Hay que replantear sobre todo el papel de la universidad en Colombia. Desde allí deben darse las pautas para nuestro futuro nacional. El sistema educativo mediante auto crítica y un diagnóstico acertado, debe construir su propia realidad.
La verdad es que la crisis de la educación en Colombia no puede ser atribuida a las acciones del expresidente Santos, aunque como jefe de la Administración nacional no mejoró las condiciones, sobre todo presupuestales, del sistema de formación de nuestros jóvenes. En el año 2003, época en la que Santos aún no era presidente, en el Consejo Superior de la Universidad de Antioquia fue citada la entonces ministra de Educación para que, entre otras cosas, nos hablara de presupuesto y de salario de los profesores. La funcionaria se despachó con una indolencia indignante contra las aspiraciones y defensa de la universidad oficial.
Pero tampoco se debe acusar al gobierno Uribe de la postración de la Universidad. La educación no ha sido prioridad de ningún poderoso de este país. Hubo una época en la que estudiar aquí era de pobres porque los ricos, o los que posaban de ricos, se iban a estudiar a Europa, aunque fuera bordado y costura. En el año de 1967, en plena administración Lleras Restrepo, una de las mejores que ha tenido Colombia, los maestros del Magdalena organizaron la llamada Marcha del Hambre, para protestar por el año que llevaban sin percibir su salario, sin que hubiera un solo gesto que los hiciera desistir.
Desde la universidad misma se encuentran enemigos de la educación. En este punto hay que dar ejemplo de honestidad en el servicio y de verdaderos deseos de cambio, pues muchos se lucran de los bienes públicos y en ese sentido poco importa una intervención a fondo de la educación en Colombia. Desde el sector mismo de la educación tienen que salir las propuestas de solución, pues ningún otro colectivo político va a querer priorizar la academia, cuando ésta no constituye requisito alguno para sus carreras: se puede ser presidente, y hay ejemplos, sin mayor grado académico; se puede ser analfabeta y presidente del Congreso.
Hemos venido perdiendo identidad y contacto con nuestra propia realidad. Para un país es muy importante un sistema educativo coherente y pertinente; para eso necesitamos un país con una dirigencia lúcida, consciente de las fortalezas nacionales para encaminar las acciones de formación; la investigación universitaria deberá encaminarse hacia las necesidades reales del país, blindando de paso la protección de los derechos de autor, para que no se nos escapen hacia las manos inescrupulosas de los que fundan y nutren empresas con los recursos de las universidades oficiales, a la vista de todos los estamentos.
Hay que replantear sobre todo el papel de la universidad en Colombia. Desde allí deben darse las pautas para nuestro futuro nacional. El sistema educativo mediante auto crítica y un diagnostico acertado, debe construir su propia realidad. Las directivas deben desechar el reclinatorio de sus personales intereses y proscribir la multiplicación de la cobertura sin recursos suficientes, como ha venido sucediendo. Lo cierto es que gran parte de la responsabilidad por lo que sucede con nuestra educación, la tenemos quienes la hemos dejado postrar, sin exigirnos una conducta digna y verdaderamente nacionalista.