Las universidades y el salario mínimo

Autor: Johnatan Clavijo
29 diciembre de 2016 - 12:00 AM

Decir que el salario mínimo no alcanza para nada es ya un lugar común. Es evidente que una sola persona, difícilmente, puede atender sus propias necesidades básicas con la cantidad de dinero que representa el Smmlv (Salario Mínimo Mensual Legal Vigente).

Decir que el salario mínimo no alcanza para nada es ya un lugar común. Es evidente que una sola persona, difícilmente, puede atender sus propias necesidades básicas con la cantidad de dinero que representa el Smmlv (Salario Mínimo Mensual Legal Vigente).

Son muchas las familias colombianas de estratos medios y bajos que se sostienen gracias al malabarismo de los administradores del hogar que con lo poco que pueden perciben se esfuerzan por hacer mucho. A punta de esfuerzos y sacrificios, apagando incendios cual bomberos de la microeconomía, sacan adelante un hogar ofreciéndoles a sus hijos hasta el acceso a la universidad, con la esperanza de que adquieran un conocimiento que impulse su crecimiento económico. “Que tengan lo que yo no pude tener” o “la mejor herencia que yo le puedo dejar, mijo(a), es la educación”, son algunas de esas frases típicas de los padres colombianos que se han partido el lomo por procurar un mejor futuro para su descendencia.

No obstante, según el Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario que recientemente publicó el informe “Panorama de la negociación del salario mínimo 2016”, en Colombia más del 30% de las personas con formación universitaria ganan desde menos de un salario mínimo hasta un máximo de dos salarios mínimos al mes; es decir, a pesar de tener una formación profesional, un 30% de los universitarios no logran ganar más de un millón cuatrocientos mil pesos mensuales. El sueño de muchos padres hecho añicos y, por supuesto, la ilusión de los hijos rota también ante un sistema cada vez más exigente y competitivo.

Las universidades, no solo como centros de formación académica que cultivan conocimiento y habilidades para el trabajo, sino también como epicentros del estudio de los fenómenos de nuestras sociedades contemporáneas, deben jugar un papel trascendental en las discusiones del salario mínimo, haciendo propuestas y analizando los puntos a partir de los cuales se determina el incremento que cada año se hace del salario de los colombianos.

Actualmente, la Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y Laborales, encargada de definir el Smmlv cada año, es un órgano tripartito compuesto por tres representantes de las centrales obreras; un representante de las agremiaciones de pensionados y uno más de las agremiaciones de desempleados; cinco representantes de los gremios más importantes del país y cinco representantes del gobierno liderados por el Ministerio del Trabajo. Además, es una comisión que se reúne casi exclusivamente al final de cada año para intentar llegar a un acuerdo respecto a este delicado tema… un acuerdo que sólo se ha logrado en cinco de las 19 reuniones, ocasionando que en las otras 14 oportunidades el gobierno de turno haga las fijaciones del incremento de forma unilateral.

¿Sería posible pensar en un componente académico para esta comisión, compuesto por un grupo interuniversitario de investigadores que durante el año estudien el devenir de la economía y planteen alternativas para el corto, el mediano y el largo plazo a partir de reflexiones menos pensadas en términos de ganancias y utilidades y

más en términos de responsabilidad económica y social? ¿Se lograrían acuerdos más fácilmente si las dos posturas, que representan la tradicional lucha de clases, tienen de forma alternativa una serie de argumentos académicos y económicos claramente sustentados que dicten una hoja de ruta respecto a la remuneración de los trabajadores de acuerdo con las condiciones del entorno?

Valdría la pena trabajar en una propuesta de este tipo, por medio de la cual las universidades jugarían un papel más protagónico. De este modo, los esfuerzos de los padres por ofrecer una educación superior a sus hijos no solo procuraría unas mejores condiciones de vida para ellos, sino también para el resto de su generación y la venidera.

Nota de cierre: que el miedo y los deseos de supremacía no sean los que motiven las decisiones políticas de los pueblos en el 2017. Felices fiestas y gracias a EL MUNDO y a ustedes, amables lectores, por permitirme acompañarles en este año.

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