Fue la genial idea del gobernante para poder reencauzar el país, según sus intereses, y extirpar, de una vez por todas, un parlamento mayoritariamente opositor
Indudablemente la constituyente citada por Nicolás Maduro en Venezuela está logrando el objetivo propuesto: relegitimar su precario poder y el de los suyos. Su convocatoria no obedeció a los mandatos constitucionales vigentes ni tuvo el alcance de ser una creación popular, pues Maduro y su régimen no resisten el escrutinio del pueblo. Fue pues algo a la medida y necesidad del dictador.
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Las asambleas constituyentes son figuras demasiado peligrosas, pues son instituciones soberanas, sin ningún control, no sometidas a derecho y por lo tanto pueden ejercer actos fundantes. Generalmente son convocadas para expedir nuevas constituciones. En países tercermundistas como los nuestros, son instrumentos demasiado peligrosos y constituyen verdaderas aventuras o saltos al vacío.
Evidentemente que en el caso venezolano el mecanismo fue la genial idea del gobernante para poder reencauzar el país, según sus intereses, y extirpar, de una vez por todas, un parlamento mayoritariamente opositor que le era incómodo a sus designios dictatoriales y de paso “ajustar tuercas” en todo aquello que les molestara, como el caso de la Fiscal Luisa Ortega Díaz, destituida arbitrariamente.
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El inolvidable profesor Carlos Gaviria explicaba con erudición a sus alumnos la diferencia entre asamblea constituyente y asamblea constitucional. La primera, como ya lo expresé, es soberana, no sometida a derecho, revolucionaria y puede expedir una nueva constitución. La segunda, es decir, la asamblea constitucional, es limitada, solamente puede tratar los temas para los cuales fue convocada y está sometida a derecho. Es el único tipo de asamblea que se puede convocar en Colombia, aunque aquí erróneamente la denominamos como constituyente.
Obvio que las asambleas constitucionales como la colombiana también pueden ser instrumentos peligrosos. En no pocas ocasiones se declaran soberanas y asumen posiciones omnímodas, especialmente cuando los gobernantes deciden fortalecerlas para su provecho. Ejemplos se han vivido en Ecuador y en Bolivia.
Seguramente la democracia será la gran damnificada del experimento en Venezuela. Figuras constitucionales que garantizan la democracia como la separación de poderes o de funciones, la alternación en el poder, el voto universal, el derecho a elegir y ser elegido, contar con un parlamento designado por el voto popular, elección por el pueblo en forma libre de sus autoridades locales y regionales, serán limitadas al extremo para poder garantizarle al régimen el amañado triunfo en las elecciones que convoque.
La asamblea constituyente de Nicolás Maduro es el esfuerzo desesperado de una casta empotrada en el poder, acorralada por la oposición y decidida a atornillarse y a no dejarse sacar mediante el voto popular. La gran damnificada es la democracia venezolana. A todos estos males hay que agregarle la división e ineptitud de la clase dirigente opositora, que una vez más muestra signos de división y por consiguiente de pequeñez frente a un pueblo altivo y rebelde, decidido a conservar su institucionalidad.