Nació Tumaco…

Autor: Álvaro González Uribe
14 octubre de 2017 - 12:08 AM

Si en Colombia queremos un país unificado y con desarrollo integral de frontera a frontera, debemos impedir que esos hechos sean los que marquen el ritmo a la atención

Y entonces la luz se hizo manifiesta en fogonazos de armas y nació Tumaco.

Sucede con muchos lugares de Colombia: Nacen o renacen con un hecho trágico o más trágico que su vida cotidiana trágica. Permanecen en medios y comentarios nacionales por algunas semanas según los muertos o la destrucción. Y vuelven a morir para el resto del país por años. O para siempre.

Son lugares que nacen o renacen por sucesos dramáticos o estallidos de clamor ciudadano represado: Masacres, corrupción y olvidos históricos, enfrentamientos violentos, secuestros, paros o protestas. Son lugares que intempestivamente colman los medios de comunicación, los debates del Congreso, las alocuciones presidenciales y las conversaciones de esquina. Pero son lugares que vuelven a desaparecer en el olvido habitual o ante la arremetida de nuevos sucesos también funestos en otros sitios.

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Son lugares que cuando ocurren eventos aciagos se llenan de ministros, altos funcionarios, oenegés, comisiones y reporteros, pero que luego se vacían de nuevo quedando solo sus habitantes, sufriendo en su soledad y abandono las consecuencias de esos hechos o sus dramas cotidianos que volverán a reventar de nuevo en titulares de neón desechables.

Es normal en todo el mundo que las miradas, comentarios, cámaras y atenciones institucionales se posen de inmediato en los sitios o territorios donde suceden dramas explosivos, pero si en Colombia queremos un país unificado y con desarrollo integral de frontera a frontera, debemos impedir que esos hechos sean los que marquen el ritmo a la atención de los gobiernos, a la prensa y al debate público nacional.

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Tumaco el más reciente, el Catatumbo, la Guajira, Buenaventura, Chocó, Mocoa, Salgar, Bojayá, el Cauca, Mapiripán o Armero por decir algunos, son lugares, unos más otros menos, que para muchos colombianos y para la prensa y funcionarios nacionales sólo empezaron a existir cuando el hecho trágico o la movilización ocurrieron. Y cuando se difumina el humo o bajan las aguas o se limpian los escombros (Szymborska…) o se entierran los muertos o la gente vuelve a sus casas dejan de existir de nuevo para retornar a su vida precaria, olvidados por el resto de Colombia.

Los colombianos aprendemos geografía a golpe de tragedias. Es que, como les parece, en este país suceden cosas, miles de cosas, en lugares diferentes a la unidad residencial, al barrio, a Bogotá, a Medellín, a Cartagena o al estadio Metropolitano de Barranquilla. Ocurren por la sencilla razón de que Colombia va mucho más allá.

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Es que somos un país lleno de metros cuadrados, de litros de agua, de seres humanos y de vida por todas partes. De seres humanos colombianos como usted y como yo con los mismos derechos a quienes, vivan donde vivan, tenemos que reconocer como conciudadanos si queremos hablar de ‘un’ país.

Es tarea ciudadana saber de toda Colombia, metro a metro, pero en especial es labor de la prensa, de la empresa privada y, sobre todo, de los gobernantes nacionales. Debemos tomar conciencia de nación, de país, de Colombia como unidad territorial y humana con una gran diversidad que también incluye diversidad en el dolor y en la alegría, en la opulencia y en la carencia. En la Colombia que se pisa, en la cercana, en la lejana, en la profunda.

Al volcán en actividad hay que monitorearlo, visitarlo y tocarlo constantemente y no solo luego de la erupción. Y muchas regiones de Colombia son un volcán cuya actividad conocen los gobiernos que no son tales sino cuando esos lugares explotan. Llegan a contar “exhaustivamente” los muertos anunciados.

Para ser presidente de Colombia, ocupar un ministerio o algún cargo nacional la primera asignatura a aprobar debe ser geografía nacional, pero no con mapas y libros pétreos ni con gráficas sobre cifras gélidas, no, es respirando todos los aires, pisando todos los barros, tomando todas las aguas y oyendo todas las voces. Es la única manera de llenar el país de Estado y lograr un desarrollo equitativo territorialmente.

Tumaco -San Andrés de Tumaco- ya existía. Existe desde 1640. Pero es como tantos lugares de Colombia que solo existen cuando suceden hechos trágicos, más trágicos que su vida cotidiana de por sí ya trágica. Colombia es una tragicomedia: Lo trágico lo ponen las regiones y la comedia los gobiernos nacionales.

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