Este año nuestro país está abocado a definir el rumbo que determinará su viabilidad como sociedad incluyente, que garantice la convivencia civilizada dentro de la gran diversidad y endogamias que conforman nuestro entorno social y geográfico. La consolidación de la Paz y la lucha contra la corrupción son los fundamentales que han sido adoptados por los demócratas de centro izquierda, que en la actual campaña electoral buscan llegar a la Presidencia de la República y para conformar sus mayorías en el Parlamento, todo esto enmarcado dentro de un gran proyecto educativo, que en esta columna hemos llamado Educación para la Democracia.

En una reciente entrevista de Antanas Mockus a la Revista Semana abogó por una coalición entre los precandidatos presidenciales del Partido Liberal y de la Coalición Colombia, centrada en la urgencia de empezar a construir confianza ciudadana en una sociedad como la nuestra, donde este valor cívico, fundamento de toda convivencia, se ha estado resquebrajando hasta niveles que ponen en peligro la estabilidad democrática de la Nación. Sin duda, la desconfianza generalizada de nuestras gentes en casi todas las instituciones, empezando por la Presidencia de la República, la Justicia, los partidos políticos y el Congreso es el campo propicio para la aparición del populismo, de derecha o de izquierda, que sabemos cómo empieza y desde ya anticipamos como terminará.

Construir confianza, según el llamado de Mockus es un imperativo ético esencial para aunar los empeños por la consolidación de la Paz, tesis central de Humberto de La Calle, precandidato del Partido Liberal y la lucha contra la corrupción, tesis central de Sergio Fajardo, precandidato de la Coalición Colombia. La vida es sagrada y los recursos públicos son sagrados son fundamentales complementarios e inseparables para la consolidación de la Paz y la lucha contra la corrupción, requisitos esenciales en la tarea de construir confianza ciudadana en nuestra institucionalidad. Integrar estos fundamentales soportes de toda democracia, además de generar confianza mutua entre los dos precandidatos extensiva a nuestras comunidades, refrescaría y dignificaría la política, arte hoy tan desacreditado.

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Un académico como Fajardo con experiencia pública exitosa, sobre todo como alcalde de la ciudad de Medellín a principios de la primera década de este siglo, y un experimentado y pulcro hombre público amén de estadista, como lo reconoce todo el país a De la Calle, conformarían la alianza ideal que hoy reclama nuestra Nación, no sólo para superar la guerra fratricida y la polarización que caracterizan toda nuestra historia republicana (“El país que se hizo a tiros”, título de uno de los libros y gran síntesis de nuestra tragedia nacional del historiador colombiano Gonzalo España) sino, y sobre todo, para empezar a construir el nuevo país incluyente que anhelamos todos. A propósito de polarización, una anécdota con elementos plausibles, recuerda al Libertador, cuando saliendo de Santafé de Bogotá en busca de un exilio voluntario se lamentaba de que la tragedia de ese naciente país que nos dejaba radicaba en no haber podido lograr acuerdos con Santander, tragedia que se perpetuó con las pugnas entre Mosquera y Obando, Núñez y los liberales de su antiguo partido, Laureano Gómez y López Pumarejo y hoy entre Santos y Uribe. La unión De la Calle-Fajardo es, con seguridad, prenda esperanzadora de ruptura de este nuestro destino trágico y garantía de la Nueva Colombia que vendrá!

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La última oportunidad que tendremos para lograr la gran la coalición en torno a De la Calle y Fajardo se podría alcanzar después de las elecciones parlamentarias del próximo 11 de marzo, con un acuerdo programático sobre las tesis complementarias de ambos proyectos políticos, adicionales a la superación de la violencia como arma política y la derrota de la corrupción como práctica política, tales como la propuesta ambiental de De la Calle (“velar por el derecho a la vida con dignidad, con el debido respeto a la biodiversidad de los ecosistemas y culturas con las que cuenta Colombia”) y la lucha contra la pobreza, y las propuestas de Fajardo, principalmente sobre reconciliación y educaciónamén de multitud de jóvenes y ciudadanos sin partido hastiados de la política tradicional y de la confrontación a que nos quieren seguir condenando Santos y Uribe. ¡Es la gran oportunidad de empezar a construir el país que queremos dejarle a nuestros hijos y nietos!

P.S. Se me viene a la memoria la sentencia del gran humanista liberal Otto Morales Benítez, cuando en su carta de renuncia como Alto Comisionado para la Paz del Presidente Carlos Lleras se refería a los “enemigos agazapados de la paz” como el obstáculo que le impedía seguir cumpliendo con su misión. ¡Hoy esas fuerzas, ya no tan oscuras, se han multiplicado de manera exponencial!