El maestro Peter Palacio, director de la Compañía Danza Concierto, comparte esta reflexión sobre su oficio, a propósito de la próxima conmemoración del Día Mundial de la Danza, el 29 de abril.
Peter Palacio
Director
Danza Concierto
Asistimos al siglo XXI, tiempos de globalización económica, social y política. Los procesos culturales y las prácticas artísticas contemporáneas hacen uso de las nuevas tecnologías y entienden el arte como un medio de comunicación capaz de transformar los modos de ser y habitar el mundo, comprenden al artista como un constructor social y perciben a los espectadores como propiciadores de nuevas lecturas en torno a las propuestas que se presentan.
La integración de actividades con las prácticas artísticas que se manifiestan en las ciudades, como la danza, el teatro, la música, el diseño, la producción escénica, la luminotecnia, la multimedia, abren espacios muy importantes y trascendentales para el desarrollo cultural, la creación interdisciplinaria, el estudio y el ejercicio de las artes, para investigar y sistematizar desde las prácticas culturales vivas, para que de ellas se construyan testimonios configuradores de memoria local.
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La danza como las otras artes ha tenido grandes cambios estéticos durante toda su historia. En los últimos cincuenta años la investigación y la búsqueda continua de nuevas formas de expresión ha conducido a la danza por diferentes caminos hacía la perfección técnica y artística. Influenciada por los cambios de la vida social y política y también de otras artes, la danza ha cambiado su forma de ser, su estética y su percepción.
Los bailarines profesionales, con el rigor del entrenamiento de ocho horas diarias, son atletas de alto rendimiento, son la máxima expresión de la belleza humana, son los ángeles del movimiento, son el filtro por donde se limpia la vida.
Que difícil pensar que el relevo generacional de los dirigentes empresariales, y políticos, pegados a sus computadores y celulares, puedan en algún momento detenerse frente a este fenómeno humano creativo, único, exclusivo y fascinante, que contribuye calladamente y poderosamente al desarrollo social y cultural, brindando la oportunidad de alcanzar otra calidad de vida. Que difícil entender que son creadores, emprendedores y buscadores de otras fronteras de la existencia humana, que no son trabajadores sociales, ni escribientes de proyectos absurdos, llenos literatura barata y de complicados métodos de ejecución. No es su posición hacer cola esperando en una lista como mendigos una migaja de presupuestos cuya gran parte está destinada a las guerras decadentes entre hermanos paridos por la misma tierra, a los conflictos sin razón.
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La danza, la primera de las artes, la que reúne a todas, la que sublimiza el hombre en la tierra, la que reta la física y embellece el movimiento humano, la que no necesita de un instrumento porque su instrumento es el mismo cuerpo humano, no puede pasar desapercibida, no puede ser relegada a un papel de entretenimiento y diversión. Ser artista en la danza es entender de disciplina y practicarla, es tener la capacidad de dar sentido y significado al movimiento.
La danza es la perfecta fusión del espíritu, de la mente y del cuerpo y precisa para su existencia y el conocimiento de su valor, de una generación de hombres evolucionados en los verdaderos valores de la vida.
Como bien decía el gran José Limón: “Nunca somos tan auténticamente humanos como cuando bailamos”.