El fotógrafo antioqueño fue premiado en la categoría Profesionales del Sony World Photography Awards 2017.
No se puede borrar el dolor, así pase, se mitigue, se desvanezca. Poco puede repararse la piel herida, porque las hendiduras y el dolor parecen conectarse con el alma.
Coetzee había dicho ya que “las cicatrices son sitios por donde el alma ha intentado marcharse y ha sido obligada a volver, ha sido encerrada, cosida dentro”…
Pero no todo está dicho. Las cicatrices se alimentan de la actualidad, de un mundo en el que los conflictos dejan huella en corazones, cerebros, recuerdos y almas, todos los días, cada hora, segundo a segundo.
Eso lo sabe Henry Agudelo, quien durante cuatro décadas, en su rol de reportero gráfico de medios nacionales, capturó el dolor y, muchas veces, se encargó de publicarlo.
“En Colombia hay más de 130.000 personas que son catalogadas como ‘desaparecidas’. Debido a la guerra y la violencia en este país, muchos cuerpos que no están identificados van a las universidades en las que hay carreras de Medicina para ser estudiados, mientras un miembro de la familia reconoce y reclama. Cientos de cuerpos de desaparecidos están esperando ser reconocidos o identificados por diferentes departamentos del Estado colombiano, por lo que una marca en alguna parte de su cuerpo, ya sea un tatuaje, una marca en uno de sus huesos, una prótesis, o algo que pertenece (cadena, anillos, anteojos, relojes, zapatos, etc.) es importante. Mientras tanto, miles de estudiantes de medicina obtienen su conocimiento profesional de estas pequeñas cosas, fragmentos de piel, huesos, huellas dactilares, registros dentales”, reseñó sobre su serie de diez fotografías Huellas imborrables el Sony World Photography Awards, que lo dio como ganador entre 227.000 fotos de profesionales de todo el mundo, hace una semana.
Desde Londres (Inglaterra), Agudelo le contó a Palabra&Obra sobre este premio y la manera en que ha querido encuadrar su carrera.
¿Cómo se encontró con la serie Huellas imborrables?
La serie salió de un trabajo que hice con el Tecnológico de Antioquia con el profesor Germán Antia hace más de 17 años. Lo difícil fue haber empezado con este tema, cuando fui por primera vez a aquel lugar.
Muchos de los cuerpos de esos desaparecidos van llegando a las universidades para ser estudiados, entonces de ahí nace el proyecto, cuando los estudiantes guardan partes de esos cuerpos, casi siempre tatuajes, prótesis, prendas, para, posteriormente, eso les permita a las familias identificar a alguno de ellos.
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¿De qué manera quiso tratar esta realidad del conflicto colombiano?
En estos años me ha tocado ver imágenes demasiado fuertes: viví toda la época del terrorismo y la violencia que se vivió en Urabá, masacres como las de Mapiripán, como la de Urabá. Uno no sabe en realidad diferenciar cuál es más dura, cuál menos dura. Quise hacerlo con menos dureza, por eso las fotos, originalmente a color, las traté a blanco y negro.
Viví todo este proceso, desde hace más de 38 años. No siempre estuve inmerso totalmente en ello, porque también quise trabajar las fotos deportivas, culturales, sociales, pero sí quise tener una serie detallada de lo que sucedía en el país.
¿Cuál es la mayor dificultad que tiene un reportero gráfico en Colombia?
La mayor dificultad para un reportero gráfico en Colombia es no pensar qué es lo que quiere ser, no saber para dónde van sus ideas, sus proyectos, ganas, su entusiasmo; porque hoy se le dispara a cualquier cosa y se cree que se está haciendo reporterismo gráfico, pero se olvida que ese oficio está en documentar, en que la imagen hable, en que sea una serie narrativa y descriptiva de un hecho que está ocurriendo.
Los proyectos no se hacen de un día para otro, se hacen con tiempo, con calma, con interés. Se trata de ser competitivo con la palabra, porque, muchas veces, los grandes escritores son nuestros competidores; llevan a través de sus palabras a los lectores. Nosotros a través de la imagen debemos hacer lo mismo. Ante una imagen acertada pareciera que las palabras sobran, aunque yo no las dejaría de lado, porque un buen titular puede potenciar la imagen, así como nosotros podemos potenciar lo que no se ve. Es una labor de complementar.
¿Son los momentos más difíciles del país los que, paradójicamente, entregan mejores imágenes?
No existe un momento en el que encuentre mejores imágenes. Al hacer una foto pienso que, al otro día, más tarde, luego, la próxima semana, tendré una mejor imagen de algún proyecto. Con el profesor Antia, justo antes de venirme de Medellín, estábamos hablando de uno de los grandes proyectos que tenemos en mente, que va a dar de que hablar mucho sobre el país, porque va a contar muchas historias sobre lo que han venido trabajando en la ciudad con el tema de los desaparecidos.
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¿Sintió miedo al enfrentarse a alguno de esos momentos, al estar frente al dolor con su cámara y tener que retratarlo?
Se tiene que sentir miedo. Ese mismo miedo es el que, muchas veces, lo lleva a uno a salvarse la vida, porque está en momentos muy críticos de un proceso. En épocas como las de Escobar había carros bombas por todos lados, muriendo gente inocente, mataban a muchachos parados en las esquinas; luego con las fronteras invisibles.
Se tiene que sentir miedo, pero no tenemos por qué dejar de mostrar, de contarle al mundo lo que está ocurriendo, es un deber, un compromiso con la sociedad y para eso estamos.
¿Cuáles han sido sus ideales estéticos, qué elementos ha querido tener en sus fotos?
Lo más importante en mis ideales estéticos prima que no sea lo evidente, que sea lo sutil, lo artístico. He tratado de pasar mucho mis fotografías del color al blanco y negro, para bajarle esa violencia que tienen.
Me ha llamado mucho la atención que la gente no reconoce lo que ve, en primer instante, pero después lee, ve que hay un tema demasiado profundo, doloroso, por eso he querido que mi trabajo llame la atención del lector.
Componer bien, tener una buena composición y ser muy limpios en el trabajo, ser muy estéticos.
¿Cómo siente que ha cambiado el oficio con la llegada de las redes sociales, los teléfonos móviles de última tecnología, las cámaras digitales y la masificación de internet?
La llegada de los teléfonos celulares, las cámaras digitales y las redes sociales hacen que los reporteros gráficos realmente se fortalezcan, que cuenten mejores historias y no dependan simplemente de un medio de comunicación escrito para hacer visible su trabajo.
Los celulares son muy buenos porque, en cualquier momento, podemos tener una imagen que nos puede servir en alta resolución y pasar desapercibido dónde estás, además de la inmediatez.
En cuanto a las redes sociales, le demuestran al mundo entero que los medios de comunicación se tienen que fijar mucho en ellas, porque tienen buenos contenidos, hacen lo que muchos medios a veces no quieren y nos llevan a abordar el espacio en el que el público quiere ver otras cosas.
Los medios hoy se basan en lo que pasa en las redes, para después generar las noticias. Las redes se han convertido en algo muy importante para un reportero gráfico que no quiere quedarse quieto, contar historias.
Esto ha exigido más, hoy los reporteros gráficos tienen miles de imágenes, están contaminadas, entonces hay que depurar, buscar una imagen que entiendan desde Colombia hasta Argentina o hasta Japón.
Me atrevo a decir que eso fue lo que pasó con esta serie, que un jurado en el que había gente de China, de Inglaterra, de todas partes, se impactó, supo leer lo que estaba pasando, lo que esa serie estaba contando.
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¿Por qué el mundo tiene que ver más series como estas sobre el conflicto colombiano?
Es necesario que el mundo entero vea estas imágenes, este proyecto, porque no son sólo son las diez galardonadas: es una obra larga, de tres décadas, porque agarré el tema de los desaparecidos para contarlos. Tenemos en nuestra ciudad el tema de La Escombrera, donde todavía existen fosas comunes, ni que decir de los no identificados en los cementerios; todo esto todavía es necesario contárselo al mundo entero.
Si existe un proceso de paz, es necesario que tomemos el camino de identificar a las personas, que no desaparezcan a nadie más, que en las universidades ya no estén llenas de personas no identificados para estudiar. Es hora que los cuerpos sean entregados a los seres queridos para que puedan hacer su duelo, puedan afrontar sus penas sanamente.
En el país muchas veces desconocen estos temas, algunos no los quieren ver. Algunos medios muestran la imagen de manera cruel, a primera vista, con dureza. Creo es que los proyectos no deben ser muy hirientes, deben pensar en la sociedad, algunas fotografías son duras, pero deben contar con un proceso, de manera limpia, estética.
Hay muchos temas que la sociedad colombiana tiene, pero muy pocos los abordan porque pocos espacios existen dentro de los medios de comunicación, que no le apuestan mucho a que un fotógrafo se exprese en varias páginas o en un gran especial, por temas como el marketing o el dinero y ven estos esfuerzos como perder dinero. Los intereses de dueños de medios de comunicación llevan a veces también a que los temas no lleguen a la luz pública. Sin embargo, la era actual nos muestra que no solo los medios, que no solo los periódicos cuentan las historias, que con las redes podemos contar más.
¿Hasta dónde la libertad de expresión en un reportaje gráfico, cuál es el límite?
La ética debe está siempre presente. No podemos limitarnos de lo que tenemos que mostrar, no podemos desconocer las imágenes que son demasiado duras, por eso debemos tratarlas con sutileza para el lector, que no tiene que recibir toda la dureza. A través de las redes hay muchos videos crueles, violentos, ante lo que nosotros debemos ser limpios, creativos, informativos, sin perder la objetividad.
El reportero gráfico debe también ser cauto en lo que debe de hacer. Tenemos límites, que es la pregunta ética de hasta dónde llegar, somos comunicadores de la sociedad, su puente de información. Debemos acercarlos, hacer que se aferren a nuestra imagen, siendo fieles a ellas, sin engañarlos, la ética debe estar siempre con nosotros.