El trasegar de los humanos por el planeta, está lleno de vicisitudes. El camino no es precisamente un sendero de rosas, pero muchas de las veces, los humanos nos las sabemos complicar, pues luego de dar algunos pasos hacia adelante, salimos con las sorpresas de desandar los pasos y perder así el tiempo y la experiencia invertidos y adquiridos, en el entendido que cada cual, ve la realidad y se aproxima a ella, de acuerdo con sus intereses. Por lo tanto, los comentarios y reflexiones que vamos a plantear son obviamente, subjetivos.Después de varios decenios de ser declarada como Museo y además Patrimonio de la Humanidad, y después de haber sido aceptadas estas condiciones por todas las religiones interesadas, el controvertido gobierno turco de Erdogan, declara que Santa Sofía (Aya Sofya) en Estambul, vuelve a ser mezquita después de 86 años, volviendo a alborotar el avispero de los fanáticos de todas las religiones, fanatismo que siempre ha estado ahí y que no requiere sino de una buena excusa para explotar. La buena excusa está servida. ¡Amanecerá y veremos!En lo local, la nueva Constitución Política abrió la posibilidad de la dosis mínima de consumo de marihuana, el actual gobierno la frena a través del nuevo Código de Policía y hoy los altos tribunales vuelven a aceptarla. ¡Qué pérdida de tiempo y qué falta de sindéresis!Se anuncia por parte de EPM que su planta piloto Jepírachi en la Guajira, funcionará hasta el 2023, noticia, que nos deja apesadumbrados, ya que la energía eólica es una de las mejores alternativas para la producción de energía limpia. Razones técnicas y financieras debe tener EPM para tomar esta decisión que esperamos sea compensada con el montaje de un nuevo campo eólico ya no como piloto, si no como planta de producción de energía limpia en propiedad.Como periódicamente sucede, el actual contralor general de la Nación recorre el país “descubriendo” elefantes blancos, es decir, obras inconclusas que están ahí, a los ojos de todo el mundo, sin que hasta el presente se hayan tomado las medidas y las acciones necesarias para culminarlas, que sería lo obvio, o para tumbarlas.Debería existir un punto dentro de un Plan de Desarrollo serio, para destinar los recursos necesarios para que este tema sea resuelto y obviamente los responsables asuman las responsabilidades de todo orden que les competan. No es suficiente la alharaca mediática, si no se toman las decisiones apropiadas y oportunas dentro de la extemporaneidad.Un ir y venir de discursos se pronuncian por kilómetros, alrededor del problema de la deforestación y de los programas de reforestación. Lo cierto es que a la fecha no hay un control efectivo contra la deforestación generada por parte de cualquiera de los varios actores involucrados que la provocan, como tampoco un proyecto serio y continuado para recuperar y ampliar la extensión forestal en el país.Ojalá aprovechemos la nueva producción de nuestro grande Carlos Vives, CUMBIANA, para volver los ojos hacia la Ciénaga Grande de Santa Marta y hacer lo que haya que hacer para intervenir las infraestructuras viales mal diseñadas y volver a permitir mediante obras apropiadas, la circulación de las aguas del mar y del Magdalena para que renazcan los manglares y reviva ese maravilloso ecosistema destruido por imbéciles.Por último, ya aparecen las pilatunas legales para evitar o demorar la demolición del Edificio Aquarela construido cerca al Castillo de San Felipe en Cartagena, el cual no debió haber recibido nunca licencia de construcción, entregada en su momento por otros imbéciles. Ya la UNESCO dio como plazo hasta el 2021 para que la construcción sea demolida, o sino Cartagena y Colombia perderán la calidad de Patrimonio de la Humanidad que hoy posee el Castillo de San Felipe.Excelente el programa que ha emprendido la Alcaldía de Medellín para aprovechar estos nuevos días de cuarentena para intervenir zonas en estado de deterioro y recuperar el espacio público que se había perdido. Las acciones inicialmente emprendidas en los sectores de La Bayadera y el Sagrado Corazón o Barrio Triste, son ejemplarizantes y deben servir de estímulo y de ejemplo para intervenir otras zonas en franco deterioro. ¡BRAVO!Como una cosa es planear y otra planificar, y otra cosa es no planear y no planificar, es prudente que aquellas construcciones de vivienda subsidiada que se entregan en obra negra después de muchos trámites y una alta dosis de paciencia por parte de los beneficiados, -que en la mayoría de los casos se originan por una tragedia previa como un derrumbe, una inundación, un incendio, un temblor u otra calamidad-, sean dotados de los servicios públicos elementales, entre ellos, ya no como cosa marginal, sino estructural, la conexión a INTERNET. Pongo como ejemplo la urbanización La Cabañita en San Cristóbal, una Unidad de 9 bloques de 6 pisos ocupada recientemente por sus nuevos dueños, un poco más de 50 familias cuyos niños no tendrán como acceder a la educación virtual forzada, a la cual nos tiene sometida la bendita pandemia.NOTA 1: Mi completa solidaridad con el Señor Gobernador Aníbal Gaviria Correa y su distinguida familia.NOTA 2: Mis agradecimientos a la casa EL MUNDO por haberme permitido comunicarme con ustedes a través de las 900 columnas que ajustamos hoy y que coinciden con la suspensión de actividades para el Periódico y mil gracias a ustedes por tomarse el tiempo para leer esta Columna de Opinión.Es un golpe duro para el fortalecimiento democrático y para el ejercicio de la pluralidad y la tolerancia, pero esta es la realidad que nos corresponde enfrentar, en un país como el nuestro. Una última invitación, a que vayamos siempre, con prudente optimismo, ¡DE CARA AL PORVENIR!
Puede ser que algunos de los escritorios en los que nos sentábamos quienes trabajamos en el Periódico EL MUNDO hayan estado ahí desde siempre, desde que lo crearon, a finales de la década de 1970. Sí, caminar hoy por su sala de redacción es como si se apreciara una instalación de Doris Salcedo, la melancolía de esos muebles parece decir que se apaga un sueño que comenzó el 20 de abril de 1979, cuando empezó a circular en Antioquia un diario con ideas fundamentales, como la de la libertad. Esa libertad no podía escapar de la cultura. EL MUNDO fue pilar del inicio de proyectos culturales que transformarían la vida de la ciudad, del departamento y del país. Basta con entrar al Archivo, buscar los folios del Pequeño Teatro, el Matacandelas, el Taller de Artes, La Fanfarria y darse cuenta cómo el Periódico de logo rojo, liberal, entrevistó a miles de artistas, entonces emergentes, creyendo en que nuestra realidad podría existir un sector cultural que se hiciera preguntas importantes.Lea también: Un sector que sigue sacando el sombreroAna María Cano, quien después fundaría La Hoja de Medellín, fue la primera periodista cultural de EL MUNDO. Después la reemplazó Ana Piedad Jaramillo, directora de los Eventos del Libro y exdirectora del Museo de Antioquia y el Teatro Colón. Vino entonces el tiempo de Maryluz Vallejo, hoy doctora en Ciencias de la Información, profesora Titular de Tiempo Completo del Departamento de Comunicación y jurado del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar este 2020. Cuenta Carmen Vásquez, periodista de moda, que cuando Darío Arizmendi era el director de EL MUNDO le dio a cada una su “reino”, le dijo a la periodista cultural que ella se encargara de lo artístico, mientras a Vásquez la mandó a los cocteles, a buscar a la “gente linda”, le permitió tener la primera página exclusiva de moda en estas tierras, guiado en lo que hacía la Revista Hola en España, para que así estuviera clarísimo qué era cultura, qué era entretenimiento, qué era moda y qué era sociedad.Desde sus inicios, EL MUNDO dedicó páginas enteras a la agenda cultural, que eran las más difíciles de editar, porque tenían la agenda de cine, la de teatro, los conciertos, los recitales, las presentaciones de libros, todo, independiente de los artículos periodísticos de una y dos páginas que hacía la sección de cultura.Antes de que su experticia fuera el periodismo político y de opinión, Luz María Tobón, directora de EL MUNDO, fue periodista cultural. Todavía tiene en su oficina una foto de su entrevista a un joven Fernando Botero. Ella, de mamá artista, de familia siempre amante de la cultura, defendió el periodismo cultural hasta el cierre, influyendo, de alguna manera, en que siguiera con cada cambio de dirección. Con la llegada de don Guillermo Gaviria Echeverri, quien respetó lo que hacía el Periódico en este campo, se dio vía libre a que ese saber no se apagara.Nombres como el de Pilar Velilla, exdirectora del Jardín Botánico y el Museo de Antioquia; María del Rosario Escobar, exsecretaria de Cultura Ciudadana de Medellín y actual directora del Museo de Antioquia; la maestra Patricia Nieto, quien guía la Editorial Universidad de Antioquia y es docente de la Alma Mater; o el crítico de cine Pedro Adrián Zuluaga, escribieron una historia cada día, por varios años, en la redacción de EL MUNDO, cubriendo cultura.El Mundo Semanal, el Imaginario y Palabra&Obra fueron los tres suplementos culturales que dijeron cosas muy importantes a la ciudad, al país. Óscar Valencia, jefe de diseño de EL MUNDO, contaba que Imaginario fue osado, despertando muchas molestias en algunos “paisas de Medellín”, cuando su editora puso en la portada la foto de dos hombres homosexuales, desnudos, después de una Marcha del Orgullo. Sus contenidos hablaban de la cultura como lo que somos, reflexionaban sobre la ciudadanía cultural. Palabra&Obra, por su parte, buscaba hacer reportajes de largo aliento con personajes que se destacaban en el campo cultural, teniendo en su portada a importantes creadores como Débora Arango, Gilberto Martínez, Víctor Gaviria, Fernando Botero, Félix Ángel, Cristóbal Peláez, Beatriz González, Alberto Sierra, Antonio Caro, Dora Ramírez, Leonardo Padura, René Uribe Ferrer, entre muchos otros. Una vez, el artista Richard McGuire, reconocido por ilustrar publicaciones como The New Yorker, nos hizo el honor de hacernos una edición especial de Palabra&Obra. Publicamos un especial completo sobre la salvaguarda del patrimonio de Frida Kahlo y Diego Rivera, hecho en Ciudad de México, analizamos muchas veces lo que hacían en el Ministerio de Cultura, cubrimos la Bienal de Venecia, la Feria Internacional de Arte de Madrid (España), Artbo, el Salón Nacional de Artistas, el MDE, la Fiesta de las Artes Escénicas, el Festival de Tango, los diez años de la Fiesta del Libro con edición especial, siempre estuvimos ahí, en cada evento, en cada lanzamiento, en cada nacimiento.Y cometimos errores, muchos, porque EL MUNDO siempre fue una escuela de periodismo cultural. Cómo les parece que una vez, matamos a alguien que revivió. Olga Elena Mattei estuvo muerta durante unos minutos, nos llamaron directamente desde la clínica a contarnos tal suceso. Lloramos, planeamos un especial, llamamos a Héctor Abad Faciolince, él nos dio su declaración sobre la importancia de Mattei para la literatura nacional y corrió a publicar en su Twitter que había muerto.Hasta que, de esas cosas que pasan, los médicos la revivieron, la reanimaron y no se murió. Desde entonces, Faciolince ha sido muy lejano. Es que en el Código Caracol, María Lucía Fernández publicó lo que pasó, en la edición de las 7:00 de la noche: “la inmediatez de las redes sociales le jugó una mala pasada al escritor Héctor Abad Faciolince”. Casi nos ahorca, publicó en su cuenta en esa red: “serán imbéciles los de EL MUNDO”...Vale la pena decir que defendimos causas importantes. Hay que agradecerle a Irene Gaviria y Luz María Tobón que nos permitieron ser autónomos en el contenido cultural. Fuimos nosotros quienes cuestionamos el cambio de vestido que les hicieron a los Silleteros, desconociendo que eran un patrimonio, con lo que hubo polémica nacional, cuando Aníbal Gaviria era el alcalde. No nos censuraron.Fuimos nosotros quienes iniciamos a hablar de los “hipster”, cuando todavía esa manifestación cultural era bastante desconocida.Gritamos duro con investigaciones. Nosotros nos dimos cuenta de que las Bibliotecas Públicas de Medellín habían sido cerradas por el gobierno de Federico Gutiérrez, desconociendo su importancia en la transformación social, con la excusa de ahorrar recursos del presupuesto público. Vaya error de visión política, por eso insistimos con varios artículos en que los Parques Bibliotecas eran la opción que tenía un niño de cualquier comuna de no caer en las redes de tráfico, su puerta de escape muchas veces a la violencia física y sexual. Incomodamos a Sergio Fajardo sobre la responsabilidad en las fallas en la fachada de la Biblioteca España, tanto que salió en portada diciendo “voy a hablar de la Biblioteca España, cuando yo quiera”, los memes no se hicieron esperar en las redes sociales.Cuando iban a sacar al maestro Alberto Correa de la Filarmónica, nosotros lo contamos. Insistimos en que el presupuesto para cultura siempre debía subir en el gobierno nacional, el departamental y el local. Y, sobre todo, le dimos voz a un sector que no encontraba en otros medios un espacio que valorara sus obras, que escuchara sus demandas, que necesitaba, en pleno siglo XXI, más que nunca, una presencia en la agenda pública.EL MUNDO insistió en la importancia de la formación artística para la infancia. Con su proyecto Educar Mientras se Informa y su Concurso Personitas de Colores, invitó a que los niños pintaran sus sueños. Otra cosa que hizo fue premiar con el Mundo de Oro a quienes durante decenios trabajaron por el sector, entre los ganadores estuvieron Graciliano Arcila Vélez, la Emisora HJCK de Bogotá, Guillermo Abadía Morales, Fanny Mickey, la Orquesta Sinfónica de Antioquia, la Cámara de Comercio de Medellín, la Biblioteca Pública Pilotoy la Emisora Cultural de la Universidad de Antioquia, Débora Arango, la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, Carlos Castro Saavedra, el Instituto de Integración Cultural Quirama, Luis Alberto Correa, Rafael Sáenz Moreno, el Museo de Arte Moderno de Medellín, Luis Alberto Álvarez y la maestra Cecilia Espinosa, su última galardonada.En los comités de redacción, muchas veces nos peleamos con quienes nos preguntaban “y ese, ¿a quién le ha ganado?”, poniendo en duda la idoneidad de los artistas emergentes, peleamos por ellos como el futuro del sector y del arte nacional. La cultura también era un tema para abrir el Periódico, nosotros le dimos la portada al Salón Nacional de Artistas, cuando volvió a Medellín, en su edición 43. Juliana Restrepo y Jaime Cerón, sus directores, llegaron con la edición impresa de EL MUNDO a la apertura de aquel certamen, que durante sus tres meses contó con un cubrimiento diario, detallado, sobre lo que intentaban decir los curadores, que propusieron como tema el oxímoron “Saber-desconocer”.Cuando la notoriedad no abarcaba la obra de Pablo Montoya, cuando parecía que a la crítica local y nacional le faltaba creen en tal talento, nosotros reseñamos su Tríptico de la infamia, sin necesitar que el Premio Rómulo Gallegos nos validara lo grande el autor, porque pudimos verlo.Le puede interesar: ¿Seguro les hace falta la crítica?Que sea el momento para decirles gracias a los cientos de artistas, gestores, investigadores, profesores, curadores, comunicadores y colegas que nos buscaron para pedirnos una opinión, para ofrecernos sus contenidos, así como para criticarnos. Aprendimos juntos, crecimos juntos, hicimos historia juntos.EL MUNDO fue y será la casa de la cultura de Medellín, como quedará para la historia en su archivo, porque aquí pasaron hitos como que Gabriel García Márquez quisiera que la redacción del medio que soñó fundar se pareciera a la del diario liberal de Medellín, donde estuvo dando talleres y compartiendo con los periodistas.Gracias, EL MUNDO, gracias porque nos dejaste soñar que esa utopía que adoptamos, la de cambiar el mundo haciendo periodismo cultural, podía ser posible.
Con todo respeto, no comparto el criterio de quienes han venido criticando a la Corte Constitucional por haber declarado la inexequibilidad del Decreto Legislativo 580 de 2020, por el cual se dictaban medidas en materia de los servicios públicos de acueducto, alcantarillado y aseo, por el motivo que condujo a la adopción del fallo y que también expuso la Secretaria Jurídica de la Presidencia de la República: aunque, según el comunicado de la Corte, se dictó y promulgó en desarrollo del Estado de Emergencia Económica, Social y Ecológica, se expidió dentro del término de vigencia del estado de excepción y se encuentra brevemente motivado y lleva la firma del Presidente de la República, no fue suscrito por todos los ministros del despacho. Faltaron las firmas de los ministros de Salud –lo cual llama la atención en cuanto la emergencia fue provocada por la pandemia- y de Ciencia y Tecnología.Lea también: Cumplir la ConstituciónComo señala la providencia,” el mandato constitucional referente a que los ministros suscriban los decretos legislativos que se expiden en virtud del estado de emergencia económica, social y ecológica constituye una condición indispensable de validez de dichas normas, en la medida en que con este se garantiza, el principio democrático, durante el estado de excepción, pues se contrarresta el déficit de deliberación y se limita la facultad discrecional del presidente”.La exigencia constitucional de que estos decretos, además de las firmas del presidente, lleven las de los ministros –todos- no corresponde simplemente a un requisito de forma y sin mayor trascendencia. Por una parte, cuando hablamos de los estados de excepción –entre ellos el de emergencia- aludimos al ejercicio de una potestad extraordinaria del Ejecutivo, que normalmente no tiene a cargo la función de expedir las leyes –atribución que, por cláusula general de competencia, corresponde al Congreso-. Por otro lado, la Constitución es clara cuando expresa (art. 115) que las firmas de los ministros en los decretos los comprometen y por medio de ellas asumen una responsabilidad por las medidas y decisiones que adopta el Gobierno Nacional. Y, además, las normas superiores relativas a los estados de excepción exigen expresamente “las firmas de todos los ministros” y subrayan su responsabilidad. El 215, para el caso del Estado de Emergencia Económica, Social, Ecológica o por calamidad pública, estatuye: “El Presidente de la República y los ministros serán responsables cuando declaren el Estado de Emergencia sin haberse presentado alguna de las circunstancias previstas en el inciso primero, y lo serán también por cualquier abuso cometido en el ejercicio de las facultades que la Constitución otorga al Gobierno durante la emergencia”.Le puede interesar: Sobre las sesiones virtualesDe manera que no estamos ante un mero formalismo. Ni se puede sindicar a la Corte Constitucional de haber sacrificado el fondo de la medida en aras de la forma, o de no haber hecho prevalecer el derecho sustancial, como lo exige el artículo 228 de la Carta. Ella tiene a cargo la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución, que exigió, en estados de excepción, las firmas “de todos” los ministros, no de algunos.Y el vicio no era subsanable, toda vez que al momento del fallo el decreto ya había sido promulgado y había entrado a producir efectos. En estas materias no se puede improvisar.
Duele la desaparición de EL MUNDO, después de más de 40 años de actividad ininterrumpida, con periodismo de calidad informativa y pluralidad de opinión. Desde hace dos años, cuando la publicación impresa diaria le dio paso a una semanal, el diario quedó herido de muerte porque había perdido su esencia. La desaparición de los periódicos impresos es una de las consecuencias nefastas de llamada revolución digital; nefasta porque los ha destruido sin sustituirlos por nada mejor.Lea también: Harry Sasson, la renta del suelo y las sopas MaggiLa prensa impresa, que resistió los embates de la radio y la televisión, agoniza en todos los países. Se cuentan por centenas los diarios desaparecidos y los que subsisten lo hacen en formatos cada vez más escuálidos y pobres en contenido. Sin la palabra impresa, la fuerza de la vieja sentencia, “lo escrito, escrito está”, se desvanece y con ella las exigencias del rigor informativo y de la clara separación entre la opinión y la noticia.Estas dos fueron las características señeras de EL MUNDO que nunca ocultó su carácter de diario liberal militante, pero abierto siempre a una amplia diversidad de opiniones, tanto en la época de Don Guillermo Gaviria, como en los últimos años bajo la orientación de su hija Irene y de mi querida amiga Luz María Tobón.El de Don Guillermo fue un liberalismo doctrinario, más bien clásico, cuya orientación intervencionista no lo apartó nunca de la defensa de la iniciativa privada como fundamento de la actividad económica en una sociedad verdaderamente libre. Por supuesto que, como periodista, fue también un liberal en el sentido partidista, aunque, el gran hacedor de empresas que fue, seguramente se habría sentido contrariado por la orientación anti-empresarial que aqueja a sectores amplios del que fue siempre su partido.Quizás a causa de la bancarrota ideológica del Partido Liberal, el liberalismo de EL MUNDO de los últimos años perdió su matiz partidista y se hizo más conceptual y de principios, buscando irradiar los valores de la democracia liberal y la iniciativa privada con responsabilidad social a las gentes de todos los partidos y la sociedad entera.Esa defensa de la democracia liberal se expresó en sus cuestionamientos al proceso de paz por su indiferencia frente a las víctimas de la Farc y las grandes concesiones hechas a lo que no era más que organización criminal que no representaba a nadie, como quedó en evidencia con las paupérrimas votaciones recibidas en las dos elecciones en las que ha participado.Su reconocimiento de la iniciativa privada como fundamento de la actividad económica y de la creación de riqueza, se manifestó recientemente en su insistente reclamo de la reactivación de la economía acompañada de la flexibilización de la contratación laboral.Pero quizás la más firme posición de EL MUNDO en los últimos años fue su incansable y persistente reclamo al gobierno a cumplir su misión fundamental de proteger la vida de los ciudadanos. No importa lo que el gobierno haga en cualquier ámbito, si no protege la vida de las personas está incumpliendo gravemente su obligación constitucional y lo que es en definitiva su razón de ser.Muchos años atrás, cuando, por incompatibilidad con mi actividad profesional, decliné la invitación que me hiciera a escribir en el periódico que acababa de adquirir, Don Guillermo, insistente, me dijo que escribir en EL MUNDO sería un honor.Le puede interesar: Una propuesta ilegal, inconveniente y peligrosa, pero imparableHace algunos años, por invitación de Luz María Tobón, EL MUNDO acogió generosamente mis artículos. Me sentí cómodo y complacido de hacer parte de tan noble empresa periodística y muy honrado, como había anticipado Don Guillermo.
Hoy he recibido la noticia: EL MUNDO, después de una tarea periodística de 41 años, ha decidido cerrar su fase de periodismo impreso. El entorno es cambiante, la evolución de hechos, tecnologías, épocas, conduce a decisiones y nuevas direcciones en los caminos que nos presentan horizontes distintos y nos hacen dejar atrás paisajes familiares a los cuales habíamos tomado un cariño como el del poeta cartagenero a los zapatos viejos. Algo diferente se abre en las perspectivas del futuro inmediato. Mis mejores deseos para FundaMundo, para la querida y admirada familia Gaviria Correa, y para la buena ventura de sus proyectos y su liderazgo, siempre inspirados en el bien para la comunidad y para Antioquia. Algunos de estos cambios son dolorosos, como lo es, en lo personal, este: se trata de una pérdida para el periodismo escrito en la región, y en Colombia. Pero EL MUNDO cierra este ciclo, como lo manifiesta su directora Luz María Tobón Vallejo, con la satisfacción del deber cumplido.Lea también: Alatriste: la punta de su espadaTermina para Antioquia una tribuna de decencia, de buen periodismo, de compromiso con la verdad. Se culmina la etapa de un esfuerzo colosal en pro de los intereses sanos de nuestro departamento, pionero para Colombia en tantos aspectos de progreso, de desarrollo, de apertura al futuro. EL MUNDO ha cumplido y constituye un gran honor ser parte, modesta y pequeña, de esta locomotora de la honradez y de la opinión crítica y creadora.Después de escribir la columna “Vestigium” durante veinte años -un total de 492 columnas, de periodicidad quincenal, casi ininterrumpidamente- vienen a mi teclado unas palabras que no puedo evitar, pues las asocio necesariamente a esta tribuna periodística: agradecimiento, aprendizaje, disciplina, creatividad.Cada uno de mis textos fue acogido respetuosamente por parte de los editores y de la dirección en estos años. Nunca he recibido la más mínima interferencia respecto a los temas y enfoques para los cuales con total libertad se me ha cedido el espacio. Siempre he sentido la presencia viva y efectiva de un genuino respeto por el diálogo inteligente, por el ir y venir de ideas ordenadas y rigurosas, expresadas dentro del marco de la consideración hacia la verdad y hacia el lector como un interlocutor merecedor de un trato digno y humanizante. Por parte de la dirección del periódico siempre recibí palabras de aliento, de buen criterio, de magnífica atmósfera de ejercicio de la inteligencia.Escribir Vestigium, con la variedad de tonalidades presentes en el entorno de las realidades contemporáneas, fue un hábito de disciplina, de investigación, de contrastes, de búsqueda de fuentes verificables. Una tarea constante de enriquecimiento y educación personal que tuvo que pasar por el tamiz del lector crítico y exigente, a quien también debo expresar agradecimiento. Mi padre, Hernán Gómez Atehortúa, fue el mejor lector, crítico y corrector que tuve. También asumí una tarea constante de aprendizaje en cuestiones de estilo y de forma periodística. No puedo olvidar las didácticas exposiciones de Arturo Giraldo Sánchez.Un “Vestigium” es la señal, la huella, la marca que deja el pie de un viajero sobre el camino. Hay algo relacionado con la memoria, con el registro de los datos de alguien que ha pasado por un lugar y ha dejado su impronta. Es el indicio de que por allí ha estado un “homo viator”: un viajero, frágil, perecedero, fugaz. Es también el rastro de un caminante que se esfuerza por perfeccionarse en una tarea que se ha impuesto. También el investigador es un sujeto que anda tras las huellas; la realidad -variada y múltiple- ofrece ante sus ojos algunas facetas, y es su tarea, la del investigador, hallar la parte de verdad que está inscrita en esas huellas. Para mí ha sido culminación de un rasgo esencial de mi vida: la búsqueda de explicaciones a las cosas que pasan, y de las cuales apenas tengo un entendimiento parcial en un entorno de asombro constante, infinito, inacabable. Mis columnas fueron posibles por aquella conversación inicial con Luz María Tobón Vallejo, cuando acogió, con tolerancia y generosidad, mis imperfectos intentos de practicar el arte de la columna.Le puede interesar: Incertidumbres y certezasTodos somos viajeros. También las instituciones dejan su huella: EL MUNDO deja un vestigio, una huella de decencia, de amistad, de buena escuela periodística: mi abrazo y mi voz de agradecimiento.
Desde que asumió la presidencia el 19 de abril de 2013, la nacionalidad del presidente venezolanoNicolás Maduro ha sido blanco de dudas, aún más, luego de que el 29 de julio del mismo año, el exembajador de Panamá ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Guillermo Cochez, revelóla “partida de nacimiento” del mandatario.Tras ese suceso, cientos de usuarios en internet y diversos medios de comunicación se dieron a la tarea de indagar los orígenes del presidente de los venezolanos. Informes especiales e incluso memes se han generado desde entonces.Actualmente estas imágenes alusivas al hecho siguen circulando en redes. Es el caso de una foto en la que se puede apreciar la antigua cédula blanca laminada colombiana con los datos del presidente latinoamericano.También se divulgó una fotografía en la que se aprecia al expresidente y senador Álvaro Uribe Vélezhaciendo referencia a la partida de nacimiento del presidente Maduro.Una parte del texto de la imagen señala lo siguiente: “Por fin se ubicó la partida de nacimiento del presidente ilegal e ilegitimo. Nombre real: Nicolás Alejandro Maduro Moros. Nació en Ocaña, departamento del Norte de Santander, cerca de Cúcuta, en Colombia, el 21 de noviembre de 1961. Partida de nacimiento Nro. N011, folio N412 N471 colombiano”.... El #Cazamentiras indagó la procedencia de estas dos imágenes que resultaron ser falsas. En la primera, en la que se aprecia la supuesta cédula de identidad de Nicolás Maduro, se evidencian varios elementos que llaman la atención y que hacen dudar a primera vista de la legitimidad de dicho documento;como por ejemplo,la numeración contiene siete dígitos, (a partir de 2004 se emplean 10 dígitos), por lo que el sistema del Registro Civil no permite hacer la respectiva verificación, además de contener un logo que no corresponde con los establecidospara dicho documento.Dado lo anterior, el documento difundido no constituye una prueba definitiva de que Nicolás Maduro sea colombiano.La segunda, en la que se ve al senador Uribe, el #Cazamentiras pudo comprobar que es una imagen correspondiente a 2016 en respuesta a un trino del expresidente en el que hacía referencia a la crisis fronteriza entre Colombia y Venezuela.A continuación el link de la imagen: https://twitter.com/alvarouribevel/status/767828178601648132Mientras que el presidente Maduro ha negado reiteradamente ser colombiano afirmando “haber nacido en Caracas, el 23 de noviembre de 1962”.Para tratar de solventar esta polémica, la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Tibisay Lucena, mostró en octubre de 2013 una copia certificada del acta de nacimiento de Maduro donde –según la funcionaria – queda reflejado que nació en la parroquia la Candelaria “en una policlínica de aquí de Caracas'.Si usted encuentra temas que desinformen a la comunidad o le llegan cadenas de mensajes con información que le generen sospechas, envíenos sus inquietudes vía Whatsapp: 310 4168851, Twitter: @elmundomedellin, o e-mail: digital@elmundo.com.
El templo católico más grande del mundo, la basílica de San Pedro, es la sede ministerial de los papas. Situada en el Vaticano, un Estado soberano reconocido en el tratado de Letrán de 1929, esta basílica es la principal iglesia pontificia y en ella se celebran la mayoría de las ceremonias papales. Allí está representada toda la actividad papal, pero no fue allí donde todo inició para los 266 sucesores de Pedro que han existido en la tierra: los papas.Israel fue el punto de partida de la Iglesia, así lo aclaró el padre Diego Alberto Uribe, experto vaticanista de la Universidad Pontificia Bolivariana. Según él, la figura papal es más fácil entenderla desde la configuración de los discípulos del Señor. “Desde que Jesús inició su misión escogió doce personas elementales para que lo acompañaran a difundir la palabra de Dios en las diferentes regiones”, y esa fue la misión confiada a Pedro por Jesucristo, él le dio las “llaves del Reino de los Cielos”, con el poder de “atar y desatar” (Mt. 16, 19), para “confirmar a los hermanos en la fe”.Como un servicio a la unidad de la Iglesia en la fe y en la comunión, así el padre Diego Alberto definió la labor de los papas en la tierra, cuya actividad se centra en “enseñanza y gobierno”.Al papa se le asocia la figura de un pescador. Acá no se puede dejar de recordar que Pedro fue el primer papa de la tierra, un sencillo pescador que vivía en Galilea. “Jesucristo atribuyó a Pedro un lugar especial en medio del grupo de doce discípulos, el de convertirse en el pescador de Galilea y por consiguiente el rol de cabeza de la Iglesia naciente”, describió Uribe.Cuenta la Biblia que Jesús vio la necesidad de que su grupo de doce apóstoles se estabilizara para que después de su muerte y resurrección se configurara como una comunidad nueva que es la iglesia, y “para que esta estuviera acompañada seleccionó a la persona que él quería, el apóstol Pedro, quien no lo escogió por inteligencia, deslumbramiento o por ser buen organizador sino por ser un hombre sencillo, bueno y elemental, a quien se le confío desde el primer momento la tarea elemental de ser el líder”, narró el padre.Como está consignado en Lumen Gentium, una de las cuatro constituciones promulgadas por el Concilio Vaticano II, que traduce del latín “Cristo es la luz de los pueblos”, el Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, como de los obispos como de la multitud de los fieles. Por su parte, los obispos son, individualmente, el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares, formadas a imagen de la Iglesia universal, de la cual el el papa es líder, y a base de las cuales se constituye la Iglesia católica. Por eso, cada obispo representa a su Iglesia, y todos juntos con el papa representan a toda la Iglesia en el vínculo de la paz, del amor y de la unidad.Inicio del papado con PedroEn medio de la misión de ser el pastor del pueblo y cabeza de la iglesia, Jesús le pidió a Pedro, tal y como lo indica Lucas 22, 32: “Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos”, es decir, que el apóstol debería suscitar un servicio a favor de la unidad de la iglesia en la fe y la comunión. Desde ahí la preocupación de Pedro fue la de visitar las diversas comunidades nacientes y sostenerlas en su respuesta a Dios desde los inicios de su ministerio apostólico.“Deben, pues, todos los obispos promover y defender la unidad de la fe y la disciplina común de toda la iglesia, instruir a los fieles en el amor de todo el Cuerpo Místico de Cristo, especialmente de los miembros pobres, de los que sufren y de los que son perseguidos por la justicia; promover, en fin, toda actividad que sea común a toda la iglesia, particularmente en orden a la dilatación de la fe y a la difusión de la luz de la verdad plena entre todos los hombres”, se indica en el Lumen Gentium.La misión confiada por Jesús al apóstol Pedro fue dada para perpetuarse hasta el fin del mundo, tal y como se cita en Mateo 28, 20; por eso, los apóstoles han cuidado establecer sucesores en la sociedad jerárquicamente organizada para continuar y consolidar la obra comenzada desde la llegada de Jesús.En consecuencia, el papa es el sucesor de San Pedro y el obispo de Roma, a quien le compete ser el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, tanto de los ministros ordenados y consagrados, como de los fieles en todo el mundo, según la explicación del padre Diego Alberto.Una figura visible de la feA los papas les corresponde confirmar en la fe a todos los hermanos, es decir, a todos los cristianos católicos y pastorear a todo el pueblo de Dios disperso en el mundo.Ante esto, en el Siglo III surgió en Occidente la designación de papa, en signo de respeto y afecto por los obispos, para posteriormente aparecer como referencia del obispo de Roma la inscripción del diácono Severo a San Calixto: “Jussu Papae sui Marcellini”, que significa: “por orden del papa Marcelino”.De esta manera, se fue generando a finales del Siglo IV el título reservado al Obispo de Roma con la expresión “papa Urbis Romae”, lo que quiere decir “papa de la ciudad de Roma”.“Estrictamente Pedro fue el gran impulsador de la misión de la Iglesia, él fue quien le abrió la puerta al papado, entonces se creó una misión muy bella que es la de integrar los servicios. Pablo predicaba pero Pedro confirmaba la fe, luego terminó su vida en Roma, donde fue crucificado”, dijo el padre Diego al entregar su concepto del significado de la palabra papa.Realmente la palabra papa es un acróstico, es decir, las iniciales de cuatro palabras, la primera es Petri, de Pedro; la segunda Apostoli, de apóstol; la tercera Potestas, que es el poder y como última está Accipiens, lo que junto dice: “El que de Pedro apóstol recibió el poder”.Lea más sobre: Se realizará colecta nacional para la visita del papa“Por eso algunos papas cuando terminan sus documentos firman con dos “p” pequeñas, que significa por la “potestad de Pedro”, y a los documentos más importantes de los papas les ponen un sello con el pescador para que nunca se le olvide a ninguno que el primer papa fue pescador y que todos en definitiva serán pescadores”, indicó el padre Uribe.Misión del papa en el mundoEn Lucas 22, 32, Jesús anunció a Pedro la negación en la que caería, le manifestó su oración por él y lo reafirmó en su misión. “Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”, se cita en el texto bíblico.Asimismo, en la Pascua, Jesús se apareció a orillas del lago de Tiberíades e invitó a Pedro por tres veces a declarar su amor con él: “Simón de Juan, ¿me amas más que a estos?” y tras las repuestas afirmativas de Pedro le confió su rebaño: “apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas” (Juan 21, 15).Ante esto, son tres ideas o principios los que rigen la misión del papa en el mundo:La primera es confirmar la fe que, según el evangelio, está constatado en la confesión de Pedro que le dio el fundamento de la fe en Jesús, el hijo de Dios vivo, en virtud de una gracia donada de lo alto.La segunda parte de la confirmación en el amor, por lo que el obispo de Roma está llamado a vivir y a confirmar en el amor a Jesús y a todos sin distinción, límites o barreras. Su misión es confirmar el amor que la humanidad vive y mostrar que a pesar del pecado es posible decirle a Jesús “tú sabes que te amo, señor”.Y la última idea es confirmar en la unidad, dado que el sucesor de Pedro es “principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de la fe y de la comunión”, por lo que la variedad en la Iglesia se funde siempre en la armonía de la unidad el papa debe promoverla para que todos estén unidos en las diferencias.“Recoger la fe, organizar la Iglesia, proponer unos puntos de referencia para la comunidad y unificar el idioma para celebrar son de las funciones que cumple un papa en el mundo”, comentó el padre Diego, quien añadió que el papa tiene dos maneras de funcionar ya que en la iglesia debe ser maestro, pastor y pontífice, mientras que en el mundo, por su carácter religioso y unificado, tiene una autoridad en humanidad, es una persona que tiene una posición respetable y valiosa porque nadie conoce tanto a las personas como la experiencia de la fe. “Donde está el papa está la Iglesia y donde está la Iglesia está Cristo”, finalizó el padre Diego Alberto Uribe.Los tres mandatos de Jesús a PedroA propósito de la centralidad de Pedro en medio de los demás discípulos, Jesús delegó unas tareas específicas al apóstol en bien de la edificación de la Iglesia.“Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edifico de la Iglesia; tendrá las llaves del reino de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la iglesia de Cristo y no de Pedro”, comentó en su pontificado el papa Benedicto XVI quien quiso recordar que es Cristo la piedra angular sobre la que se edifica la iglesia y desde la cual crece la fe y el amor por la misma, siendo los papas solo el camino.La misión del papa, de acuerdo con los mandatos de Jesús, es ser garante de las enseñanzas de Dios para que con ellas se abran las puertas de los cielos a la humanidad, el objetivo es hacer valer sin negociaciones las enseñanzas que Jesús impartió en el mundo, buscando los caminos para que la voluntad de Dios sea conocida y vivida en la existencia de los creyentes.Constitución jerárquica de la IglesiaEl papa: Elegido por los cardenales electores durante el cónclave, el papa representa a Cristo en la Tierra, por eso se le denomina el Vicario de Cristo. En el Santo Padre permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los apóstoles. Además es la cabeza del colegio de obispos, que le prestan su cooperación de distintas maneras, al igual que los cardenales.Los cardenales:Son creados por el papa. Los que tienen menos de 80 años de edad pueden votar al nuevo pontífice en caso de que se celebre el Cónclave. Asisten al Santo Padre tanto colegialmente, cuando son convocados para tratar juntos cuestiones de más importancia, como personalmente, mediante los distintos oficios que desempeñan, ayudando al pontífice sobre todo en su gobierno cotidiano de la Iglesia universal. Para poder ser nombrado cardenal basta con ser sacerdote, aunque el candidato deberá recibir la ordenación episcopal antes de recibir el anillo y la birreta de manos del Santo Padre.Los obispos:Ejercen una triple misión: enseñar, santificar y gobernar una porción de la iglesia con un criterio propio, como cada uno de los sucesores de los apóstoles. Ningún obispo, aunque haya sido nombrado cardenal, tiene autoridad sobre otro, sino que cada uno depende directamente del papa.En sus respectivas diócesis, son responsables de atender a sus presbíteros; cuidar de que cumplan debidamente las obligaciones propias de su estado, y de que dispongan de aquellos medios e instituciones que necesitan para el incremento de su vida espiritual e intelectual.Los párrocos:Son los pastores propios de las parroquias que se les confían, y ejercen el cuidado pastoral de la comunidad que les está encomendada bajo la autoridad del obispo diocesano. Entre sus tareas está la de conocer a los fieles que se les encomiendan. Para ello, visita las familias, a los enfermos, especialmente a los moribundos, fortaleciéndoles con la administración de los sacramentos. También están pendientes de los pobres y de aquellos que sufren especiales dificultades.Los fieles laicos:Son los encargados de descubrir o de idear los medios para impregnar de vida cristianas las realidades sociales, políticas y económicas. Están llamados a ser testigos de Cristo en todas las cosas, también en el interior de la sociedad.
Con la etapa de mitigación de la pandemia, que ocurre cuando un 10% de los casos ya no son de los llamados importados ni se pueden relacionar con un importado, y el avance de la contención en Antioquia, este departamento está fortaleciendo su capacidad de procesar las pruebas para covid-19, que se realizan a pacientes seleccionados.Hasta el 5 de abril, las pruebas realizadas en el departamento han sido procesadas por el Laboratorio Departamental, que ha estado a tope, y el Instituto Nacional de Salud. A partir del lunes 6 de abril, empezarán a realizarse pruebas por laboratorios avalados por el Instituto Nacional de Salud: Universidad de Antioquia, Universidad Eafit y Ayudas Diagnósticas Sura. A partir de esa fecha, entonces, las pruebas realizadas en el departamento serán analizadas localmente, no enviadas a Bogotá.Además de los laboratorios habilitados por el Invima, Luis Gonzalo Morales, gerente en Antioquia para covid-19 destacó que se cuenta, a hoy, con reactivos suficientes, pero no sobrantes, para atender la demanda de exámenes diagnósticos para covid-19.El gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria Correa, informó, además, que se avanza en la preparación de un laboratorio en Urabá para que también procese las muestras tomadas en esa subregión de Antioquia.Gaviria Correa destacó que el fortalecimiento de la capacidad de diagnóstico en la región permitirá fortalecer la atención y respuesta a los pacientes contagiados y a quienes pueden llegar a adquirir el covid-19.A fin de garantizar que los ciudadanos que lo necesitan puedan ser diagnosticados, el Gobierno Departamental ha establecido que la prueba estándar, la PCR o prueba molecular, se va a realizar a las personas que presenten síntomas como dolor en garganta, fiebre alta, que, además, hayan llegado del exterior, compartido con personas que hayan tenido viajes recientes o hayan sido diagnosticadas positivas para covid-19.El médico Ubier Eduardo Gómez Calzada, toxicólogo y farmacólogo de San Vicente Fundación, explicó en el encuentro #CienciaALaMano que hay una alta demanda de pruebas de personas que tienen síntomas como dolor de cabeza, dolores musculares, que no tienen relación con el covid-19, razón por la cual las autoridades de salud desechan la realización del examen diagnóstico.Aplicación de pruebas en fase de mitigaciónAdemás de los síntomas individuales, la aplicación de las pruebas diagnósticas se hace considerando la situación del país en la evolución de la enfermedad.Los expertos han explicado que Colombia se enfrenta a la fase dos del virus, la de mitigación. En esta “ya sabemos que el virus se adquiere ‘comunitariamente’, y por eso mismo es que se han encontrado casos en los que no se ha podido establecer contacto con personas positivas previamente”, explicó en el mismo encuentro el médico y magister en ciencias básicas biomédicas, Andrés Felipe Zuluaga Salazar.Para muchos, la fase de mitigación es sinónimo de que ya se controló la infección y no es así, en términos científicos, la mitigación es una fase para enfatizar en la precaución, y no refiere que los contagios se hayan controlado.En esta etapa, explican los expertos, la prueba se debería aplicar, si se contara con las capacidades, a quienes han tenido contacto con personas positivas para covid-19, “lo ideal es que antes de que empiece la sintomatología”, de manera que se adelante el diagnóstico y se contenga el contagio.Cabe explicar que, hay dos tipos de pruebas, la molecular, que los científicos la denominan El estándar de oro, que se puede aplicar desde el día cero hasta el décimo día de contagio. El segundo tipo de prueba, comúnmente llamada prueba rápida, mide en los anticuerpos en la sangre, detectando que el cuerpo está respondiendo a un agente extraño. Esta prueba no es la mejor, ya que imlica que la persona lleve varios días de contagio para que se produzcan los anticuerpos.¿Cuántas pruebas se deben hacer?Cuando una persona resulta positiva en la prueba, en el seguimiento que se le realiza se hace también un segundo examen, en el día 14 de su enfermedad, a fin de establecer si ha sanado.Otra opción que ha implementado el Instituto Nacional de Salud y los laboratorios departamentales de salud, es confirmar con pruebas serológicas, pasados los síntomas, que el individuo haya desarrollado anticuerpos. Esta prueba, indica el médico Zuluaga Salazar se practica en especial a quien necesita certificar su recuperación, para poder retornar a sus actividades laborales.La prueba que hoy se aplica en Antioquia a pacientes seleccionados según la evaluación previa es la prueba molecular, que tiene altos niveles de sensibilidad y efectividad, por lo que se pueden determinar nueve de cada diez casos positivos.Ante la escasez de reactivos para las pruebas moleculares, en el mundo se están universalizando también las pruebas serológicas, que a pesar de que sólo detectan entre cuatro y seis de cada diez casos de contagio por covid-19. pueden servir como base para nuevos análisis.
Migrar, emigrar e inmigrar Tienen un peso triste, de pesadumbre, porque este mundo hiperconectado hasta el hartazgo está lleno de fronteras impasables. Sacar el pasaporte, o la visa cuando corresponde, ante el tipo o tipa de migración en un aeropuerto es una extracción de muelas y una humillación. En fin.Migrar es trasladarse del “lugar que se habita”. Así que, en principio, cambiarse de barrio, incluso de calle, es migrar. Pero hoy usamos este verbo y su sustantivo (migración) para referirnos a un desplazamiento largo, a distancias grandes, a cambios dolorosos y a nostalgia profunda.Lea también: Procastrinar, no procastinarInmigrar es, copio y pego del Diccionario de la lengua española, “llegar a un país extranjero para radicarse en él” o “instalarse en un lugar distinto de donde vivía dentro del propio país, en busca de mejores medios de vida”. Estas dos definiciones sí tienen largos desplazamientos (no siempre), grandes distancias (no siempre, aunque implica romper la vida), dolorosos cambios y profunda nostalgia. En suma, es llegar, incluso de un barrio cercano, por obligación.Emigrar es irse: del país, de la ciudad, del barrio, porque las circunstancias obligan. Estos tres verbos nos llegaron del latín.Curiosidades del idiomaEl español es graveEs decir, la mayoría de las palabras las pronunciamos con acento en la penúltima sílaba (palabras graves o llanas). Estas se tildan cuando NO terminan ni en vocal ni en N ni en S. Y se tildan, asimismo, cuando terminan en más de una consonante (récord).Lo invitamos a leer: La ciudad de Panamá, pero ciudad de MéxicoDe esas que casi nunca usamos Holganza. Les habrán dicho alguna vez “esa ropa le queda holgada”, es decir, más bien grande, no es de tu talla, pequeño. O que “fulano vive holgadamente”, es decir, sin afanes, al menos, del bolsillo y el monedero. Holganza es descanso, carencia de trabajo y diversión.
Hace varios años, en la tarde de algún miércoles, a mi curiosidad le dio por asomarse al auditorio de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, donde me habían comentado que se daba un taller de Literatura para aprendices de lectores, de escritores o para todo el que simplemente quisiera asistir a “botar corriente” –como se llamaba entonces a algunas pláticas- alrededor de la literatura por más o menos dos horas. Llegamos varios. Todos fuimos entrando por esas puertas, empujados por intereses disímiles, pero la mayoría íbamos movidos por el mismo motor: adueñarnos de los secretos de la magia de escribir. En la gran silla, con su eterno vaso de ron con Coca-Cola, se hallaba el maestro, que dejaba oír su voz entre los sorbos de su vaso y el humo de sus consecutivos Marlboro.Lea también: Moneta y la otra historia de la Colombia actual, en PastoLa fecha no la guardo con precisión en mi memoria, pero sí estoy seguro de que fue durante los comienzos de uno de esos años de la terrible década del ochenta, cuando acababa el represivo gobierno de Turbay Ayala (1978-1982) –de ingrata recordación para los Derechos Humanos- o cuando comenzaba el de Belisario Betancur (1982-1986), pero que en todo caso continuaba la interminable noche del terror de Pablo Escobar, la de sus indiferentes bombas que estallaban en cualquier calle por donde fueras caminando, la de sus sicarios matones de policías y militares y jueces funcionarios y políticos y empresarios, la de sus viles emisarios lameculos (funcionarios y no funcionarios de la “alta sociedad”) que compraban policías y militares y jueces y políticos y empresarios, la de los altos y bajos policías y militares y jueces y políticos y empresarios lameculos de alcurnia que se dejaban comprar, la de sus sicarios que estallaban aviones, la de todos esos aciagos etcéteras. Llevaba debajo del brazo una selección de la colección mecanografiada de mis poemas que hasta ese entonces había escrito y que guardaban los secretos de mis asombros y respuestas de mis años en mis lejanas Sandoná y Pasto y los nuevos de Medellín.El discurrir del tallerPara varios de nosotros, la tarde de los miércoles se convirtió en nuestro anhelado momento semanal. El taller con Manuel Mejía Vallejo duraba hasta lo que él tardaba en beber el segundo vaso whiskero de Ron Medellín con Coca-Cola dietética y unos cubos de hielo, que le servían Herminia Albán, Teresita Vásquez u otra compañera, también entrada en años. Él llegaba con el primero preparado por la bella Vicky, la secretaria de Gloria Inés Palomino, en su derecha y de ese brazo, colgando, el saco de su traje. Siempre iba de inmaculados traje, corbata y almidonada camisa blanca con mancornas. Pocas veces de elegante vestido informal. En el sobaco de la izquierda apretaba los “trabajos” de los talleristas que serían comentados por él esa tarde. Saludaba y se sentaba. De ahí en adelante era diferente lo que seguía para cada sesión, pero más o menos había una directriz, no acordada claro, que la manejaba él. Casi siempre comenzaba a conversar sobre temas de actualidad que los hilvanaba con recuerdos o con apuntes literarios de algún autor o con algún poema o con fragmentos de novelas o de cuentos, todo de su memoria. Nos mantenía electrizados. Manuel era un maestro de la charla. De su boca, toda exageración salía tan real como cualquiera de las verdades del Apocalipsis y a todos nos amarraba con extraños hilos magnéticos. A veces intercalaba unos versos suyos o de un poeta al que admiraba. Sabía muchos poemas de memoria, fragmentos de novelas, de cuentos y hasta de ensayos; claro, de quienes admiraba. No faltaban los chistes que también conocía, muchos y muy buenos. Otras salía con alguna anécdota hilarante y las paredes del caluroso auditorio -llenas de enormes ventanas de entrepaños de vidrio- retumbaban con nuestra carcajada.MM VallejoPor su dicción, para mí difícil de entenderla a veces –quizá por su acento antioqueño montañero puro, mezclado con los vapores del ron que empezaban a hacer su efecto-, me sentaba en primera fila. Luego él comenzaba a comentar los trabajos que se le habían entregado la semana anterior, cuando no los había perdido entre sus infaltables noches de miércoles posteriores al taller, con sus amigos en La Comedia, por lo que advertía siempre que no se le entregaran originales sino copias. Si no te lo comentó esa tarde, lo más aconsejable era volver a entregarle otra copia, sin decirle nada: la había perdido. Calificaba en una escala de cero a cinco, y con decimales, así 1,0 ó 3,9 ó 4,1, etc. Si algo le gustaba, lo elogiaba de manera parca, y aprovechaba para hablar sobre algún tema en referencia. Muy pocas veces elogió desbordadamente algún texto. Cuando lo hacía, muchos le caíamos al novel autor para leerlo aparte o aun para copiarlo. Si el texto que estaba comentando no le gustaba, lo decía. Si el implicado ripostaba, dependiendo del ardor de la respuesta, podía no ahorrarse la diatriba, la sátira o el sarcasmo. Algunos protestaban, como ese que le contestó: “Manuel, por qué me dice eso. Mi novia lloró cuando le leí ese poema”. “Mateo se cayó anoche y también lloró”, le respondió. Mateo era entonces su bebé. Si no tenía la respuesta con el argumento perfecto echaba mano de la caricatura. Había que ser muy “nuevón” para responderle.Con la atrevida y bestial ingenuidad con la que lo arma a uno la juventud, aguardaba entregarle mi selección de poemas, esperando -confiado en mi absoluta certeza- de que me los iba a elogiar. Ese ego que cargamos y que no nos abandona jamás y que entre más viejos, se vuelve más escéptico pero más terco. A los ocho días, por allá en la mitad o menos de uno de sus vasos de ron y tercero o cuarto Marlboro, recibí el comentario y la calificación. Lo que para mis entonces desconocidos compañeros era un aplauso, para mí las consideré calificación y palabras demasiado parcas. Hubiera querido más. Fue mi segunda lección de aprendiz, porque la primera ya me la había dado el rector del colegio donde me gradué de bachiller, quien al leer mi primer poema -dejado como tarea en alguna de mis clases de literatura- y escuchar unos comentarios elogiosos de algunos de mis profesores, dizque dijo que lo más seguro era que ese poema no era mío sino de mi padre que decían que ese sí era poeta. Las dos lecciones se convirtieron desde entonces en una sola para mí: existen dos clases de crítica literaria, la del sabio y la del necio. ¿Cómo distinguir la una de la otra? Esa enseñanza la fui conociendo muchos, muchos años después, porque esa sólo te la da la vida, cuando te concentras con amor y disciplina a este solitario trabajo.De allí en adelante seguí frecuentando el taller de escritores de La Piloto (así la hemos llamado siempre, con ternura, como si fuera una mujer que se encuentra en las profundidades de nuestro corazón y de nuestro deseo), al tiempo que empecé a tejer a mi alrededor una nueva maraña de amistades y las reuniones del taller comenzaron a prolongarse hacia las noches y las madrugadas de cerveza en los prados o en las tiendas o en las legumbrerías en el barrio Carlos E Restrepo y en los alrededores de La Piloto. Aunque la cita era a las 4 p.m. de los miércoles, él llegaba al auditorio religiosamente entre las cuatro y cuatro y media con su infaltable y enorme vaso wiskero de ron con Coca-cola dietética, el mismo que iba apurando muy, muy lentamente mientras opinaba sobre nuestros trabajos o se desviaba por los vericuetos áridos de la gramática o, de casualidad, algún tema nos llevaba a que nos relatara alguna de sus anécdotas personales con algún escritor famoso, como cuando sufría al contarnos de la amargura de Rulfo con las feroces incomprensiones de su esposa (y de varios de los miembros de su familia) en torno a su oficio y destino de escritor, que se le convertían al maestro mexicano en ardorosas e interminables peleas familiares (y hasta depresiones). Cuando se presentaban discusiones nuestras dentro del taller -que eran muchas veces-, las escuchaba con paciencia y si el alegato se empantanaba o se volvía álgido, mediaba con su vaso en alto y con su dicho “¡calma, pueblo!”. Cuando eso ocurría sabíamos que había llegado el momento de que nos daría a conocer su criterio, como siempre ocurría.Quiénes éramos algunos de los “talleristas” de entonces.-Terminada la sesión en el auditorio, se llegaba a nuestra segunda reunión, sentados –botella en mano- sobre los prados del “Carlosé” o encaramados en los cajones vacíos de cerveza de sus tiendas o de sus legumbrerías, en los alrededores de La Piloto. Allí fuimos compartiendo con las locuras de Gilberto Luque, (infaltable en sus rondas de cerveza, que al comienzo no sabíamos cómo las aportaba porque carecía de trabajo, de fondos y casi que de familia, ya que nunca supimos nada de ella; mucho más tarde descubrimos que “su ronda” seguía más o menos este “proceso”: indagaba y descubría dónde se hallaban aquellas botellas de cerveza que no las echarían de menos en la despensa de la legumbrería; entonces –en algún descuido- él recogía nuestras botellas vacías y las cambiaba por otras pero llenas, con la mayor tranquilidad del mundo, caminado hasta con cierta elegancia. Lo celebramos inicialmente, pero –pasada la alegría - no niego que nos asustó su prodigalidad), él era nuestro “Ángel oscuro”, título del poemario que Manuel le hizo publicar bajo el sello editorial de La Piloto. Jamás lo volví a ver, aunque alguien me contó que aún vaga como un “Ángel Oscuro” en una de tantas calles perdidas de Medellín; otros me lo señalaron por las cercanías del Teatro Pablo Tobón Uribe. Una tarde leyó: “Hay un ángel oscuro/ que me besa en la boca;/ y me atenaza en la niebla con sus ojos de serpiente// Estoy asqueado de todo esto,/ me dice (…)”. Luego siguió: “A veces la lluvia del cielo te visita/ y dejas que toque tus senos blancos./ Es dulce tu amor, ¡mira cómo brilla!/ Tu piel agitadora de mi cuerpo,/ mujer denuda en la luna”.-¡Luque, sos un poeta, carajo! ¡Qué bello esto! Vamos a ver la manera de publicarte el libro -le gritó Manuel, con su vaso escanciado en alto.Y, con la diligencia franciscana en el manejo del recurso público de Gloria Inés Palomino, la directora de La Piloto de entonces, se lo publicó (LUQUE MEZA, Gilberto. “El Ángel Oscuro”. Biblioteca Pública Piloto. Taller de escritores. Editorial Lealón. Medellín. 1984. 96 pp). Ese ángel oscuro provenía de Remedios (Antioquia).Otro miércoles, ya muy avanzada esa aciaga década, se sentó lejos de todos un hombre muy joven. A la semana regresó por los comentarios a su texto. Jorge Marín, obrero de la construcción según alguien que no recuerdo, el poeta a quien me refiero, nunca habló con nadie. Otro le pidió sus textos y leyó: “…Hoy el curso de los ríos / permanece en mis manos:/ Su cuerpo abierto como la vida/ ha venido a cerrarse al mar;/ mis brazos/ son dos palabras de su canto,/ mi boca una hora extraña/ que nunca termina en su pasado.// La noche/ es el silencio de su rostro” (Mido sus manos con la desnudez de un pájaro). Los títulos de sus poemas, como el anterior, eran otro poema. “El viento es un recuerdo de las aves”, por ejemplo. O éste: “Un canto en la vieja casa ha terminado por callarse en el mar”. O este otro: “El universo está roto en su boca”. Al igual el título del libro (MARÍN, Jorge. “En este día tan lentamente aprendido”. BPP. Taller de escritores. Ed. Lealón. Medellín. 1990. 136 pp. (Con apoyo de Colcultura).Y recuerdo la presencia de Marcial Berrío (su seudónimo, porque desistí del esfuerzo de aprenderme su nombre real), su dominio de las áridas gramática y ortografía castellanas, además de su juego y sus historias de ajedrez. Me asalta el silencio y el aura de misterio con que se cubría Aarón Rodas (otro seudónimo; nunca escuché su voz, él jamás hablaba, sólo escuchaba callado, siempre), tampoco nunca supimos su verdadero nombre y desapareció con el mismo sigilo con el que apareció y llegaba a sentarse en el caluroso auditorio de La Piloto, hoy desaparecido por las reformas arquitectónicas entregadas en el 2019, después de algunos años de cierre. Escucho el hablar entrecortado de “El Chino” (apodo exacto para su apariencia, sólo que era bastante más alto que cualquiera de “sus compatriotas”); luego supimos que se había ido a cuidar los bosques y las selvas de la patria, armado de unos libros, unos cuadernos un lápiz, un bolígrafo y un sueldo del gobierno; no sé si también se lo tragó la selva como a Arturo Cova o a Clemente Silva; jamás lo volví a ver.Veo el cartapacio de la interminable reescritura de la novela de Jorge Corredor, quien trabajaba en asuntos de meteorología y aerodinámica en una empresa y centro de estudios y que cuando no llegaba a la cita de los miércoles, sabíamos que era porque andaba en una de esas farras de una o dos semanas continuas; finalmente culminó la novela y la tituló Coordenadas del silencio; en la web se habla de ella y de él. Me aparece de pronto la bonhomía, la solidez y la poética de los cuentos de René Jaramillo Valdés quien además de sus libros de cuentos y sus novelas que fue escribiendo lenta y disciplinadamente, devino después en locas aventuras empresariales, una de ellas la de editor; riesgos de los que debió apartarse antes de que quedara hundido su patrimonio familiar en esa empresa.Y sigo. Me llega atronadora, la verborrea incontrolada de las mentiras estrafalariamente creíbles de Juan Crisóstomo Perdizco (seudónimo para nosotros con más valor que su nombre real que nunca nadie supo). Sus verdades-fábula eran más apocalípticas que algunas de las de Manuel. Él era el discípulo verdaderamente amado; el único que podía hablar con su vozarrón lo que le diera la gana sin que el maestro lo parara (o hasta lo aplastara como al resto a punta de caricaturas que movían a la hilaridad). Una tarde de miércoles de taller, Perdizco no se presentó y empezó a esparcirse -de silla en silla- la humareda de los ardientes comentarios de sus bondades de muerto insustituible; al año resucitó con una borrachera de esas que sólo él podía pegarse. Casi se nos marea a causa de nuestros prolongados abrazos y los besos de las compañeras. Varios, varios años después de las tardes del taller, lo encontré una noche, leyendo historias y poemas desde un cuaderno ajado, a unos clientes a quienes cuidaba ocasionalmente su vehículo en una calle de bares y restaurantes de ricos; a todos los mantenía hipnotizados. Y sigo, con su permiso. De César Herrera nos fuimos acostumbrando a sus poemas, a sus cuentos y a su amplia e inteligente frente, cada vez más y más amplia y más brillante. Cuando llegó al taller, venía de ser finalista de un concurso nacional en el que uno de los jurados había sido el expresidente Belisario Betancur; el relato de Herrera se ambientaba en la barbarie de ambos lados feroces, sanguinarios y criminales, los hechos de la toma y los de la retoma cruenta del Palacio de Justicia de 1985. ¿Sufriría Belisario?Y prosigo, con su consentimiento, si me lo permiten. Cómo olvidar los poemas del profe “Pirrullis”, de sus innúmeros discípulos de sus talleres literarios. El Pirrullis es el mismo quien hoy figura en sus documentos legales como el poeta Édgar Trejos. Y si de historias inverosímiles pero reales y comprobadas se trata, ahí va otra anexa a una interminable Coca-Cola litro y medio que la mano siempre bondadosa de Juan Mares sacaba de su mochila de cabuyas para compartirla con sus amigos junto con las historias de su vida, ya como campesino en Guatapé o en Tierra Alta (Córdoba), ya como soldado PM del ejército nacional en la IV Brigada de Medellín, ya como convaleciente junto a los enfermos terminales en el Hospital La María (hoy el General), de Medellín, de un accidente en las bananeras de Urabá que casi se lo lleva; en esas bananeras hizo todas las labores correspondientes, “menos administrar ni desmanchar” en las plantaciones. Y cuando digo todo es todo. Y después de validar su primaria en la IV Brigada y luego un bachillerato nocturno en Medellín, estudió una licenciatura en letras de la U de A (Medellín) y se dedicó desde entonces al magisterio y a la labor cultural en el Urabá, el caribe antioqueño, donde ya había fundado el taller literario Urabá Escribe que funciona desde 1985. En ese mismo Urabá al que llegó como chapeador de canales y botalones, empacador, sellador, cartonero, barcadillero, cunero, empinador, cortador, garruchero, auxiliar de deshoje, embolsador, regidor de abono, regador de rechazo de boleja, lavador y empacador de fruta, gurbiero, etc. (todas las labores menos las señaladas) en algunas de las empresas bananeras de la región, y allá mismo, después de años, fue seleccionado por el Canal Caracol como uno de sus Titanes de 2019. Su quehacer poético también lo llevó por dos ocasiones a hacer lecturas de su obra en el recinto magno de la Universidad de Salamanca.Y ahora sigo -siempre con su benevolencia- con las inagotables pilas y pilas de cuadernos del refresco popular de entonces, marca Moresco, repletos de poemas, que brotaban uno tras otro del inagotable caletre caribeño cordobés de Ángel Rosendo Álvarez, que devino en pastor de una iglesia cristiana, primero en un barrio olvidado de la Medellín y luego se retiró hacia algún rincón olvidado de una de las tantas selvas colombianas. Alguna vez me pidió que le leyera y le colaborara con sugerencias, pero ante todo con la corrección de cada uno de sus poemas. Acepté, pero eran tales los rimeros de poemas que semanalmente me adicionaba, que debí parar. En algún otro recatado y discreto lugar del auditorio se sentaba siempre Olga Helena Martínez con su libretica de apuntes, la adelantada estudiante de Medicina de UPB que, desde ese tiempo, buscaba el sigilo del seudónimo Palas Atenea para la presentación de sus textos, también por su admiración a la cultura griega antigua, claro; una incógnita que todos conocíamos. Cuando Manuel nombraba su seudónimo para comentar sus trabajos, todos la volteábamos a mirar, y ella sin descomponerse. Jamás faltaron las borracheras interminables en el tiempo y en el espacio de Everardo Rendón, que –luego de beberse las “helaítas” con nosotros- hacía tránsito por un resto de bebederos de Medellín. Empezaba en “nuestra” legumbrería y de ahí al Guanábano o a la Huerta o a la Boa u otro de tantos lugares a los que estaba expuesto un borrachito noctámbulo en Medellín. Eso sí, a él jamás le perdonábamos si no nos leía su poema “La maestra de escuela: “Usted tenía las manos de ternura y tiza/ señorita Gilma/ Qué lección tan preciosa escondía bajo su falda pulcra: / Usted tenía los ojos grandes / como los soles que nos pintaba en el tablero […]”. La Mona Luz Helena nos daba a conocer sus primeros poemas en sus infaltables amanecidas de miércoles. Jamás faltaron las preguntas impertinentes o los aciertos de alguna casual o de las eternas asistentes, ya entradas en edad (quienes voluntariamente se encargaban de mantener el nivel deseado de la mezcla de ron del vaso de Manuel, como dije, cuando él aceptaba el segundo), contrapuesto al humor fino de los relatos verbales de Magnolia Molina, también abuela de varios nietos. Pero él jamás desdeñaba alguna respuesta para ellas.Una tarde de cerveza post-taller, alguien mostró la novela de Juan Marsé Si te dicen que caí. Nos pareció un bello título, aunque quizá muchos no conocían que ese era uno de los versos del himno de la Falange Española, Cara al sol, que tiene otros también de esa calidad, así fuera un himno de triste recordación para nosotros a causa de ese grupo político de corte fascista. Entusiasmados, los entonces noveles poetas Everardo Rendón y Édgar Trejos se retaron a escribir un poema con ese título. Conozco el de Everardo –“Si te cuentan que caí”- no así el de Édgar, quien me confesó –para esta crónica- que lo tiene traspapelado: “Si te cuentan que caí / No te detengas / Y sigue avivando las fogatas / en medio de la lluvia / para que la nieve no borre / mi pequeño nombre / y encuentres el sitio exacto de mi caída […] Si te cuentan que caí / no eches al cesto de tu olvido / mi ternura de hombre / cubriendo tus grietas / pero, sobre todo, / no olvides / no olvides que caí”.Juan Manuel Cuberos y Teresita Yáñez de CuberosUna tarde las hileras de las sillas del auditorio empezaron a pasarse el rumor de que nuestro amigo Juan Manuel Cuberos –casi imberbe aún- no volvería nunca más. Él era mucho más joven que el resto de nosotros; estudiaba la carrera de Filosofía en la Universidad de Antioquia, en donde vendía unas galleticas con espinacas a sus compañeros, como una manera de ayudarse a autofinanciarse en algo; tomaba de la misma cerveza de legumbrería o de tienda que el resto, sentado también sobre los mismos bancos improvisados de los cajones vacíos. En vacaciones se convertía en ayudante del bus de la Flota Magdalena que manejaba su cuñado, y cada día trabajaba duro como aprendiz de poeta. La crueldad de la guerra de esa década lo confundió con otra persona, en un absurdo fatal, común locura para entonces (en Mercaderes de la muerte del periodista Edgar Torres Arias, publicado por el Círculo de Lectores, pp. 198 y 224, se dilucida el irracional y bárbaro crimen). A las pocas semanas, reemplazó su silla en el taller una menuda y callada anciana que se fue ganando nuestro respeto y, lo que es más, nuestra confianza y cariño. Era su madre, Teresita Yáñez de Cuberos, que luego nos contó que empezó a buscar los caminos, los libros y los amigos recorridos por Juan Manuel. Buscando al hijo asesinado, se perdió -o se redescubrió ella- y tropezó con los libros que había leído; encontró papelitos de notas “señalados con su letra y con sus mismas faltas de ortografía con las que jamás pudo”, según las palabras maternas. En la maraña de estanterías de los volúmenes de la Biblioteca Pública Piloto, también reencontró su dormido deseo femenino por la lectura y la escritura y se alineó con el disciplinado grupo de Marina Aristizábal y el sobrio Jaime Torres, el único de entre nosotros que dominaba perfectamente la lengua latina, y que jamás alardeó de eso. A veces lo he consultado y él, amablemente, me ha ayudado con sus luces traductoras en la corrección de alguna de mis incipientes versiones, a las que me obligó mi libro de crónicas (Sur, donde las rocas secretamente florecen. Crónicas”, Pasto, 2018).Posteriormente, y a partir de su “llegada” a La Piloto, Teresita (qepd) publicó alrededor de cinco libros, uno de los cuales lo editó la Biblioteca por deseo y solicitud del maestro Manuel (De este lado de los sueños), que es algo así como una autobiografía, con calidad literaria. En Juan Manuel y en Teresita me inspiré, y a él y a su madre está dedicado mi cuento Nuestra tierra prometida, de mi libro No es por azar que nacemos (Medellín, 2004).Nace MascalunaUna tarde cualquiera de mediados del año 94’, a alguno de nosotros, todos enrumbados, se le ocurrió: “¡Hey! Fundemos una revista”. Quizá fue César Herrera el de la ocurrencia o Everardo Rendón o René Jaramillo o La Mona Luz Helena Vélez. Cualquiera. Yo no fui; escuché y me gustó la idea. ¡Quién dijo miedo! Esa misma noche de farra se concretó la revista y, pasada la fiesta, nos dimos a esa tarea. Nos citamos para el siguiente viernes en la cafetería de La Piloto y así fue como la tarde del 8 de julio de 1994, estábamos fundando nuestra revista, según los apuntes del “libro de actas” que el empresario-poeta, René Jaramillo Valdés, lleva minuciosamente. Todos estampamos nuestras firmas y no sé si subsista ese “libro empresarial”. Director, César Herrera.Algunos talleristas de la Piloto, reunidos después del taller: René Jaramillo, Marquitos, Alejandro García Gómez, (parado) Luis Jaime Agudelo, Audalicer Montoya (en el extremo derecho).En reuniones posteriores fuimos tratando varios puntos: nos pusimos de acuerdo en que el objeto esencial de ella sería publicar –junto a consagrados- a nuevos escritores; a aquellos que ya habían torcido su destino por el trabajo literario disciplinado, pero que carecían de los medios para publicar. Luego comenzamos a escoger cómo la íbamos a “bautizar”. Descartamos muchos buenos nombres provenientes de las literaturas griega, latina y de otros tiempos y latitudes. Finalmente yo les hice la propuesta: Miguel Ángel Asturias, en su libro Leyendas de Guatemala –que acababa de leer- tiene un texto que se llama Leyenda de las tablillas que cantan, que trata de los eventos poéticos del pueblo maya, los festivales de los Mascadores de Luna, como eran denominados los poetas. Allí el narrador en tercera persona habla de Utuquel, un mascador de luna para quien “crear es robar… [porque un artista] es un robador de cosas sabidas y olvidadas”. Convinimos en que por ahí era el asunto: Mascador de luna. No nos gustaban dos hechos: el nombre era masculino (para una revista de literatura, aunque hay muchas con nombre masculino), pero más que todo era muy largo para el diseño de la carátula. A alguien se le ocurrió recortarlo a Mascaluna, y así quedó: Mascaluna. Revista Colombiana de Arte y Literatura.También por esas mismas fechas, mitad del año 94, a pocos días del (¿impune?) asesinato del futbolista Andrés Escobar, alguno de mis amigos del taller literario de La Biblioteca Piloto, propuso que esa sesión de miércoles la cambiáramos por el taller que estaba coordinando un poeta cubano que -en junio- había sido uno de los invitados al Festival de Poesía de Medellín. De La Piloto al barrio Prado –sitio donde el cubano hacía el taller- nos arracimamos en el Suzuki que yo me había ganado en una rifa del colegio Inem donde laboraba como profesor de Química, Biología o Ciencias Naturales. Llegados a una casona de Prado, La Mona Luz Helena, César, Everardo y yo –la falta de René se debió al tiempo que le quitó otra de sus locas aventuras empresariales- nos encontramos con “un hombre sencillo, accesible y tierno; que abre el corazón fácilmente; que no calcula la maldad en los demás sino que saca lo que tiene; que los momentos difíciles los recuerda como medios para salir adelante y no para victimizarse”, como lo “definirían” unos meses después, luego de convertirlo en parte de nuestra familia, Ligia, mi esposa, y mis hijas, quienes lo adoptaron como su “Tío Pepito”, el único “tío” de entre los amigos de su padre.Menchi, mi hija menor, le compraba los dulces que a ella le gustaban en su colegio y me los encomendaba cuando sabía que me encontraría con él y –un tiempo después- a su Cuba natal, cuando partió y yo tenía a quién encomendarle mi carta, con los dulces de Menchi y alguna mínima cosa que se me ocurría (la encomienda debía ser pequeña y liviana). Desde esa tarde del Barrio Prado, el poeta José Pérez Olivares quedó condenado para siempre a ser el amigo de todos. Días después le participamos el proyecto de nuestra revista; inmediatamente accedió a colaborarnos y se convirtió en otro mascaluna. Este santiaguero, había trabajado también en el diseño y diagramación de libros y revistas en su natal Cuba, porque había estudiado artes plásticas en La Universidad de La Habana, y las había enseñado en su país y, en ese momento, trabajaba también como profesor de las mismas en el Instituto de Bellas Artes de Medellín, trabajo que alternaba con la coordinación de talleres de poesía; hoy es español por adopción, porque su abuelo español vino a la isla a pelear bajo las órdenes de Maceo y se quedó a vivir allí. Pepe vive en Sevilla desde 2003 y ha ganado varios concursos de poesía. En la web hay lecturas suyas, originadas desde España. Él también nos acompañó al lanzamiento de Mascaluna en marzo de 1995, como aparece en la web. Pepe además de colaborarnos con diseños y diagramaciones, nos aportó sus reflexiones críticas, textos y, ante todo y sutil y diplomáticamente, su experiencia y enseñanzas.Una vez teníamos listos todos los acuerdos, habíamos elaborado la selección para el primer número, etc., venía lo real y lo duro y lo concreto: la financiación, el dinero para esa edición. Acordamos buscar mecenazgos hasta donde se pudiera y lo que faltara saldría de nuestros propios bolsillos. En el primer número, el más sustancioso aporte de patrocinio lo hizo la empresa Transempaques ltda, de los sucesores del poeta Carlos Castro Saavedra. Otras dos “empresas menores”, también nos aportaron: “Taberna Palabras” (del Parque Obrero) y “Mágico Cuarzo Dipranava” (dijes de oro y cuarzo), ambas de Itagüí. Dos amigos nos colaboraron lo que estaba a su alcance: los entonces noveles escritores Víctor Raúl Jaramillo –quien comenzaba con su proyecto de Consultorio Filosófico, que fue la publicidad que “pagó” a Mascaluna- y Édgar Trejos, con otra publicidad como promotor de lectura y talleres de literatura. En los siguientes números siempre hubo mecenas, así la mayor parte del sostenimiento nos hubiera tocado a nosotros siempre. Entre 1994 y 1995, nos habíamos dedicado a aprender a editar. La primera carátula nos la diseñó María Isabel Posada V., hija de nuestra compañera Luz Helena Vélez, La Mona.El primer número salió el 22 de marzo de 1995; esa noche La Piloto nos prestó el auditorio y la lanzamos al público. Juan Crisóstomo Perdizco, amigo de Mascaluna siempre, no sé cómo consiguió un impecable traje de mesero y nos hizo la ayuda del servicio de los licores y pasantes por el tiempo que duró la ceremonia. El siempre bondadoso escritor Gardeazábal nos hizo la atención de presentar Mascaluna con el discurso oferente esa noche: “Encontrar quien quiera publicar lo que se escribe en estas épocas en que la escritura ha perdido tono, los lectores cada vez claudican más ante las tentaciones de la modernidad audio-visual y la cultura, ha pasado a ser cuando no un instrumento burocrático, es una novedad que merece celebrarse así sea con una vana metáfora o una esperanzadora parodia del oficio que desde hace tanto tiempo desempeñamos. […] … [...] Que el dios de sus mayores les dé vida porque no creo que él sea capaz de conseguirles lectores”. (Gustavo Álvarez Gardeazábal. “Palabras para presentar el primer número de Mascaluna”. Revista Mascaluna, #2, septiembre de 1995. El discurso completo también se encuentra en la web: https://www.youtube.com/watch?v=OmWoJdnjqvA). La revista continuó y llegó hasta la edición número 12, de abril de 2006. También en la web hay alguna parte sobre esta revista, trabajo que ha hecho su director César Herrera. Tuvimos la fortuna de que a Mascaluna llegara posteriormente nuestro amigo, el poeta Helí Ramírez –de quien se publicó una entrevista exclusiva para Mascaluna, una reseña suya a la primera novela de René Jaramillo (Dios no es el asesino) y poemas inéditos de dos libros que no he podido encontrarlos publicados: “TARARATATATAAA…PUMM…” (# 2, septiembre/1995), así en mayúsculas sostenidas y “NNs en poemas” (#11, octubre de 2004)-.Le puede interesar: Un Alfabeto de sombras inmemorialesLo que significó el taller para nosotrosSentados sobre los cajones de la cerveza que nos íbamos bebiendo, descubrimos que la escritura literaria no se enseña sino que se aprende; que el maestro es un guía de lecturas y de reflexiones a quien debes aprender a soltarlo a tiempo –para no convertirte en su imagen especular- pero agradecerle eternamente; que si quieres aprender a escribir, antes debes aprender a leer; que si no escribes disciplinadamente, no aprenderás a escribir jamás; que nunca terminarás de aprender y que aunque todo esté dicho entre el cielo y la tierra, tu propia mirada, sobre tu cielo, bajo el sol que te cubre y con los tuyos que te rodean, siempre será nueva. Cada miércoles se repitió el sagrado ritual de nuestra liga desligada, hasta que cada cual torció por su propia esquina. Hoy volvemos a ella, a La Piloto, como a la casa de la madre, y se rejuvenece nuestro corazón.Taller de escritores o tertulia o “Botadera de corriente”, las reuniones de los miércoles en la tarde con Manuel Mejía Vallejo se convirtieron en nuestro “aprendizaje” y punto de encuentro irreemplazable. Algunos hemos seguido con la terca manía de la escritura y cuando volvemos a encontrarnos es como continuar una charla suspendida; otros se olvidaron de nosotros de la misma involuntaria manera que nosotros de ellos. De cualquier forma, para quienes asistimos a ese taller o tertulia en los años ochenta y comienzos de los noventa en la Piloto, jamás podremos desconocer o negar que Manuel fue uno de nuestros maestros; algo más que un mojón en nuestra vida. “Calma, pueblo”.
¿Dulcecito o dulcesito?La construcción de estos diminutivos causa muchas dudas, aunque la norma es de las más sencillas del sistema ortográfico del castellano/español. Miren: el elemento que agregamos al final de una palabra para cambiar su sentido se llama sufijo (¿recuerdan?: prefijos, interfijos y sufijos). Este sufijo que usamos para formar diminutos se escribe con ce: “-ito” se convierte en “-ecito”, “-ececito” o “-cito”.Pero si la base, es decir, aquella parte de la palabra que no cambia, tiene la consonante ese, lo que hacemos es agregar el sufijo “-ito”: oso se convierte en osito, casa en casita, cosa en cosita, porque la otra opción, incorrecta por supuesta, sería, por ejemplo, “cascita”, y no, no funciona así.Lea también: ¿Ultimadamente o últimamente?Ahora, piensen en esto: ¿cómo formarían el diminutivo de clase? Pronuncien el diminutivo. ¿Ya? Notaron que la palabra no sufre ningún cambio y que se le agrega “-cita”. ¿Qué queda?: clasecita. Es muy diferente al caso de osito, que la forman “os” más “-ito”, mientras que a clasecita la forman “clase” más “cita”.De esas que casi nunca usamosFlamear. No es tan tan rara porque usamos palabras como flama o inflamable. Este verbo viene de la palabra latina flamma, que significa “llama”, por eso tenemos la ya citada flama (que puede significar “llama” o “reflejo que la llama produce”), y también por eso inflamable es aquello que se enciende con facilidad y causa, por lo tanto, llamas. ¿Pero qué es flamear? Pues puede ser “echarle” llamas a un alimento usando licor. Puede ser, también, “echarle” fuego a un animal muerto para acabar de quitarle las plumas o los pelos, según sea la especie. O quemar la superficie, por ejemplo, de un recipiente para esterilizarlo.Pero también tiene un significado sin fuego: “Dicho de una bandera: Ondear movida por el viento, sin llegar a desplegarse enteramente” (imagínense una bandera colgada en un barco).