Las fake news son perversas, buscan un “todo vale” manipulado y monstruoso. Por eso he elegido como traducción el de “noticias farsantes”
“María del Rosario Guerra. @charoguerra. @DeLacalleHum respalda públicamente la ideología de género. ¡Qué peligro! No nos extrañe que sea el candidato de las Farc. 13:26 - 20 nov.2107”. Responde: “Pedro Santos. @pedrosantosG. Qué triste ver precandidatos que empiezan a desinformar y a estigmatizar por un par de votos. Ya se puede ver cómo van a ser estás (sic) elecciones sucias. twitter.com/charoguerra.st… 6:25 – 21 nov.2017”. Del mismo twitt Pedro Santos, y 10 minutos después, sale: “¿Será imposible tener un candidato con propuestas serias? ¿Que no se dedique a despilfarrar odio? ¿Por qué siempre hay que votar por el ‘menos peor’?”. Luego varios twits de diferentes personas y del mismo Pedro, en donde reclaman que, si él estaba dando una valiente confrontación (con serios argumentos), su padre, el inefable Pachito, al menos se pronunciara. No supe si lo hizo. El hijo, con nobleza, lo arropó. La miembro del Opus Dei, según Gardeazábal en ADN 28.XI.2017, adscrita al cuarto o quinto partido de Uribe, se acalló. La revista Semana tituló: “María del Rosario Guerra: fue por lana y salió trasquilada” (8.X.2017).
Las llamadas “fake news” se traducen eufemísticamente como “noticias falsas”. Pero una noticia falsa puede ser aquella que no causa daño o que, de hacerlo, es mínimo. Por ejemplo, inflar o desinflar negocios de futbolistas; el cheque de Santos al entonces alcalde Petro para el metro de Bogotá; las promesas de los políticos, etc. Pero las fake news son perversas, buscan un “todo vale” manipulado y monstruoso. Por eso he elegido como traducción el de “noticias farsantes”, aunque aún dudo si no será mejor “noticias manipuladas”. ¿Propalar noticias sin asidero para “sacar a la gente a votar enverracada” es sólo falsa o farsante, monstruosa? ¿Y cambiar el título de un libro –con igual carátula- de la candidata Claudia López y afirmar que la educaron $$$ la$ Farc?
Pero esto no es nuevo. En el siglo II, ocurrió una masacre. Los cristianos se iban haciendo un grupo compacto y buscaba volverse homogéneo (a la luz de las doctrinas universalistas de San Pablo, diferentes de las judeo-cristianas iniciales), a pesar de las distintas sectas que los diversos espacios geográficos misionales habían generado. Esta unidad de la nueva religión era un peligro para la estabilidad y disfrute de las prebendas de los funcionarios del imperio romano. Buscando descabezarla, comenzaron a hacer correr varias farsas sobre ella: que comían y bebían carne y sangre humanas (la misa); que sacrificaban niños, que cometían actos de incesto, etc.
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La masacre ocurrió en el verano del año 177 en el Valle del Ródano (según relato de Eusebio, Obispo de Cesarea, considerado Padre de la Historia de la Iglesia) con motivo de una reunión anual y pago de impuestos. Se habían concretado en denuncias las antiguas versiones de los rumores de canibalismo, asesinato de niños e incesto sobre los cristianos, corroborados por los siervos de esos hogares. Los más afortunados sólo fueron a parar al calabozo. El resto fueron torturados, decapitados, lanzados a las fieras y otros tormentos similares o peores.
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Parece que esto era una moneda usual, o sea que no había surgido sólo por o contra el cristianismo. La costumbre de estas antiguas Fake news venía desde las culturas religiosas anteriores y se utilizaba “para no dejarse desbancar del poder”. Cuando el cristianismo tuvo efecto de religión de Estado, después de Constantino I (“in hoc signo vinces”), varios obispos cristianos pasaron a la ofensiva con la llamada “teología de las turbas”: monjes incultos y borracho cometían tropelías y crímenes a nombre de la “religión verdadera”, aupados por sus obispos (entre siglos IV, V y VI). Los intelectuales de la ya fortalecida Iglesia buscaron asidero filosófico- teológico al asunto. Hubo alguien que lo encontró. Torció el sentido del Evangelio de san Lucas, 14:23: “obligadlos a entrar”, parábola de las bodas de la hija de un rey. Este mismo “obligadlos a entrar” a la Iglesia, por la razón o la fuerza, fue también otra de las bases filosófico-teológica que más tarde sustentaron al Tribunal de la Inquisición. “Los daños que causamos se devuelven”, dicen los mayores. Y, en lo personal, como católico no puedo mirar hacia otro lado o hundir la cabeza en la arena.