La tristeza del bandoneón

Autor: Laura Cecilia Bedoya Ángel
8 junio de 2020 - 12:08 AM

La llegada del bandoneón al Río de la Plata coincidió con La Guerra de la Triple Alianza

Medellín

En el momento de recibir el Premio Cervantes, Augusto Roa Bastos dejó estas palabras: “La concesión del premio me confirmó la certeza de que también la literatura es capaz de ganar batallas contra la adversidad sin más armas que la letra y el espíritu, sin más poder que la imaginación y el lenguaje”.

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He citado al autor de la novela Yo el supremo, nacido en Asunción Paraguay, porque en La Guerra de la Triple Alianza, el imperio del Brasil, Argentina y Uruguay lucharon militarmente contra el Paraguay (1864-1870). Según Luc Capdevila, la guerra se justificó diciendo que era el ataque a un régimen totalitario, que glorificaba el nacionalismo amparado en métodos de terror, sistema que había sido instalado desde el tiempo del gobierno del dictador perpetuo doctor Francia- (1816- 1840) - luego por Carlos Antonio López y digamos que remató con su hijo Francisco Solano López, este último, presidente constitucional y comandante en jefe de las fuerzas armadas durante La Guerra de la Triple Alianza o Guerra Grande.

El mismo Capdevila dice en su estudio Una guerra total: “La guerra fue más total para el Paraguay que para sus enemigos, que la plantearon como una guerra ideológica contra ‘el tirano López’ y la culminaron con una hecatombe demográfica (muerte del 60% de sus habitantes, entre ellos el 80% de los hombres de más de diez años) y un amplio rediseño fronterizo (pérdida del 40% del territorio nacional) que estabilizó la geopolítica regional hasta nuestros días”.

Pues bien, en nota de La Nación (1) se cruza una información y es que la llegada del bandoneón al Río de la Plata coincidió con La Guerra de la Triple Alianza, y en otras fuentes como Mosaicos porteños (2) se afirma que José Santa Cruz fue al sitio del conflicto llevando un “bandoneón pequeño, (concertina)”, su hijo Domingo lo insertaría en los tercetos de tango, que eran flauta, guitarra y violín.

Para continuar con la historia del bandoneón cito a Oscar Zucchi, quien cuenta que estuvo en Alemania el sitio de su nacimiento. Ha sido definido como aerófono portátil con botones, accionado a fuelle, y figura como pariente de la concertina. El creador fue Heinrich Band (1835), fabricante de acordeones en la ciudad de Krefeld (Alemania) y su nombre viene del alemán bandonión, un acrónimo de Heinrich Band.

Llegó hasta el Río de la Plata envuelto en muchas conjeturas, como que desembarcó en los brazos de un marinero inglés llamado Tomás Moore, pero también lo acercó a esos puertos del Plata el brasilero Bartolo, y en un diario de viaje se leyó que fue el suizo Schumager quien se dirigía a una de las colonias suizas del Uruguay.

El caso es que esos hombres de especial oído musical lo acogieron sin conocer su engranaje e historia, y fue su intuición la que logró sacar a la luz sus gemidos y nuevas sonoridades, pero el auge del tango logró que a partir de 1935 se estudiara en muchos sitios.

Llegaron fuelles de distintas marcas, entonces leían en su piel: Germania y Tango, por ejemplo, estos nombres pasaron al olvido desplazados por los Premier y la marca AA (Doble A) de la firma de Alfred Arnold, quien en 1864 lo industrializara en gran escala.

Ahora, pensemos que esta columna amerita una lista de bandoneonistas, tarea difícil por lo extensa, pero sí decir que fueron muchos los que lo acunaron, Sebastián Ramos Mejía, cochero de tranvías a caballo, Juan Maglio Pacho quien hizo el primer solo de bandoneón a capella en el tango La sonámbula, grabado por Columbia, Osvaldo Ruggiero de quien dijera Horacio Ferrer que “tenía en la zurda un toro y en la diestra una paloma”, Eduardo Arolas “el tigre del bandoneón”, Minotto Di Cicco y Astor Piazzolla, el músico de tango más conocido en el mundo. ¡ Ah! y Paquita Bernardo, mujer relevante en la historia, pues se atrevió a ejecutarlo en medio de un mar de hombres, vestida de varón.

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Conocer luego que los hermanos Alfred y Paul Arnold fueron sucedidos por sus respectivos hijos. Uno de ellos Horst Alfred escribió a Oscar Zucchi, autor de El tango, el bandoneón y sus intérpretes: “Sabrá que la firma no existe más, mi fábrica fue expropiada y es, desde 1949, fábrica del pueblo. Ahora se fabrican bombas para motores diesel”. Misiva infortunada, como la tristeza que alcanzó a impregnar el fuelle en los campos de batalla de “La Guerra de la Triple Infamia” al decir de Eduardo Galeano. Al fin y al cabo es su nostalgia la que le ha dado ese toque final, melancólico y misterioso al tango, que según Luis Adolfo Sierra “Se constituyó en su más genuina expresión instrumental”

Fue a Aníbal Troilo, figura emblemática del bandoneón, a quien le dedicaron un tango Horacio Ferrer y Astor Piazzolla, El gordo triste:

“Grita el águila taura que se posa en sus dedos

convocando a los hijos en la cresta del sueño:

¡a llorar como el viento, con las lágrimas altas!

¡a cantar como el pueblo, por milonga y por llanto! (…)”

 

 

  1. https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/el-fueye-con-acento-aleman-nid94772  26 de abril de 1998.
  2.  Luis Alposta.

 

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