Pongámonos serios

Autor: Rodrigo Pareja
22 agosto de 2017 - 12:05 AM

Ninguno tiene derecho a presentarse como la última gaseosa del desierto o como el nuevo Mesías, poseedor de la fórmula mágica para rescatar a la nación

Mientras el país parece estar marchando vendado pero con paso seguro hacia el desastre, casi que decidido a convertirse en un Estado fallido, tal la gravedad de la crisis que afronta en todos los escenarios, aquellos que se creen o autodenominan dirigentes siguen jugando a ser precandidatos, en aras de una figuración mediática que de otro modo no alcanzarían.

Para colmo, con la complicidad de todos los medios de comunicación que con tal de llenar espacios, sea en radio, televisión, revistas o periódicos, les colman esa vanidad de figurines a la mayoría de los que hasta ahora han manifestado su intención de gobernarnos.

Y ellos y ellas, impávidos y como si a lo largo de sus carreras públicas no hubieran tenido nada que ver con la caótica situación del momento, asumen en su mesianismo un rol que no les viene bien ni convence a nadie.

Así como España puede preciarse de tener el mayor número de toreros, o Estados Unidos preparar el más numeroso grupo de astronautas, si las cosas no han variado desde el viernes de la semana pasada Colombia bien puede reclamar el título de ser la nación más pródiga y envidiable en tener hasta el momento 22 precandidatos presidenciales, aunque en esta estadística más cantidad no signifique mejor calidad.

Vea además: Pan, circo y encuestas

Si no creen, lean y relean estos frutos surgidos de la ubérrima huerta electoral, de los cuales si acaso cinco o seis terminarán a la mesa, es decir a las elecciones del 27 de mayo del 2018: Jorge Enrique Robledo, Carlos Holmes Trujillo, Marta Lucía Ramírez, Claudia Lopez, Gustavo Petro, Iván Duque, Juan Manuel Galán, Clara López, Viviane Morales, Juan Carlos Pinzón, Germán Vargas, Juan Fernando Cristo, Alejandro Ordoñez, María del Rosario Guerra, Piedad Córdoba, Luis Fernando Velasco, Carlos Caicedo, Humberto de La Calle, Sergio Fajardo, Paloma Valencia, Rafael Nieto y Wbeimar Delgado

Todos ellos, en mayor o menor grado, han contribuido consciente o inconscientemente a la caótica situación actual, así que ninguno tiene derecho a presentarse como la última gaseosa del desierto o como el nuevo Mesías, poseedor de la fórmula mágica para rescatar a la nación y llevarla con rumbo corregido a otro destino menos azaroso del que se vislumbra.

Colombia y colombianos: Por una vez en la vida pongámonos serios y dejemos de hacerle el juego a tanto figurón iluso, sediento de protagonismo y fabricante de frases huecas y promesas de todos los calibres, algo que por desgracia ha sido la constante en esta desvencijada patria.

En circunstancias distintas a las actuales la nación hasta podría darse el lujo de seguir jugando a las candidaturas, precandidaturas y candidaturitas, pero lo que se requiere ahora es un verdadero líder -y en la anterior lista parece no haberlo– ajeno a componendas y compromisos con los politiqueros de siempre, que gane quien gane, caen parados y siguen con sus mismas maromas, trapisondas, contratos, comisiones y nombramientos.

Avezado lector, visualícese usted el 27 de mayo próximo frente a la pantalla escuchando el último boletín de la Registraduría Nacional del Estado Civil, el cual anuncie el triunfo de Viviane Morales, Alejandro Ordoñez, Rafael Nieto, Gustavo Petro, Juan Carlos Pinzón, Piedad Córdoba, Paloma Valencia, Carlos Caicedo, Luis Fernando Velasco, Juan Manuel Galán, María del Rosario Guerra, Juan Fernando Cristo, Sergio Fajardo, Marta Lucía Ramírez o Wbeimar Delgado.

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Sería como para apagar el televisor, dar rienda suelta al llanto y encomendarse al santoral entero, mientras otros más pudientes preparan su salida al exterior -no en plan de fuga como muchos lo han hecho últimamente– sino en condición de colombianos caídos en desgracia.

Por ahora mal contados van veintidós que aspiran, sin que ninguno de ellos -unos porque ya les conocen sus magros resultados y otros porque ni de esos tienen– pueda considerarse el mejorcito o la mejorcita de la prolífica lista, la cual para desgracia, es muy posible que se “enriquezca” todavía más en el futuro inmediato.

TWITERCITO: Cuando la calidad de los ingredientes es tan regularcita, puede esperarse con toda lógica que la cena le caiga mal a los comensales.

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