El guardián del fuego

Autor: Henry Horacio Chaves
13 octubre de 2019 - 12:08 AM

“El periodismo no es para tener poder sino para servir”, repitió tantas veces Javier Darío Restrepo, el guardián de la ética perióstica en América Latina, quien falleció el pasado 6 de octubre.

Medellín

Acaso hablar de ética sea con frecuencia expresar algo más o menos obvio. Así puede parecer a simple vista, por ejemplo, con sentencias como esa del periodista polaco Ryszard Kapu?ci?ski: “para ser buen periodista hay que ser ante todo buena persona”. Aplicable a cualquier oficio, pero expresada a los periodistas es un llamado a la humildad y a la conciencia de que el periodismo “no es para tener poder sino para servir”, como tantas veces repitió Javier Darío Restrepo, el guardián de la ética perióstica en América Latina, quien falleció el pasado 6 de octubre, cuando regresaba a Bogotá después de participar en el Festival Gabo de periodismo iberoamericano en Medellín.

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Es que Javier Darío fue maestro hasta el último día. Nos enseñó a entender a Kapu?ci?ski y a Savater, nos invitó a volver a Kant y a los clásicos, pero también a leer a Victoria Camps, a Adela Cortina y otros modernos; pero, sobre todo, nos motivó a preguntarnos: a dudar de las verdades establecidas y a buscar la libertad. Avalaba a la filósofa mejicana Juliana González en la idea de que “No hay ética sin libertad”; pero iba más allá, a mediados del año en la clausura del encuentro Periodismo de verdad 2019, en España, dijo contundentemente que “Ser libre, lo mismo que ser ético, es tarea de todos los días porque la ética y la libertad siempre están en construcción, y en ese trabajo nadie nos puede reemplazar”.

Y nos hizo evidente también que los dilemas éticos no ocurren en la disyuntiva del bien y del mal, sino en la decisión que debemos tomar frente a situaciones que tienen más de una opción, correcta. Lo decía con la misma voz serena pero contundente con la que por un par de décadas nos informó cuando en Colombia solo había dos canales de televisión y ver los noticieros hacia parte de las rutinas, entre otras cosas porque solo duraban media hora, de manera que tenían que escoger con mayor criterio lo que contaban y cómo lo contaban.

Pero los locutores dieron paso a regañadientes a las exreinas y actrices, porque pesó más la farándula y los noticieros se alargaron en minutos, pero se adelgazaron en contenido. Justo es subrayar que varias reinas se esforzaron en su formación y le aportaron credibilidad a la apariencia. Javier Darío contrastaba con la juventud que empezó a llenar las salas de redacción y con el ritmo de quienes no solo tenían el afán de informar primero sino velozmente. Siempre mantuvo el tono y el rigor, se apoyó en un timbre cálido de tenor y tal vez en las homilías de cuando era sacerdote.  

Javier Darío Restrepo

Javier Darío Restrepo escribió más de 30 libros sobre la ética y el periodismo. Foto: Fundación Gabo

Durante varios años fue cura y periodista, pero luego se decantó por la reportería e insistió en que era su mayor orgullo.  Alguna vez le preguntaron cómo se fundían las profesiones: “Las dos están centradas en la palabra y en el servicio” respondió.

Más de medio siglo de contar historias y analizar la realidad con pasión, pero sin prejuicios, le procuraron el respeto de los colegas de Iberoamérica, como se comprobaba cada año en el Festival Gabo o en los talleres de ética que orientaba en diversos países. Escribió más de 30 libros sobre la ética y el oficio, un libro epistolar dedicado a su nieto, muchísimos ensayos y conferencias y un par de novelas, entre ellas “El Guardián del fuego”, cuyo protagonista es un periodista que se ve envuelto en una confusa situación y es señalado como guerrillero cuando adelanta una investigación sobre Antonio Nariño en la época del Caguán.

Eso fue Javier Darío, el guardián del fuego. Por eso a nadie le sorprendió ninguno de los muchos galardones que recibió en su carrera, el Premio a la excelencia de la Fundación Gabo, los premios Simón Bolívar, el Premio del Club de la Prensa de Medellín o del Círculo de Periodistas de Bogotá. Decía entre tímido e irónico que solo servían para adornar paredes, pero todos los recibió con la humildad que convirtió en su sello, porque no sabía ser de otra manera. Por eso cuando le preguntaron ¿cuál es el mejor reconocimiento que ha recibido? Respondió sin dudar: “Cuando alguien me dice que me cree”.

Con el tiempo dejó la reportería diaria pero nunca el periodismo, se convirtió en defensor del lector y maestro de ética. Desde todo el continente iban a Washington, para escuchar su voz y su consejo, colegas que querían afianzar su ejercicio en países que salían de las dictaduras a débiles democracias en las que la ética no era prioridad.  Allí, al lado del periodista panameño Luis Botello produjo el primer manual y video Ética periodística: el nuevo debate, que con el liderazgo del International Center for Journalists (ICFJ) se convirtió en documento de consulta obligada y fue traducido a diferentes idiomas. Además, dio paso a los talleres de ética que convocaban a los colegas de diversos países y en los que Javier Darío era el entrenador principal, la estrella, el guardián del fuego. Luis Botello, director del ICFJ piensa que “tal vez, su habilidad más grande haya sido su capacidad de conectarse con las audiencias e interpretar el verdadero rol del periodismo en democracia”.

20 años después del primer manual, a instancias de la Unesco, el año pasado Botello y Restrepo hicieron una nueva guía: Ética periodística en la era digital en la que se preguntaban si en tiempos de desinformación y redes sociales debía existir una ética distinta. Entonces, reafirmó que “sin credibilidad no existe el periodismo”, y que “si bien es cierto el impacto tecnológico ha cambiado la industria de los medios, desbordado los modelos de negocios y transformado la forma en que identificamos, recogemos y diseminamos la información, los principios éticos que guían el periodismo en la búsqueda de la verdad deben ser los mismos” dice Luis Botello.

Como en el ICFJ, en la hoy llamada Fundación Gabo, fue un pilar y el encargado de velar por la ética. Miguel Montes Camacho, el coordinador general de la Fundación dice que a Javier Darío lo caracterizaba “La pasión encendida de quien da sus primeros pasos en el periodismo y el sosiego de aquel que ha padecido y disfrutado por igual la práctica del oficio”. Así lo vio responder cada semana “sagradamente las preguntas de periodistas de todas las edades, y de las más variadas procedencias, a través del Consultorio Ético”, el mismo que dirigió desde su creación en el año 2000 hasta el 6 de octubre de 2019.

Y calcula en más de 1700 las consultas atendidas en estos 19 años en el Consultorio, y “en todo instante Restrepo se mantenía atento, como buen maestro, a intercambiar experiencias y a dar consejos a sus colegas sobre situaciones cotidianas que se enfrentan en el periodismo y que ponen a prueba la ética profesional”.

En noviembre de 2017, dirigió una jornada en el diplomado de ética y reputación que ofrecieron la Universidad EAFIT y el Club de la Prensa de Medellín. Pocas horas antes de la sesión, le dijo al colega Jorge Eusebio Medina que estaba feliz por estar en la ciudad, reunirse con los colegas y “porque cumplo uno de los deberes que tenemos los viejos: compartir lo que hemos aprendido a lo largo de la existencia”.  

Javier Darío Restrepo documental Universidad de Antioquia

Harán falta su voz, su sonrisa transparente, sus consejos y su ritmo que nos obligaba a bajarle a las revoluciones y a saborear más las palabras. Foto Universidad de Antioquia

A esa vocación de servicio, a ese llamado permanente a la reflexión, le rindió homenaje Jesús Abad Colorado, el ganador de este año del premio a la excelencia que Javier Darío recibió un lustro atrás. Apenas lo vio entre el público, en una de sus charlas, Chucho agradeció que hayamos “tenido personas mayores, con el corazón y el talante, que han dado pasos en Colombia y fuera de Colombia, para decirnos «la ética es fundamental, en la escritura, en la fotografía, en la música, en la vida en general»”, y no bien había terminado la frase para honrar la presencia de Javier Darío Restrepo cuando las palmas de los asistentes ahogaron su voz. Ocurrió solo un par de días antes de su adiós.

Dijo adiós el guardián, pero el fuego se mantiene. Como se mantendrá su nombre en la Llama Eterna que recuerda a los periodistas de la región que nos han dejado, a la entrada del edifico Plaza de la Libertad, en Medellín. Y se mantendrá el Consultorio de ética de la Fundación en donde los maestros Mónica González de Chile, Gumersindo Lafuente y Álex Grijelmo de España, al lado del colombiano Jorge Cardona, seguirán atendiendo las consultas de los colegas de todo el mundo. Todavía no está definido quién dirigirá el consultorio, precisa Miguel Ernesto Montes, es una tarea de la que tendrá que ocuparse el Consejo Rector de la Fundación.  No será fácil pero seguramente esa responsabilidad recaerá en alguien que, como Javier Darío, entienda que “La verdad del periodista nunca debe hacer daño”.

Harán falta su voz, su sonrisa transparente, sus consejos y su ritmo que nos obligaba a bajarle a las revoluciones y a saborear más las palabras, a escogerlas mejor y a darle espacio a la duda, a la incertidumbre que es obligatoria cuando se tiene una mirada ética de la realidad. Recientemente lo dijo Victoria Camps (https://bit.ly/2ILumUl): “Lo más difícil de transmitir hoy es la incertidumbre como valor positivo, no tiene ningún lugar la duda ni matizar la opinión. Por eso tiene éxito los populismos, porque son simples. Ideas sencillas cómo volver al pasado que nos devuelve una seguridad que no nos da el presente. Los medios tienen mucha culpa porque les gustan poco los matices. Los medios buscan titulares”. 

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Y si, la actitud ética es problemática, no solo porque evidencia las dudas, sino sobre todo porque no ofrece soluciones definitivas. “La ética no es una descripción de lo que las personas hacen, es una prescripción de lo que todos debemos hacer”, dijo el fundador del Instituto de Ética de California Michael Josephson y en su búsqueda de décadas, Javier Darío concluyó que “la ética tiene que ver con lo mejor de los seres humanos […] por eso mantiene abiertos los ojos del espíritu para recordar que el humano perfecto que habita en cada hombre siempre es posible”.

 

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