Es necesario conocer y estudiar viejas historias de lo que ocurría en nuestro país en viejos tiempos
Para comprender el mundo que hoy vivimos en Colombia es necesario conocer y estudiar viejas historias de lo que ocurría en nuestro país en viejos tiempos, por allá entre 1750 y 1800 cuando las autoridades españolas ordenaron la ‘disolución’ de más de 70 pueblos indígenas, lo que hizo aumentar la concentración de propiedades enormes y fincas de ganado en unos pocos terratenientes. Los indios y los esclavos negros huyeron y crearon extraños centros sociales en donde se daban difíciles circunstancias para sobrevivir.
En muchas de las enormes haciendas lo que más se cultivaba era la caña de azúcar y con la miel de ese producto se fabricaban licores que eran consumidos por toda la población. También se daban otros cultivos como los de fríjol, garbanzos y otros granos pero estaban en las manos de unos pocos propietarios dueños de toda la economía agrícola que producía colosales riquezas para esos pocos. Al mismo tiempo el Papa desde Roma expidió una orden diciendo que los indígenas coloniales también eran seres humanos.
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Por curiosas circunstancias se dio el hecho que los esclavos negros aprendieron y principiaron a usar el idioma español, al mismo tiempo que muchos de los indígenas se alejaban de las colonias españolas y principió a disminuir su población en grandes cantidades. En Tunja y Bogotá se calculaba que en 1550 había una población indígena de 170 mil personas, lo que en menos de un año pasó a ser un poco menos de 100 mil, siendo una de las causas enfermedades como la malaria, de la que se defendían mejor los colonizadores españoles y los negros de origen africano.
En la región antioqueña se hizo frecuente que las autoridades otorgaran títulos de propiedad a los colonizadores españoles y a sus descendientes, al mismo tiempo que por ninguna razón se daban títulos de propiedad a los indígenas y menos aún a los negros africanos.
También en Antioquia se fueron creando rutas de contrabando de oro, el que se llevaba a las costas del mar Atlántico para que lo recogieran comerciantes ingleses que lo compraban a buen precio y cambiándolo por productos europeos.