EL MUNDO lamenta hoy la ausencia del prestante jurista, destacado autor y generoso amigo Jorge Arango Mejía, quien falleció en la madrugada del viernes 13 en Bogotá. En su rica trayectoria profesional sobresalen la magistratura en la muy fructífera primera etapa de la Corte Constitucional, de la que fue presidente, así como importantes actuaciones ante ese tribunal además de su calidad de jefe jurídico de la Federación de Cafeteros. Dentro de su actividad política se destacan su calidad de concejal y segundo alcalde de Armenia, dignidad desde la que impulsó uno de los más importantes estatutos de valorización del país, Gobernador del Quindío y embajador en la antigua Checoeslovaquia.

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El doctor Arango Mejía legó a la jurisprudencia colombiana valiosos conceptos, alegatos y sentencias, en los que siempre pensó y actuó conforme al criterio que se formaba en el estudio y análisis del derecho y los valores de “buena fe, respeto a la palabra, respeto al derecho ajeno, libertad, ecuanimidad y discreción” que en entrevista con EL MUNDO reconoció esenciales del Derecho.

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Entre sus muy importantes providencias en la Corte Constitucional se destacan pronunciamientos sobre la conmoción interior y la trascendental sentencia C-347 del 23 de julio de 1997, mediante la cual se determinó que todo laudo de tribunales internacionales de arbitramento debía ajustarse a la Constitución, razón por la cual tendría que ser validado en procedimiento de execuátur. Esta decisión ha sido de inmenso valor para defender los intereses del Estado colombiano en difíciles causas frente a contratistas marrulleros.

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De sus actuaciones como abogado al frente de importantes causas son ejemplares la acción de tutela impetrada ante la Corte Constitucional, y resuelta en votación 5-2, por la cual obtuvo la garantía de inviolabilidad del voto de los congresistas, que el magistrado Jorge Aníbal Gómez, de la Corte Suprema, pretendió desconocer para imputarlos por su voto en el Proceso 8000. Con esta decisión se salvó la dignidad del Congreso. En otra intervención memorable apoderó a la Contraloría General en su demanda de constitucionalidad de la Ley 37 de 1993, acción que defendió la soberanía nacional al conseguir el pronunciamiento que exigió al MinTIC imponer la reversión de redes a las compañías operadoras de telefonía móvil.

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A su desempeño brillante como jurista, el doctor Arango Mejía le agregó el destacado como columnista versado en distintos temas; enemigo de la corrupción que ha afectado al país y dañó su terruño, así como defensor de los principios e ideas liberales, partido al que sirvió con lealtad y a cuyos dirigentes les criticó valientemente sus desvíos clientelistas o ideológicos.

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Escritor prolífico, fue destacado tratadista del Derecho, autor de obras de sobresaliente impacto cultural. La más reciente, Retazos de la Historia de Colombia, que editó poco antes de su enfermedad final, y el muy ameno Las Palabras Maravillosas palabras del Quijote, gran aporte a la cultura literaria y medio para invitar a los jóvenes a la lectura del mayor clásico de la literatura en español. EL MUNDO tuvo el honor de publicar para el proyecto Educar mientras se informa dos de las cinco ediciones de esta titánica obra, así como la alegría de recoger la satisfacción de maestros y alumnos tras disfrutar la claridad con que el autor hizo familiares los contenidos de una obra cuyas ediciones coleccionaba, al punto de tenerle biblioteca especial, y disfrutaba, como lo hacen juiciosos lectores con los clásicos.

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El 5 de abril de 2015, tras el fallecimiento del exmagistrado Carlos Gaviria Díaz, su compañero de magistratura y amigo,  Arango Mejía escribió de él: “Fue un personaje ejemplar: como abogado, como profesor, como juez, y, sobre todo, como hombre que practicaba las mejores virtudes: generosidad, ecuanimidad, fidelidad a las ideas, respeto por los derechos ajenos”. Esas justas palabras calzan plenamente en las virtudes magníficas del amigo cuya presencia y brillante conversación vamos a tener presente en sus columnas de opinión y sus importantes libros.

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EL MUNDO acompaña hoy a su esposa, María Lucía Isaza Londoño; sus hijos Mauricio, Jorge y José Miguel, a sus nietos,  a la ciudadanía quindiana, que ha perdido a un férreo defensor de su tierra, su cultura y sus bienes comunes, y a los liberales de "pura cepa" como él.

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