El motorcito de Froome

Autor: Álvaro González Uribe
4 febrero de 2017 - 12:00 AM

Y ahora nos dicen que ya sí como que es verdad que hay sospechas muy fundadas de que la bicicleta del ciclista Chris Froome, 

Y ahora nos dicen que ya sí como que es verdad que hay sospechas muy fundadas de que la bicicleta del ciclista Chris Froome, el eterno rival de nuestro Nairo Quintana en la ‘cinta asfáltica’, tenía -o tiene- un sofisticado motorcito escondido. Ahora nos lo dicen como cuando nos dijeron ya sí la verdad comprobada de que Lance Armstrong se ganó siete veces el Tour de Francia dopado. ¡Siete veces!

Ahora nos dicen entonces que al parecer el ciclismo no se podrá desprender jamás de esa cosa costra que es el dopaje. Dopaje que ahora toma la forma de dopaje tecnológico o mecánico porque se trata de eso, de “dopar” el ‘caballito de acero’ -aunque hoy ya no es de acero- para que se mueva por medios diferentes al jinete que lo cabalga o, mejor, pedalea.

Ahora de nuevo el manto oscuro sobre el ciclismo, sobre una de las pocas cosas junto con el fútbol que en su gloria ha sido capaz de unir por ratos a los siempre desunidos colombianos. Y entonces ahora ya qué nos unirá aunque sea en fugaces momentos si de nuevo sospechamos que nos ganan con trampa ya casi que sabiéndolo porque son varias las circunstancias de tiempo, modo y lugar de esas presunciones según la prensa extranjera. [Ver: http://www.ciclo21.com/la-cbs-sospecha-que-sky-uso-motores-en-el-tour/].

Y uno de ingenuo no se imagina cómo estas cosas pueden llegar a pasar durante tanto tiempo ante los ojos de los directivos y jueces de la UCI (Unión Ciclística Internacional) y de la Agencia Francesa de Lucha contra el Dopaje (Afld), claro, como tampoco nos llegamos a imaginar la letrina de la Fifa.

Uno sí se imagina que los controles se demoren en llegar uno y hasta dos años, pero que les desfilen semejantes elefantes truculentos y sucios por los ojos o a sus espaldas sin saberlo durante tanto tiempo no se lo traga nadie. ¿Y será que dejan pasar esas trampas por amor a una bandera de un país?, ni siquiera, que también sería trampa como en las competencias olímpicas, no, es por amor al dinero que mueven los patrocinadores. Por ese amor ciego al dinero que siempre se convierte en corrupción y que es capaz de pudrir una canica o un yoyo.

Para nadie es un secreto que el renacer de los triunfos del ciclismo colombiano en Europa llegó cuando allí se endurecieron los controles antidopaje. Y es cuando todos nos preguntamos cuántas carreras dejamos de ganarnos durante cerca de 25 años mientras decenas de sustancias y de espurios procedimientos biológicos y físicos coronaban esas montañas míticas y subían a los podios en París, Madrid y otras ciudades de Italia y de todo el viejo continente.

Y el pobre Nairo, el gran Nairo -qué más hace- inventándose o creyéndose alergias, porque cuando no gana qué otra cosa tiene para decirnos a estos exigentes 46 millones de compatriotas que no le perdonamos segundos ni terceros lugares, porque es que ya es hora de que gane el Tour y no una sino dos o cuatro veces. Nosotros, implacables frente a estos valerosos jóvenes que lo dan todo por la gloria, de ellos claro, pero también de este país malagradecido a veces, muchas veces, pero que busca aferrarse de alguna noticia buena, rescatar alguna noticia buena que le lave un poco la cara frente al mundo.

Y si lo del motorcito en la bicicleta de Froome no es verdad pues que se diga de una vez qué es la cosa, pero ya son cerca de cuatro años en que la prensa internacional habla de las supuestas tretas turbias de este señor y nadie dice si sí o si no, nadie investiga con seriedad y autoridad, nadie comprueba si es o no cierto siendo tan fácil hacerlo. Sin embargo, tantas veces el río sonando y sonando que algo tiene que llevar.

Es difícil para un colombiano, para los colombianos, decir esto ante los medios internacionales -incluso acá-, es difícil pedir investigaciones más profundas porque, claro, ¡qué malos perdedores!, pero, ¿y entonces?, ¿vamos a permitir que el ciclismo, ese de nuestros humildes campesinos de Boyacá y de tantos lugares de nuestra tierra, ese de pulmón, corazón y pedal limpios se convierta en una carrera de motos, cuando al parecer dejó de ser ya -ojalá- una competencia entre científicos y médicos corruptos?

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