Es tarde ya

Autor: Omaira Martínez Cardona
13 septiembre de 2017 - 12:05 AM

Tiempo es la medida del movimiento entre dos instantes y cada quien es responsable de definir cuánto tarda en vivir cada instante con calidad.

Que nunca es tarde para aprender, ni para amar, ni para seguir creciendo como personas y mejorar, lo escuchamos constantemente e intentamos ponerlo en práctica de manera exitosa en más pocas ocasiones de las que se quisiera.

Aunque suene poco optimista y contradiga a muchos teóricos y promotores de modelos de crecimiento personal, el tiempo no se recupera. Hay un tiempo para todo y está comprobado que es tarde para muchas de las situaciones, experiencias, decisiones y reacciones que muchos asumen cuando ya es tarde.

Sí es tarde para recuperar el tiempo cuando se ha llevado una vida sin proyectos, sin sentido, sin planear el tiempo para cada prioridad, dejándolo ir sin la más mínima posibilidad de retroceder el cronómetro.

Que el tiempo se recupera en calidad y no en cantidad dicen la mayoría. Afirmación que parece indiscutible pero que en la práctica es refutable. Los resultados, consecuencias y efectos de cada momento, situación, experiencia y decisión serán distintos dependiendo de la etapa, circunstancias o condiciones de quien los asume.

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Malgaste el tiempo, ahora el tiempo me malgasta a mí, dijo en una de sus obras Shakespeare. El tiempo malgastado o desperdiciado pasa factura y con intereses cuando -de manera afanada- quienes sienten que se les está terminando, quieren estirarlo así sea en calidad.

No es lo mismo disfrutar a la familia y a los seres amados en cada etapa de la vida que cuando ya el camino se va agotando. Aunque es lógico que el mismo paisaje no se vea igual en diferentes etapas de la vida, parece no ser obvio para quienes de manera irracional y angustiada ya no ven más allá del horizonte y se aferran al tiempo como si quisieran congelarlo.

No existe aún la fórmula para hacer rendir el tiempo más allá de lo que debe ser y de lo que cada quien planea hacer para que transcurra. Hay quienes se pasan la vida buscando el paisaje más bonito sin percatarse que el mejor horizonte es el que tienen frente a sus ojos.

Tiempo es la medida del movimiento entre dos instantes y cada quien es responsable de definir cuánto tarda en vivir cada instante con calidad.

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Los planteamientos del tiempo desperdiciado también aplican para las naciones y las culturas que aunque perduran y se sostienen durante siglos, no evolucionan ni se interesan en buscar otros paisajes que puedan ofrecerles panoramas más despejados.

Poco antes de partir de su visita a Colombia, el Papa llamó la atención sobre el nivel de deshumanización y degradación en los que está la humanidad afirmando que muchas de las personas andan por el mundo de manera estúpida desperdiciando su tiempo haciendo el mal a otros.

Para detenerse y enfocarse en hacer el bien a los demás sí hay tiempo aún, por lo menos para que las futuras generaciones puedan disfrutarlo a la velocidad que debe transcurrir, sin los afanes y angustias desmesuradas de la actualidad, pero tampoco sin estancarse dejándolo pasar hasta que pase factura.

Carlos Cipolla, historiador económico italiano, planteó la teoría de la estupidez humana en la que hablaba de cuatro grupos de personas: las inteligentes, las malvadas, las incautas que benefician a los demás perjudicándose a sí mismas y las estúpidas que perjudican a los demás sin percatarse de que se están perjudicando a sí mismas. De cual hace parte cada uno, sólo el tiempo y su irremediable transcurrir lo dirá.

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