En estos días, con motivo de las galas en Noruega para honrar al presidente Santos con el Nobel de la Paz, me puse a pensar en la realidad social de esa nación:

Los noruegos son uno de los pueblos mejor educados del mundo y, desde hace decenios, aquellos de ingresos más bajos no pueden ser considerados como pobres. A todas las personas se les garantiza un nivel de vida digno, por el simple hecho de ser personas. La protección de los derechos fundamentales es la gran prioridad nacional. La salud, mayoritariamente pública, es de la mejor calidad. En el raro caso de que se cometa un homicidio, los medios se ocupan de hacerle seguimiento durante meses, con toda seriedad... y, como tiene que ser, se halla al culpable, el cual es condenado con todo rigor. La gente puede salir a cualquier lugar, en cualquier momento, sin temor a ser atracada, secuestrada o asesinada y hay sectores donde se respira tanta seguridad, que no se ve necesidad de cerrar con llave las casas ni los autos. El libre desarrollo de la personalidad y la libertad de expresión son sagrados. La igualdad entre los sexos, las razas, los credos, las culturas y las ideologías es orgullo nacional. En la administración pública, la corrupción es mínima y, en caso de que sea probada, no hay ninguna tolerancia frente a ella. Y, como los impuestos van a donde tienen que ir, la gente los paga con gusto. La evasión fiscal es duramente condenada, no sólo por las leyes, sino por el conjunto de la sociedad. Y, como todos son conscientes de que los recursos públicos son de todos, hay una cultura general de protección de los mismos, especialmente de los relacionados con el medioambiente.

Ese panorama, que se aproxima al ideal de la socialdemocracia, hacia donde deberían avanzar todos los Estados, contrasta con la realidad de nuestra Colombia:

- Un país donde, en este año, han muerto más de 80 niños de la comunidad Wayuu, por causas asociadas a la desnutrición, tragedia que se repite, con igual fragor, en las demás comunidades indígenas del país.

- Un país donde crímenes atroces contra los niños, como el ocurrido con la pequeña Yuliana, se producen día a día. Según cifras de Renacer, ONG que lleva 28 años trabajando en el tema, más de 100.000 niños son explotados sexualmente en Colombia y muchas veces esclavizados, hasta el punto de ser lanzados, moribundos, a los ríos, para que las pirañas devoren lo que queda de ellos después de días o meses de múltiples abusos.

- Un país donde la salud cada día es vista más como un privilegio que como un derecho universal.

- Un país donde, a pesar de que la educación pública es deficiente, en vez de mejorarla, se recortó en una tercera parte el presupuesto para la misma y para los programas de alimentación en las escuelas públicas, que se convierte en el único “gancho” para la permanencia de estos en el sistema educativo, por ser la única comida segura.

- Un país en el cual el 60% de las personas no cuentan con vivienda digna.

- Un país donde no hay acueductos ni agua potable en todos los municipios.

- Un país donde los índices de inseguridad aumentan cada día, en la ciudad y en el campo.

- Un país en el que la impunidad llega en algunos casos al 98%.

- Un país en que el narcotráfico sigue siendo el fuelle de todas las violencias, que no para de crecer (ha pasado, apenas en unos años, de 60.000 hectáreas a más de 180.000).

- Un país donde miles de niños se quedan sin derecho a una familia, mientras miles de parejas se cansan de esperar cumplir los infinitos trámites y requisitos para poder adoptar.

- Un país que, al vender el patrimonio público, está regalando su soberanía (recordemos a Isagén).

- Un país que está a punto de aprobar otra reforma tributaria coyuntural y superficial, que se vende como estructural.

- Un país que se roban, donde el Fiscal General reconoce que, a pesar de que el escándalo de Reficar es el robo más grande que conozcamos (de alrededor de 8.5 billones de pesos), sus responsables siguen en cargos de altísimo nivel.

- Un país donde todavía no se da noticia de más de 704 secuestrados en manos de las Farc, mientras ese grupo miente diciendo que no tiene secuestrados (¿los asesinó durante este proceso de “paz”?) y el Gobierno le hace el juego.

- Un país en el cual el Congreso ha perdido toda independencia y en el cual las Altas Cortes están legislando y emitiendo juicios políticos y no jurídicos.

- Un país al que se le ha vendido que habrá desmovilización de 5.600 guerilleros, cuando 3.000 de ellos ya están en la cárcel.

- Un país en el que siguen azotando a la población ominosas bandas criminales y grupos terroristas como el Eln, los reductos del Epl y los sectores de las Farc que se niegan a aceptar el acuerdo.

Como decía mi hermano Guillermo: “A la paz llegaremos cuando acabemos con las múltiples violencias”. Por ello, mientras existan todas las violencias que acabamos de enumerar, no podremos decir que estamos construyendo un camino hacia la paz, ni, mucho menos, que merecemos que, en un país como Noruega, nos concedan el Nobel de la Paz.

*Codirectora del Partido Liberal

Coordinadora Nacional Frente Parlamentario Contra el Hambre