Habla el poeta que conoce la vida; que ama la vida, y que sabe que la vida debe vivirse para los demás
El pasado miércoles 21 de marzo, se cumplió otra efeméride de la celebración del Día Mundial de la Poesía. Recordemos que la decisión de proclamar el 21 de marzo como Día Mundial de la Poesía, fue aprobada por la Unesco durante su 30º periodo de sesiones, que se celebró en París en 1999. Primigeniamente, el propósito de esta celebración, es promover la difusión y goce de la poesía, a mi juicio, la más excelsa de las creaciones estéticas y literarias.
Así pues, aprovecho la oportunidad para provocar la lectura de un escritor excepcional; un inmenso poeta que, en nuestro medio, poco o nada se conoce. Se trata Nazim Hikmet, poeta, dramaturgo y novelista turco, nacido en Salónica (hoy ciudad griega), en 1902, y fallecido en Moscú, en 1963. Con un abuelo poeta, un padre diplomático y una madre pintora, es fácil sopesar su vena literaria, que a la fecha entrega una abundante producción en materia de teatro, novelas y poemarios, entre ellos: Y van 3, Telegrama nocturno, La ciudad que perdió la voz, La epopeya de Sheik Bedreddin, Duro oficio el exilio, La nube enamorada, La miel de la esperanza y otros poemas precedidos de un mensaje a los poetas.
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En su poema No es chacota la vida, sencillo, transparente, fluido, habla el poeta que conoce la vida; que ama la vida, y que sabe que la vida debe vivirse para los demás: “No es chacota la vida. / La tomarás en serio, / como lo hace la ardilla, por ejemplo, / sin esperar ayuda ni de aquí ni de allá. / Tu más serio quehacer será vivir. / No es chacota la vida. /La tomarás en serio, /pero en serio a tal punto / que, puesto contra un muro, por ejemplo, / con las manos atadas, / o en un laboratorio, / de guardapolvo blanco y con grandes anteojos, / tú morirás porque vivan los hombres, / aún aquellos hombres / cuyo rostro ni siquiera conoces. / Y morirás sabiendo, ya sin ninguna duda, / que nada es más hermoso, más cierto que la vida. / La tomarás en serio, / pero en serio a tal punto / que a los setenta años, por ejemplo, / plantarás olivares, / no para que le queden a tus hijos, / sino porque, aunque temas a la muerte, / ya no creerás en ella, / puesto que en tu balanza / la vida habrá pesado mucho más”.
Del libro, Últimos poemas 1959-1960-1961, leamos Las seis de la mañana: "Las seis de la mañana. / He abierto la puerta del día y he entrado, / el sabor de un azul reciente en la ventana ha venido a mi encuentro, / en el espejo las arrugas de ayer en la frente / y en la nuca la voz de una mujer, suave como la pelusa del membrillo, / y en la radio las noticias del país / y ya mi glotonería se desborda / correría de un árbol a otro por el huerto de las horas / y el sol, mi niña, se pondrá / y espero que más allá de la noche / el sabor de un nuevo azul me aguarde, espero...”
Dejemos que sea Pablo Neruda, el poeta de Chile, el poeta del mundo, quien presente a Nazim, con su el poema, Aquí viene Nazim Hikmet: “Nazim, de las prisiones / recién salido, / me regaló su camisa bordada / con hilos de oro rojo / como su poesía. / Hilos de sangre turca / son sus versos, / fábulas verdaderas / con antigua inflexión, curvas o rectas, / como alfanjes o espadas, / sus clandestinos versos / hechos para / enfrentarse / con todo el mediodía de la luz, / hoy son como las armas escondidas, / brillan bajo los pisos, / esperan en los pozos, / bajo la oscuridad impenetrable / de los ojos oscuros / de su pueblo. / De sus prisiones vino / a ser mi hermano / y recorrimos juntos / las nieves esteparias / y la noche encendida / con nuestras propias lámparas. / Aquí está su retrato / para que no se olvide su figura: / Es alto / como una torre / levantada en la paz de las praderas / y arriba / dos ventanas: / sus ojos / con la luz de Turquía. / Errantes / encontramos / la tierra firme bajo nuestros pies, / la tierra conquistada / por héroes y poetas, / las calles de Moscú, la luna llena / floreciendo en los muros, / las muchachas / que amamos, / el amor que adoramos, / la alegría, / nuestra única secta, / la esperanza total que compartimos, / y más que todo / una lucha / de pueblos / donde son una gota y otra gota, / gotas del mar humano, / sus versos y mis versos. / Pero / detrás de la alegría de Nazim / hay hechos, / hechos como maderos / o como fundaciones de edificios. / Años / de silencio y presidio. / Años / que no lograron / morder, comer, tragarse / su heroica juventud. / Me contaba / que por más de diez años / le dejaron / la luz de la bombilla eléctrica / toda la noche y hoy / olvida cada noche, / deja en la libertad / aún la luz encendida. / Su alegría / tiene raíces / negras / hundidas en su patria / como flor de pantanos. / Por eso / cuando ríe, / cuando ríe Nazim, / Nazim Hikmet, / no es como cuando ríes: / es más blanca su risa, / en él ríe la luna, / la estrella, / el vino, / la tierra que no muere, / todo el arroz saluda con su risa, / todo su pueblo canta por su boca”.
Perdóneme el lector si me extiendo en la cita de poemas, pero recuerdo que mi maestro Manuel Mejía Vallejo, en el Taller de Escritores, nos decía que “el escritor se debe defender solo”. Y yo no pretendo defender a Nazim: sólo quiero presentarlo, como me lo presentó una tarde de lluvia, en el Astor de Junín, mi amigo, el poeta Omar Castillo, con una obra que lo defiende superlativamente, ante cualquier auditorio del mundo.
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