El peor problema podría provenir de la grave división que se está promoviendo en la sociedad española.
Cuando un pedazo de tierra busca su independencia, lo que hay que preguntarse es quién está detrás de esa aspiración pues casi nunca se trata de un anhelo colectivo de las mayorías. De hecho, si en ese territorio se dispone de amplia autonomía, se goza de plenas libertades y se disfruta de un alto nivel de vida, es preciso desconfiar de sus promotores pues casi siempre se trata de una elite política corrupta que quiere dar un zarpazo para dejar de ser cola de león y convertirse en cabeza de ratón.
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Esa es la situación de Cataluña, una rica región autonómica de España que ha sido gobernada por dirigentes corruptos que han subido el tono de sus proclamas nacionalistas sobre todo desde la vinculación del viejo dirigente Jordi Pujol (presidente de la Generalitat de Cataluña 1980-2003) y sus hijos a investigaciones por corrupción en los últimos cinco años. Su discípulo favorito, Artur Mas, es el mayor responsable del ‘Proceso Soberanista de Cataluña’, iniciado en 2012 con el apoyo de partidos de extrema izquierda, como Esquerra Republicana y la CUP, que buscan ganar algo en río revuelto. Así que entre políticos venales y la izquierda, se inventaron un problema donde no lo había.
Pero, ¿los catalanes desean independizarse? El 9 de noviembre de 2014, Artur Mas llevó a cabo una consulta ilegal en la que supuestamente hubo una participación del 37%, y el 29% del censo votó a favor de la independencia. El pasado 1º de octubre ocurrió algo similar: participación del 43%, y voto afirmativo del 38%. Es decir, a pesar de tanta manipulación, solo un tercio de la población estaría a favor de separarse de España, y eso sin tener en cuenta que el referendo fue un verdadero fraude en el que ni las cifras oficiales cuadran, sumando más del cien por ciento. Además, no hubo testigos electorales, no hubo jurados de votación, no se levantaron actas, no había censo electoral, no hubo autoridad electoral que validara los escrutinios, etc. Muchos afirman haber votado hasta tres veces y las urnas llegaban ‘preñadas’ a los centros de votación con votos marcados por el Sí.
No obstante, lo que nos muestran la mayoría de medios de comunicación son las manifestaciones de miles de separatistas rabiosos que, a pesar de ser minoría, le imponen su visión a una silenciosa mayoría que incluso está siendo amedrentada por no querer renunciar a su nacionalidad española. Minorías que se han tragado el cuento populista de que siendo un país independiente podrían invertir mejor sus impuestos y alcanzar así un mayor bienestar.
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Cataluña es una de las regiones más prósperas de la península ibérica, responsable de cerca del 20% del PIB español, pero si algo está claro es que separarse de España le traería devastadores efectos económicos porque la Unión Europea ha sido enfática en afirmar que perdería las ventajas de pertenecer a la zona Euro. De ahí que las principales empresas catalanas (Caixabank, Gas Natural Fenosa, Banco Sabadell, Naturhouse, Banco Mediolanum, Arquia Banca, Eurona Wireless, Dogi, Oryzon Genomics y contando) estén trasladando su domicilio societario a otras ciudades.
Sin embargo, el peor problema podría provenir de la grave división que se está promoviendo en la sociedad española. Allá los separatismos abundan, cada región autonómica pretende obtener su independencia. Como dice el Rey, los separatistas "han quebrantado los principios democráticos de todo el Estado de derecho y han socavado la armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana, llegando a dividirla. Hoy la sociedad catalana está fracturada y enfrentada".
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Pero es peor, la fractura y el enfrentamiento es de toda la sociedad española. Cuando Cataluña se haya emancipado, ¿quién querrá comprar sus productos o servicios en Madrid, Bilbao o Sevilla? ¿Quién admitirá que el equipo de Barcelona —y Gerard Piqué— siga jugando en la liga española como si nada? El rey Felipe es enfático en decir que esto puede "poner en riesgo la estabilidad económica y social de Cataluña y de toda España", pero a los líderes secesionistas les importa un pito.