El triunfo de lo mínimo suficiente
Un principio de buen gobierno es la planeación. sin embargo, como todos los principios hoy en día, no es que se cumpla mucho que digamos, entre otras, por que cada gobernante quiere dejar su huella indeleblísima en la ciudad y la oportunidad histórica para hacerlo es justamente su período de gobierno. Pero este embeleco de tratar de prever no los siguientes dos o tres pasos, sino los 20 que vienen, como si se pudiera adivinar el futuro, ha metido a los municipios en grandes líos, primero porque cada nuevo dirigente pierde tiempo valioso de su mandato tratando de desarmar lo que el anterior dejó y segundo porque la norma finamente se deshace como se hace, así que los veinte nudos que le pusieron a los grandes proyectos se pueden quitar y ya.
Fuimos formados para dar más, para ser los mejores, para sobresalir. Esa expectativa de hacer más de lo debido, trabajar más de la hora, lograr llegar a una abdominal más, es a lo que me referiré con el máximo posible. Ahora la dinámica es diferente, porque el menor esfuerzo es la tendencia. La desestimulación por el trabajo mal remunerado, por una sensación de desconfianza generalizada, sumada a una publicidad excesiva por cada cosa que se tenía que hacer y se hizo, nos pone en el escenario actual del mínimo suficiente. Entonces se enfrentan dos grandes paradigmas en esta dinámica tan graciosa de tratar de planear; (i) la propuesta de un gran proyecto imponente, contundente, que hace que surja de nuevo la ciudad, (porque cada alcalde nuevo cree que antes de él la ciudad era un potrero y después de él renace como el ave fénix) que genera la expectativa de que estamos al frente de un proyecto que desarrollará lo máximo posible, enfrentado a la (ii) realidad que muestra que por los múltiples y sucesivos triples saltos mortales de espalda sin malla abajo que hay que dar para cumplir con un sinnúmero de requisitos absurdos, (es algo así como que amarren los pies y las manos de los gobernantes, los metan debajo de una cama y le digan: ¡corra!) con muchísima dificultad se logra hacer lo mínimo suficiente.
Resulta que por estar ocupados cumpliendo la norma, no se pueden atender las necesidades de las ciudades hoy en América Latina, cumplir la norma no soluciona los problemas urbanos, ya lo decía en columnas anteriores, la informalidad se volvió absolutamente eficiente frente a un escaparate legal que cada vez más complica lo simple en un océano de formalismos. Obviamente no es una invitación a alejarse de la norma, (no faltará el purista que me juzgue por este artículo) simplemente es un llamado al sentido común, no se puede matricular un plan de gobierno como si se supiera que hacer, ningún dirigente sin un día de ejercicio sabe qué hacer, y luego no se puede decir que no está en el presupuesto lo que no se matriculó en ese plan, porque lo normal es que después de unos días de trabajo se entiende que lo que se debió haber proyectado era otra cosa muy distinta, porque era otra la necesidad de la ciudad vs lo que pensaba el equipo de gobierno que era necesario.
Finalmente, lo que implique un poco de esfuerzo para hacerse bien hecho, mejor se deja a los otros, por que seguramente otro lo hará, mientras que las opciones que inviten a hacer lo mínimo necesario sean las nuevas sectas de hoy, que cada vez consiguen más adeptos y cada vez más rápido los pierden, puesto que al poco tiempo implica hacer algo de esfuerzo, entonces las promesas de una libertad económica que hacen las redes multinivel, los programas semi-escolarizados, la gimnasia pasiva, entre otras, seguirán de moda por ahora.
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