Buddy el pastelero

Autor: Carmen Vásquez Gómez
1 septiembre de 2017 - 07:00 PM

Uno de los placeres del mundo es comer algo dulce. Pero si en la vida nos encontramos además con un hombre de sonrisa y comportamientos dulces… doble placer, y si este hombre amasa con suavidad y de sus manos sale una dulce torta… tripleta de alegrías que te da la vida. Esto puede ocurrir con uno de los pasteleros más famosos de la televisión del mundo, Buddy Valastro.

Medellín, Antioquia

Es simpático, tiene sonrisa dulce y espontánea. Un rostro simpatiquísimo, un rostro de hombre optimista. No fue mucho el tiempo que pudo estar aquí en Medellín, ya que llegó el sábado por la tarde y madrugó al lunes. Solo vino para hacer su show, ese mismo que en la televisión es la locura porque todos quieren verlo hacer y diseñar sus famosas tortas. Unas tortas kilométricas que se saltan todas las dimensiones de la geometría, la arquitectura, el volumen, las figuras aerodinámicas y los divertidos coloridos, porque las ‘tortas gringas’ son de miles de colores.
Este hombre un poquitín gordito, volumen que le luce, en un escenario es una fantasía. El gran salón del Plaza Mayor, en donde estaba anunciado su show, estaba repleto de un alto porcentaje del género femenino y pagando todos la módica suma de 96.000 pesitos para ver a Buddy. Esta era su quinta visita a Colombia y la primera a Medellín. Una Medellín de la que se enamoró desde que antes de aterrizar vio ese verde de las montañas y bajando por Las Palmas no podía creer tanta belleza. Muchas veces sobre el escenario dijo: “gracias por hacerme sentir en su hogar”. Se le sentía su sinceridad, no era show de vedette.
Pudo recorrer parte de la ciudad, probar su comida, hablar con colegas pasteleros, sintió admiración por la gente, mencionó la belleza del Metro, de los edificios, de las flores. Dijo que esto le tocó el corazón.
Impulsó al auditorio que entusiasmado lo llamaba y lo aplaudía. Lo impulsó con optimismo hablando de las enseñanzas que le dejó su padre, el mismo quien fue su inspiración cuando lo dejó huérfano a los 17 años, le tocó salirse del colegio y atender la pastelería de su padre. Pero lo que más le preocupaba era cómo lo iban a respetar  si solo tenía 17 años. Su truco fue volverse humilde, decirle a los mayores que le enseñaran, dar buen ejemplo, se quedaba hasta tarde lavando hasta los pisos y al contar esto, baja su tono de voz y dice: “¿y saben? Créanlo o no todavía al día de hoy lo sigo haciendo. Porque me enseñaron a respetar a los mayores”. Este hombre, cuenta que a medida que el tiempo pasó, él iba desarrollado una mente de negocios. Dios mío y que mente.
El Buddy Valastro, neoyorkino de ascendencia italiana, quien comenzó con una pequeña pastelería, hoy tiene 19 pastelerías, 2 restaurantes, y abre 2 el año entrante y tiene más de 1.500 trabajadores. Él dice que cada uno de sus negocios los hizo sin rendirse y creyendo que le iban a funcionar. En este momento, con su uniforme de pastelero, iluminado en el escenario y con voz firme dijo: “les doy un consejo, no se rindan, si eres bueno en algo en tu vida, tienes que tomar riesgos”. El grito de las admiradoras también es fuerte y gritaron… Buddy… Buddy… Buddy… es delirio emocional.
Le preguntaron por las dos tortas más trabajadas y que más le han emocionado al hacerlas y contestó que la primera fue la de un transformer con la que duró 3 días haciéndola con 12 personas y que al terminarla lloró porque pensó en su papá. La segunda fue el hacer la figura de su esposa en el tamaño real que es ella… divertido el abrazándola para tomarle las medidas.
No se siente famoso. Con naturalidad premió a los competidores del ámbito internacional y nacional que participaron en el concurso de Cake Design. A ellos les dijo que sabía lo que sentían en esos momentos, porque cuando a él le tocaba participar, los jueces lo torturaban. Con los ojos vendados fue capaz de diseñar una flor para decorar una torta. Dijo estar sorprendido con los decoradores de tortas latinos por su creatividad. Se sueña hacerle una torta al papa Francisco, por él tiene una gran admiración y dice que su nombramiento es lo mejor que le ha pasado al mundo.
Buddy llegó a Medellín, gracias a la invitación que le hiciera su amigo colega pastelero, Don Jacobo, para participar en la primera versión del Sweet Fair. Y prometió que volvería el próximo año.

 

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