Juan Rulfo, luminaria del Boom latinoamericano

Autor: Lucila González de Chaves
7 mayo de 2017 - 02:00 PM

Mientras en el ámbito literario comienza a festejarse este 2017 el centenario del natalicio del escrito Juan Rulfo, Lucila González de Chaves plantea que él nació el 16 de mayo de 1918, según los libros de literatura hispanoamericana, entre ellos, autores tan autorizados como Enrique Anderson Imbert e Isaías Peña. La experta en Lenguaje reseña las letras del autor de El llano en llamas. 

Medellín

En la década de 1960 a 1970 surgió el Boom de la novela latinoamericana; una especie de apogeo repentino y estruendoso; una explosión literaria que tomó su nombre del inglés, el cual ha sido ya aceptado por la Real Academia Española (RAE) e incluido en el Diccionario.


El grito de proclamación con el nombre de Boom para el  nuevo movimiento literario, lo dio el crítico y ensayista Emir Rodríguez Monegal en su revista Mundo Nuevo.

Los autores latinoamericanos más destacados del Boom han sido:
En México: Juan Rulfo y Carlos Fuentes
En Guatemala: Miguel Ángel Asturias (Premio Nobel)
En Cuba: José Lezama Lima, Alejo Carpentier y Guillermo Cabrera Infante
En Colombia: Gabriel García Márquez (Premio Nobel)
En Perú: Mario Vargas Llosa (Premio Nobel)
En Uruguay: Juan Carlos Onetti
En Argentina: Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Julio Cortázar y Eduardo Mallea.
Podríamos agregar a João Guimarães Rosa, de Brasil.

 

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Las obras de estos autores circulan por toda América y alcanzan ediciones sucesivas. Se han traducido a lenguas extranjeras debido al interés despertado en todo el mundo por América con sus problemas y sus revoluciones.

Juan Rulfo   
Es una de esas luminarias del Boom.


Nació en México. Sobre el año de su nacimiento se han dado varias informaciones: historiadores de la literatura hispanoamericana y respetables ensayistas y críticos como Enrique Anderson Imbert, Isaías Peña y otros  señalan el año de 1918; en Internet, señalan dos fechas: 1917 y 1918.


En cuestión de grandeza literaria y de trascendencia por los inmensos valores creativos y narrativos, el año de nacimiento de un genio de las letras no puede servir para una discusión bizantina. Ya tuvimos un caso: Se habló siempre de que Gabriel García Márquez había nacido en 1928, hasta que se comprobó, que el año de su nacimiento era 1927.
Estamos celebrando con júbilo el centenario del nacimiento de Juan Rulfo, bien porque sea en este 2017, o bien porque sea algunos meses más tarde, en el 2018. Su muerte ocurrió en 1986.


Las fechas de nacimiento y muerte de los grandes y las de sus memorables realizaciones siempre han sido indecisiones de historiadores y críticos. Y las exactitudes de fechas, solo son  importantes para los minuciosos y nada agregan a la gloria de un ser humano.


Rulfo se hizo famoso por sus dos  libros: Pedro Páramo y  la colección de cuentos El Llano en llamas; en esta presenta la vida regional con sus paisajes, sus nombres, sus palabras y sus situaciones de inocencia, crimen, adulterio, muerte.

 

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De esta colección, destacamos Luvina: en este cuento, Rulfo describe con gran sutileza la situación social y política de la mayoría de los pueblos mexicanos en el período que precedió a la revolución. Luvina es un pueblo lejano sin ninguna clase de ayuda religiosa y gubernamental. En él sólo viven los viejos y las esposas de los hombres que se han marchado en busca de una vida mejor, de un futuro que Luvina no puede ofrecer, porque el lugar  es la tristeza misma y la desesperanza que solo ofrece hambre y olvido.


Es que somos muy pobres: un cuento-testimonio de la miseria. Talpa es un pueblo en el que no todo está dicho, pero en el que las actitudes y maneras y silencios abren campo a la interpretación para darnos cuenta de la carga de emociones, remordimientos, necesidades y miedos de los protagonistas.


Diles que no me maten da cuenta de la violencia desatada con furia. Es un cuento que causa horror; que descompone y aterra.


Las figuras literarias con que describe el olvido religioso y el abandono de los pueblos en que los han sumido la indiferencia de los dirigentes del país, muestran las situaciones típicas del desamparo y del desprecio.


Macario, el cuento con  el cual se inicia el libro, es el retrato de un hombre solitario y acosado por las sensaciones y deseos que lo perturban; es un inquietante y doloroso monólogo.
Pedro Páramo: novela corta, publicada en 1955, de la cual el ensayista Anderson Imbert dice:


“El autor trabajó en ella su tema campesino con una complicada técnica de novela que debe algo a William Faulkner; la complicación  se debe a que se cuenta a saltos, hacia adelante, hacia atrás, hacia los lados, y desde varios puntos de vista. El ojo que todo lo sabe y lo ve es, naturalmente, el autor; pero ese ojo entra en la novela siguiendo al personaje Juan Preciado, que cuenta en primera persona cómo, por encargo de su madre moribunda, fue a un lugar llamado Comala para ajustar cuentas con su padre Pedro Páramo”. 
Y así empieza la novela: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera”….

 

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“Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora, yo vengo en su lugar. Traigo los ojos con  que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver…  Su voz era secreta, casi apagada como si hablara consigo misma… Mi madre”. (p. 8)


Ella me había dicho: “Vete. Allá me oirás mejor. Estaré más cerca de ti. Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte, si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz”. (p. 12)


Al legar a Comala, Juan Preciado se encuentra con un pueblo semiembrujado y con una serie de leyendas tejidas en torno a su padre, personaje fabuloso; pero es una fábula que tuvo su origen en realidades:


Su padre se ha hecho fabuloso por lo seductor, adinerado, rudo y bravucón…Juan no logra conocerlo porque como todos los de esta aldea, Pedro Páramo también ha muerto. En la mente de Juan Preciado van mezclándose la realidad, lo mágico, el mito, el ensueño, el deseo, la leyenda, las conversaciones reales y los diálogos con los muertos.


En esta novela todo es natural, posible, mágico. Los muertos viven con la naturalidad de los vivos. Solo que “no dejan sombra”, pero “duermen y toman alimentos”. No existe la continuidad del tiempo, porque este no fluye; tampoco existe la continuidad de la acción. Los hechos ya cumplidos se narran desde un presente, pero sin orden. 


La narración, corta pero muy representativa literariamente, en la que conviven lo misterioso y lo real, se descompone en episodios que se presentan en desorden y la acción se transcribe desde varios puntos de vista, o sea, desde los distintos personajes. Las cosas y las personas están perdidas en la nebulosa del recuerdo y el lector percibe una atmósfera de alucinación, de lejanía y de misterio.


Quizás, uno de los mayores aciertos de la novela esté en las evocaciones, que adquieren tonalidades poéticas:
“Llanuras verdes. Ver subir y bajar el horizonte con el viento que mueve las espigas, el rizar de la tarde con una lluvia de triples rizos. El color de la tierra, el olor de la alfalfa y del pan. Un pueblo que huele a miel derramada…”. (p. 22)


“El día que te fuiste entendí que no te volvería a ver. Ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo… Dejabas atrás un pueblo del que me dijiste: lo quiero por ti, pero lo odio por todo lo demás, hasta por haber nacido en él”. (p. 24)


“El amanecer; la mañana; el mediodía y la noche, siempre los mismos; pero con la diferencia del aire. Allí donde el aire cambia el color de las cosas; donde se ventila la vida como si fuera un murmullo; como si fuera un puro murmullo de la vida…”.  (p. 62)


En las obras (muy pocas) de Juan Rulfo, además de lo mágico, hay realismo que es denuncia social. Sus personajes son campesinos mexicanos marcados por el medio en que viven; no pueden con su mundo interior lleno de misterio, de mitos, de ilusiones, de nostalgias. Los textos de Rulfo son narraciones vivenciales tomadas de su contacto con los hombres de su tierra: los muestra ante la muerte, la soledad, la persecución, la venganza, el mundo hostil, y sin embargo, con un desenfrenado amor por la vida, por el solo hecho de vivir.


En 1963 su publicó su otra novela corta, El gallo de oro.

 

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