La libertad bajo asecho

Autor: Editor
30 abril de 2017 - 12:00 AM

Consagrada como derecho fundamental de los ciudadanos y pre-requisito para la democracia, la libertad de expresión ha retrocedido en el mundo.

A propósito del día de las Libertades de expresión y de prensa, a conmemorarse el miércoles 3 de mayo, se reaviva la preocupación de los demócratas por el deterioro de las condiciones para la deliberación ciudadana y el ejercicio del periodismo independiente. Los estudios de las ONG Freedom House, centro de pensamiento liberal con sede en Nueva York, y Reporteros sin Fronteras, organización de periodistas afincada en París, expresan preocupaciones a las que no pueden ser ajenos quienes aspiren a la preservación de la vida en democracia.

Con base en indicadores y metodologías de investigación suficientes, los organismos reclaman no bajar la guardia frente a riesgos para el marco legal que garantiza, o niega, los derechos a buscar y divulgar opiniones y crear medios de comunicación sin tener que saltar obstáculos artificiosos. Aunque perviven dictaduras y regímenes autoritarios que cercan estos derechos (ver infográfico), no son éstos los únicos que entorpecen la libre expresión. Analistas y columnistas del mundo se inquietan con gobernantes agresivos con sus críticos. así como por la tendencia a imponer artificiosas ideas de pluralismo que dinamitan los escenarios de las plenas libertades democráticas. Ambas son amenazas que las sociedades deben controlar antes de que realicen sus propósitos.

A Donald Trump le mortifica el ejercicio crítico de la prensa independiente, actitud propia de muchos poderosos que él no sólo no ha morigerado en intervenciones públicas, sino que ha llegado al extremo inaceptable de presentar a los más importantes medios de comunicación de su país como enemigos, no suyos sino del pueblo estadounidense. El exabrupto lo convirtió en primer objetivo de los guardianes de la libre expresión, pero también en deplorable ejemplo para otros mandatarios en apuros, que parecieron sentirse autorizados a crear camorra contra la prensa que asume responsablemente su obligación de cuidar la democracia vigilando a sus administradores temporales. La presión de los poderes públicos a la prensa suele estar acompañada de bloqueos al acceso a la información o de favoritismos con los cercanos, que terminan convirtiendo a la prensa en caja de resonancia del poder.

En las democracias no liberales, autoritarias en su mayoría, la intervención gubernamental en el sistema de comunicación pública ocurre en forma progresiva y por lo general amparada en el que parece simpático gesto de crear condiciones para la emergencia y fortalecimiento de las voces débiles que la sociedad necesita para ser realmente plural; estas condiciones suelen ser entendidas por oferentes y receptores como generosas dedicaciones de recursos públicos que se presentan como subvenciones pero que la práctica convierte en subsidios con los que los gobernantes logran cooptar la voluntad, o sea los contenidos, de sus protegidos. El modelo aplicado en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina, condujo a la intervención gubernamental en los contenidos de los medios subvencionados y en fuertes medidas de coacción a la prensa libre, entre ellas, restricciones en el acceso a insumos como el papel o la tecnología; impagables tributos a operaciones deficitarias; intervenciones en los contenidos, y, finalmente, la censura. Colombia, que acumula una importante tradición como sólida democracia liberal, hace pinitos en autoritarismo con el modelo de creación y auspicio de medios de comunicación comunitarios -léase, lamentablemente, farianos- incluidos en el segundo acuerdo con las Farc.

También son crecientes las inquietudes por presiones económicas, que hoy se asocian a dificultades de financiamiento, así como a las presiones, claramente inapropiadas y hasta ilegales, con la destinación, bastante concentrada en medios amigos, de la pauta del Estado. El entorno económico se ha hecho más complejo para la libertad de prensa por el merodeo de agentes corruptos y corruptores que entorpecen el trabajo periodístico, por la creciente participación de periodistas en los negocios de los medios y por la irrupción de redes sociales, que los expertos reconocen pero no logran aún evaluar con objetividad, mismas que algunos han pretendido usar como sistemas de transmisión de noticias y que otros  aprovechan para desahogos, tipo Donald Trump, que pretenden mostrar como opiniones sobre las cuales debería ser posible, como señala el profesor invitado a Palabra & Obra, abrir deliberaciones, forjar consensos  y animar disensos que contribuyan a fortalecer ciudadanías abiertas a construir y ampliar la democracia.

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