Lo importante de conocer la historia es evitar que recaigamos en los mismos horrores y errores de nuestros antepasados, cosa que en Colombia no hemos podido ni querido entender.
Hace 208 años iniciábamos uno de los períodos más extraños, ridículos y vergonzosos de nuestra historia. Después de la quebrada del florero, y sin tener muy claro para qué es que estábamos queriendo la independencia, salvo para que los criollos tuvieran mayor control del territorio y la burocracia y no se tuviera que recurrir a funcionarios mandados desde España para el efecto, iniciamos un período de lucha interna con los argumentos de que no nos pusimos de acuerdo si debíamos organizarnos de manera Federal o Centralista. Esto dio pie a lo que hoy conocemos como el sexenio de la Patria Boba, donde en vez de organizarnos, nos pusimos a pelear entre nosotros, dando papaya y abriendo las puertas para que la Monarquía Española iniciara el proceso de recuperación y reconquista del territorio, enviando a dos nefastos personajes: Juan Sámano y Pablo Morillo, los cuales nos derrotaron con todo éxito.
Ejemplo palmario de la situación anterior fue el combate entre Antonio Nariño y Atanasio Girardot en las laderas de Monserrate.
Siendo una de las principales víctimas, puesto que finalmente fue fusilado, nuestro sabio, el gran Francisco José de Caldas, desde su periódico y en plena Patria Boba, se disculpa ante la historia: “Todas las naciones tienen su infancia y sus épocas de estupidez y de barbarie. Nosotros acabamos de nacer…….”.
Lo importante de conocer la historia es evitar que recaigamos en los mismos horrores y errores de nuestros antepasados, cosa que en Colombia no hemos podido ni querido entender.
Apenas hace poco nos dimos cuenta del craso error cometido en nuestro deficiente esquema educativo (que no sistema educativo) al haber agrupado en el gran paquete de las Humanidades, los cursos de Geografía e Historia, lo cual ha tenido como efecto que en los últimos 20 años nuestros jóvenes apenas han tenido la oportunidad de gruesos brochazos de crónicas y anécdotas sobre estos dos temas fundamentales en la construcción de una verdadera ciudadanía, al perderse la oportunidad de tratar de inculcar una verdadera conciencia geográfica e histórica: Ante los interrogante de “¿De dónde vengo y dónde estoy?” nuestros pobres muchachos apenas balbucean.
Sin embargo, no cogemos experiencia: las luchas en Colombia continúan dándole prioridad a los intereses grupales o individuales, por encima de los intereses nacionales.
La minería contra la protección del medio ambiente, lo urbano contra lo rural, el proteccionismo contra la competencia abierta, la industria contra los servicios, los seguidores del político X contra los amigos del político Y, los amigos de la guerra contra los amigos de la paz, los terratenientes contra los campesinos y los indígenas, los corruptos contra todos nosotros, y finalmente, los colombianos contra los colombianos.
¡No hay derecho!
Se hace necesario un detente y un replanteamiento inmediato, puesto que la modernidad nos dejó atrás hace rato y la post modernidad peor, y ahora cuando nos encaminamos hacia el tercer decenio de este siglo, seguimos en las mismas, lamentablemente manejados por los mismos.
Seguimos al garete, sin definir el rumbo, plasmado en unos verdaderos objetivos nacionales. El concepto de nación, así como el de ciudadanía, no le importa a nadie. La construcción de una verdadera Democracia con justicia social y equidad, es una quimera y los esfuerzos que estamos haciendo hoy para lograr comunicarnos entre nosotros mismos y con el resto del mundo gracias a una infraestructura más o menos decente, -rescatando que más vale tarde que nunca-, depende de la voluntad política de los gobernantes de turno.
Lástima que nuestra Colombia, tan rica y tan exuberante, haya sido a través de la historia tan mal querida y tan mal administrada.
Insisto en la necesidad de dotar a Medellín con un adecuado Centro de Espectáculos, un Velódromo cubierto y un Autódromo que cumpla con los requisitos internacionales.
NOTA: Al nuevo Presidente, buen viento y buena mar.