Se cumplen 50 años de la protesta estudiantil que marcó el mundo. Si ocurriera en esta época sería tendencia en redes pero no cambiaría nada
Tenían una utopía y la alcanzaron. Levantaron su voz de protesta frente a un Estado por el que se sentían agobiados. Comenzó como una revuelta de estudiantes universitarios y pronto se convirtió en una huelga general que involucró a más de nueve millones de personas. Los sindicatos, los hipees, los comunistas, pusieron en jaque al gobierno de Charles de Gaulle, quien arrinconado tuvo que anticipar las elecciones y dimitir.
Ocurrió hace medio siglo el legendario mayo del 68, tenía como telón de fondo un mundo en posguerra que soñaba con el equilibrio global y, sobre todo, con mejores condiciones de vida para los ciudadanos. En Francia, significó el fracaso de una de las figuras más importantes de la época, el general de Gaulle, uno de los inspiradores de la Unión Europea y promotor de la reconciliación de su país con Alemania. Pronto, la protesta se convirtió en serie al replicarse en otros países. Entonces se dijo que, cuando Francia estornuda, Europa se resfría.
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Como el polen en la primavera, el espíritu crítico caminaba por el aire y alentaba nuevas utopías en un mundo que ya se sabía globalizado pero que aún no asistía a la loca uniformidad de internet y sus redes sociales. No se hablaba de influenciadores ni se buscaba la aprobación masiva de cientos de desconocidos. De hecho, no había líderes precisos ni proyecto político ni intención de tomarse el poder o dejar huella. Pensaban en ellos, en su presente y en su futuro, en su bienestar desde una axiología del desencanto por el consumo y la masificación. Era una alerta profunda desde lo humano, afincada en el conocimiento ilustrado del daño que es capaz de producir el hombre con las armas, las palabras y los hechos.
Medio siglo después, siguen siendo referentes e inspiradores para quienes alientan sueños que parecen imposibles y entienden que es más importante el prestigio que la fama. Si estuvieran en el presente, los mediríamos por cantidad de seguidores (reales o ficticios), por “likes” y reproducciones, pero no harían caer ninguna estantería, porque, aunque sabríamos más rápido de ellos, más pronto los olvidaríamos. Así ocurre con todas las protestas modernas que tienen más audiencia, pero menos permanencia. Incluidos movimientos como “La Primavera Árabe” que se inspiró en la del 68 y alcanzó a concentrar la atención mundial hasta el punto de atribuirse cambios de gobierno y deslegitimación de las dictaduras, aunque en estas épocas no todo es como parece.
Hoy no son claras las intenciones ni los caminos, aunque tengamos la ilusión de estar mejor informados. Nada nos garantiza que el video o la fotografía da cuenta de verdad de lo que ocurre, pero lo peor es que a muchos no les importa. Es más fácil y más popular subirse al tren de la protesta cotidiana, sumar me gustas y reproducciones, despellejar a quien piensa distinto y se atreve a salir del redil (o de las redes), y sacarle chiste a la desgracia humana. Total, no importa. Hoy es un señor con guitarra a quien declaramos discriminado y volvemos personaje, pero mañana su música ya no sonará; otra historia, otras líneas buscarán su minuto de fama y otras tendencias nos cambiarán la cara.
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Si hubiese sido en esta época, el mayo del 68 habría sido un “hashtag”, etiqueta que marcaría tendencia un par de días y luego apenas un recuerdo sutil como será don José, como #YoSoyCharlie, #YoSoyParís, #YoSoyYuliana, y tantos otros. Mientras tanto, seguimos esperando la solidaridad mediática frente a los líderes sociales asesinados, las respuestas oficiales ante la protesta social y la próxima etiqueta. La desgracia de la época es que hay más voces, pero menos escuchas; más estornudos y nuevas pandemias, pero menos vacunas.
Avanza mayo y seguimos deshojando las margaritas, leyendo tendencias y esperando las próximas víctimas. Pronto sabremos cuál será el próximo gobierno del que nos quejaremos en redes y al que le haremos memes y burlas, mientras los poderosos, de verdad, se ríen de nosotros y no responden ni a nuestras necesidades ni a nuestras preguntas. Una primavera gris, con cara de chiste y etiqueta que busca ser tendencia.
@Henryhoracio