La forma del agua

Autor: Álvaro González Uribe
22 septiembre de 2018 - 01:02 AM

Tengo dudas sobre la viabilidad social y ética de la entrada de algunos bienes al mundo de las especulaciones financieras de los títulos.

Desde niños nos enseñaron que el agua se presenta en tres estados: Líquido, sólido y gaseoso. Pero nunca nos enseñaron que ese estado sólido no sólo puede adoptar la forma del hielo sino también la del papel.

Titularizar consiste en representar bienes en documentos para facilitar su transacción económica. No es ilegal ni antiético hacerlo, a no ser que las transacciones sí lo sean por la forma de ejecutarlas o por el objeto que dichos títulos representan.

Mientras no sea contra la ley, en principio son muchos los activos titularizables y negociables en los mercados de capitales. Pero tengo dudas sobre la viabilidad social y ética de la entrada de algunos bienes al mundo de las especulaciones financieras de los títulos en donde su objeto casi que pierde su identidad para convertirse en un papel más como cualquier otro que se negocia, vende, compra, descuenta, genera intereses, redime y en general toma las características de un título valor, llámese como se llame.

 

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Un ejemplo exagerado para mayor entendimiento: Sería ilegal titularizar órganos humanos porque con estos no se puede comerciar so pena de incurrir en un delito. Su titularización tendría objeto ilícito. Comprar o vender órganos humanos -vida- no solo es ilegal sino también inmoral y antiético.

Dicen que en un futuro vendrá la guerra por el agua en el mundo. No sé si llegará, pero es usual que en términos humanos todo lo que adquiera un gran valor nos lleve a pensar en guerras cuando la escasez sea extrema y por tanto su valor sea supremo. Hoy es común, legal, ético y moral que el agua física (física, H2O) se comercialice en recipientes y por conducciones diversas.

El agua es vida. Ambas expresiones son casi sinónimas. Por eso no se puede titularizar. Hacerlo es titularizar la vida, es borrar la importancia del líquido para la vida en el planeta, es perder contacto con su identidad física, es deshumanizarla. Y, ¿qué más antiético e inmoral que negociar la vida? Cuando se tiene un papel valor en la mano o en medios virtuales se tiende a perder la noción de lo que representa en la realidad ese papel. En este caso la noción de vida desaparece ante las expectativas económicas del papel cuya forma toma el agua. En la mente del negociador de capitales solo queda el interés pecuniario. Es entendible, es su oficio.

La ONU reconoció en 2010 al agua potable y al saneamiento básico como derechos humanos esenciales para el pleno disfrute de la vida y de todos los demás derechos humanos.

Nuestra Corte Constitucional en sentencia T-740/11 expresó: “El agua se considera como un derecho fundamental y, se define, de acuerdo con lo establecido por el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, como ‘el derecho de todos de disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso personal o doméstico’. El agua se erige como una necesidad básica, al ser un elemento indisoluble para la existencia del ser humano. El agua en el ordenamiento jurídico colombiano tiene una doble connotación pues se erige como un derecho fundamental y como un servicio público. En tal sentido, todas las personas deben poder acceder al servicio de acueducto en condiciones de cantidad y calidad suficiente y al Estado le corresponde organizar, dirigir, reglamentar y garantizar su prestación de conformidad con los principios de eficiencia, universalidad y solidaridad”.

Un elemento esencial para la vida, descrito como tal por la ONU y nuestras instituciones jurídicas, no puede tomar la forma de un papel que como cualquier otro título valor se comercialice fría, inhumana y calculadamente. Mal hace un gobierno que propicie dicha práctica y peor si de alguna manera interviene como actor en su proceso y más peor si exfuncionarios que lo idearon toman ventajas del mismo luego como privados. Sea cual fuere la culpabilidad del ministro Carrasquilla y al margen de este caso y su modalidad, hay que dejar en claro que el agua y su posibilidad de aprovechamiento jamás debe titularizarse porque perdería su alma.

 

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Tampoco le dejemos esa tentación a los negociantes de títulos valores. Es un oficio respetable y necesario pero no permitamos que se conviertan en una especie de “lobos de Wall Street” entregándoles la vida del planeta para que la negocien. No es prudente ni ético ni moral dejar la vida al vaivén de los mercados de capitales. Vendamos y compremos agua pero sin perderla de vista.

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