000 militantes de la UP y defensores de derechos humanos tan lamentados como Héctor Abad Gómez y Felipe Vélez, presidente de Adida, al igual que cientos de maestros y dirigentes que pudieran tener relación con la izquierda política Todo comenzó con el asesinato del vocero del Epl, Óscar William Calvo y sus acompañantes, ocho días después del holocausto que nos ocupa. Esta cadena de tragedias llevó al gobierno de turno y a las Fuerzas Armadas a dar por cancelado ese frágil proceso de paz.

El después de esta tragedia aún no culmina. Es un período histórico con dominio de grandes responsables, muchos de los cuales hoy tratan de desmontar los alcances del proceso de paz con las Farc. Lo hacen en particular intentando impedir la consolidación de la JEP, no tanto por las supuestas concesiones a la guerrilla que habría hecho Juan Manuel Santos, sino para mantener ocultas sus criminales actuaciones durante el conflicto armado, impedir la aplicación de justicia, la reparación y el compromiso de no repetición. Son los llamados terceros, los nuevos “enemigos agazapados” de la paz.

Lea además. ¿Y después del Holocausto?

NOTA: Es hora de que el presidente Duque comience a gobernar en serio, seguir con tanto alboroto populista no le va a durar mucho, a esto se suma su arrodillamiento a los gremios económicos y a su mentor. El tiempo pasa y los colombianos nos empezamos a alterar.

 

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Comentarios:

Edgar
Edgar
2018-11-14 11:24:11
Oiga don Fajardo Landaeta, es que no se da cuenta de que a Duque no gobierna para usted sólamente? No se da cuenta que , apenas ahora, los estudiantes , los profesores, los rectores de universidades y otros, se han dado cuenta que no hay recursos suficientes para los claustros? Que usted se acostumbró, mal acostumbrado, al gobierno-desgobierno de J M Santos, muy proclive a conceder a manos llenas lo que los terroristas farianos le pidieron, sin nada a cambio? Lo veo a usted muy apegado a la cartilla marxista.

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