La mujer que inspiró pinturas del maestro Pedro Nel Gómez ahora es musa de los dramaturgos de la ciudad. Así lo relata Cristóbal Peláez, director del Teatro Matacandelas, quien estuvo investigando sobre ella.
Cristóbal Peláez
Médica pediatra, había nacido en Múnich en 1908 y un día decidió radicarse en Medellín para hacer familia. La conocí en aquellos terribles años 90, como espectadora intermitente de nuestras obras teatrales, y muy rápidamente iniciamos una amistad que se acrecentaría con las invitaciones a las tardes de té para hablar de arte en su amplio apartamento de la Avenida Oriental con la Playa. Infaltable la invocación de sus recuerdos sobre el agitado esplendor cultural de aquella Alemania de entreguerras. Hablaba con emoción de Brecht, de Karl Valentin, de Piscator, del teatro en Medellín, para concluir con una voz plena de convicción: “La palabra teatro está escrita en mi corazón con mayúsculas”.
Una tarde, en un gesto de confianza, me llevó hasta su antiguo baúl ordenadamente repleto, y comenzó de manera sistemática a mostrarme viejos programas de mano de obras teatrales, óperas y conciertos a los que había asistido en su juventud. Con algo de provocación, porque suponía lo que produciría en mí, fue extrayendo un par de antiguas marionetas Kaspar y al ver mi cara de fascinación, apuntó rápido: “No, no, ni me las pidas, no te las puedo regalar. Son un tesoro que traje de Alemania. Debo guardarlas para mis hijos, que igual las tirarán a la basura”.
Entre las muchas fotos y papeles me mostró, cual joya de la corona, una sencilla y amarillenta tarjetita de visita con letras manuales que no logré identificar. “Es de Tilly, la esposa de Frank Wedekind”, me contó. Le pedí que me dejara acariciar esa tarjeta. “¿Ah? ¿Sabes de Frank Wedekind? ¿Te gusta?”, preguntó. Le hablé de mi culto por El espiritu de la tierra. “Cómo ignorar´-le dije- a ese gran dramaturgo que le regaló a la humanidad el maravilloso mito de Lulú. Sé que su mujer, Tilly, fue la primera Lulú en aquella histórica primera representación condenada por la censura”.
Me contó entonces que de niña conoció a Wedekind y que su hija Pamela fue su compañera de juegos. “A Frank Wedekind lo veía a menudo, conocíamos que era un hombre muy señalado. ¿Sabías que trabajó como publicista de las sopas Maggi?”.
Allí, en ese tema de afecto común, nos extendimos y finalmente apuntó: “Esta tarjeta la escribió Tilly a mi madre; era un protocolo de vecindario en aquella época. Veo que a nadie más le puede interesar tanto como a ti. Es tuya, te la regalo”.
Por esos días recibimos noticias de Franz Xaver Kroetz, como un dramaturgo revelación dentro de los nuevos autores alemanes (que ya no eran tan nuevos, sino introducidas). De oídas nos llegó esta información, pues alguien nos relató sus dramaturgias como a manera de cuentos (¿Sería José Sanchis Sinisterra?). Nos enteramos e interesamos, por escueta sinopsis argumental, de sus dramaturgias Concierto a la carta y Perspectivas ulteriores. Emprendimos la cacería de sus textos, inútilmente. No recuerdo con exactitud por qué medio llegó a manos nuestras una copia de Perspectivas ulteriores, ¡en bávaro!
Generosa, Leni Oberndorfer se aprestó a su traducción, “porque necesito estar activa, necesito un programa de trabajo que me mantenga viva”.
Justamente había acabado de redactar sus memorias que llevó a libro publicado por la Imprenta Departamental, con el nombre de Pedro Nel Gómez, pintor, escultor y amante.
Viva se mantuvo hasta el año 1994, y viva continúa en nuestros afectos.