El río revuelto

Autor: Henry Horacio Chaves
18 mayo de 2018 - 12:09 AM

Ante la emergencia en Hidroituango, desde distintas orillas, políticas, ideológicas y éticas, muchos han querido pescar en río revuelto.

La cara del gerente de Epm en los últimos días ha sido más contundente que sus palabras para tratar de explicar lo que ocurre en Hidroituango. Sobre todo, porque lo que pasa allí es distinto de un momento para otro. El panorama es cambiante y cada nuevo motivo de esperanza es reemplazo por una zozobra nueva. También son dicientes los rostros de cientos de personas albergadas en el Coliseo Guillermo Gaviria Correa de Valdivia y en otros refugios que se han dispuesto, como cuentan las miradas de quienes aún se pueden movilizar por los municipios ribereños. Todos expresan incertidumbre, temor y dolor.

Mientras tanto, desde distintas orillas, políticas, ideológicas y éticas, muchos han querido pescar en el río revuelto. Además de los constantes jinetes de la verdad y el apocalipsis que cabalgan sobre toda obra pública, con las primeras noticias del represamiento extemporáneo afloraron también los oportunistas políticos buscando figuración y eco que los haga visibles, algunos para el presente y otros con más ímpetu, pensando seguramente en las elecciones regionales y locales venideras. Otros tantos opinando desde el resentimiento personal, partidista o de grupo, como dicen las señoras, para sacarse algún clavo.

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Como buitres, muchos se acomodaron prontamente en la baranda de las redes sociales desde donde lanzan picotazos para tratar de sacar provecho de la desgracia ajena. Se basan en la experticia que dan los teclados para opinar un día de la contingencia ambiental, al siguiente de los temas de seguridad, de movilidad, demografía, economía, fútbol, ciclismo, cocina, o lo que sea menester, sin aportar datos ni entender una cifra, sin un sustento que supere los prejuicios. Obviamente para eso son las redes sociales y los espacios de opinión, mal haríamos en satanizar las posturas o menospreciar las preocupaciones ciudadanas legítimas, pero cuando se piensa con la yema de los dedos o se opina desde el cálculo político, las redes parecen cloacas y es difícil medir el impacto y el efecto de cada entrada.

Es justo decir que hay también quienes opinan con conocimiento y han hecho esfuerzos pedagógicos para explicar la situación, quienes manifiestan su miedo fundado por el presente y por el futuro de un proyecto en el que están cifradas muchas esperanzas e invertidos muchos recursos. Sus voces, casi siempre son apagadas por el ruido de quienes reclaman cabezas y sangre.

En ese escenario, si se pide mesura, priorizar la atención en la protección de las personas, respaldar un proyecto del que hasta hace unas semanas el país se sentía orgulloso, es hacer gala de un regionalismo rancio, hacerles el mandado a otros y cosas de ese calibre. Pero olvidan los pescadores de votos que hasta las elecciones están en veremos en una zona en la que la atención de las autoridades locales y de los ciudadanos no está precisamente en dónde ubicar las mesas de votación o en quiénes son los jurados o los candidatos. Aunque es probable que les ayude a saber perfectamente por quién no votar en un par de semanas.

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No es desinterés en la política ni soslayar las preguntas de fondo, es entender que cada momento tiene su afán y que cada gestión demanda una energía precisa. Pero esta sociedad nuestra, desde siempre pero más aún con las redes sociales, es especialista en volver sustantivos los asuntos adjetivos, y viceversa. El panorama no es alentador y no hace falta enrarecerlo más. Es mejor mantener la esperanza de que el vaivén de los acontecimientos sea el menos grave para los seres humanos que habitan en el borde del Cauca, no solo en Antioquia sino en los demás departamentos que podrían sentir el efecto de la mancha de agua que se generaría en el peor de los escenarios.

Ya vendrá el momento de las evaluaciones, de fijar responsabilidades, de hacer cálculos y estudiar alternativas. Seguramente habrá lugar a la controversia y los reclamos, a los cobros por ventanilla, los respaldos y las explicaciones. Pero el respeto implica mirar a las comunidades y escuchar a los técnicos, a quienes hoy tienen el poder de decisión y los argumentos. Respetar la dignidad de los otros y confiar en que no se pierdan vidas y, en el mejor de los casos, que no se malogre el proyecto. Tal vez después muchos de quienes hoy se frotan las manos, se vuelvan a sentir orgullosos y nuevamente reclamen su lugar en la foto.  

@HenryHoracio

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