Auschwitz o la vergüenza de la humanidad

Autor: Johnatan Clavijo
8 febrero de 2018 - 12:06 AM

Con la perspectiva que solo da el tiempo, la humanidad siempre se arrepiente y avergüenza de las decisiones que no toma a tiempo y que cuestan muchas vidas

Una planicie que se extiende mucho más allá de donde los ojos alcanzan a observar. Una cerca larga, inmensa, interrumpida brevemente por atalayas de ladrillo cada tantos metros. Una sola puerta principal con su torre de vigilancia y control, también en ladrillo, en un estilo tan simple pero, a su vez, tan imponente por su contexto… por lo que fue, por lo que significó para centenas de miles de personas que ingresaron allí y nunca más salieron.
Al ingresar por aquella puerta, se recorre un camino al lado de la línea de tren que llega hasta un vagón vacío, con mínima ventilación, casi completamente sellado... emblema del tortuoso viaje a una muerte casi segura. Detrás del vagón se erigen algunas construcciones en madera y un solo complejo que permanece en su ladrillo original. Son los barracones donde dormían seres humanos que, durante la época del nazismo, eran sometidos a trabajos forzosos o a inhumanos experimentos. En las paredes internas de cemento gris, se pueden ver los rayones, los nombres, los mensajes que escribían aquellos condenados… huellas de letras violentas, adoloridas, infernales, porque fueron escritas en el mismo infierno.
El infierno, sí, como lo describió en su libro Si esto es un hombre, el sobreviviente de este campo, el italiano de origen judío, Primo Levi: “Esto es el infierno. Hoy, en nuestro tiempo, el infierno debe de ser así, una sala grande y vacía y nosotros cansados teniendo que estar en pie, y hay un grifo que gotea y el agua no se puede beber, y esperamos algo realmente terrible y no sucede nada y sigue sin suceder nada”.

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Así es Auschwitz II Birkenau, el campo de concentración y exterminio más recordado de la Segunda Guerra Mundial y el símbolo de la vergüenza, no solo de un régimen como el nacionalsocialista alemán, sino de toda la humanidad. Sí, porque la verdad sobre estos campos no estaba oculta para los países aliados; porque tildaron de exagerados aquellos reportes que recibían con información de lo que sucedía allí; porque determinaron que el casi único camino para terminar este sufrimiento era derrotar completamente a Alemania en la guerra… sin importar el tiempo que tomara y las vidas humanas que se perdieran mientras pasaban las horas.
El polaco Witold Pilecki, recordado como la única persona conocida que se internó voluntariamente en el campo de concentración de Auschwitz, fue uno de los autores de aquellos informes que llegaron a la resistencia polaca y, por consiguiente, a contactos clave en países aliados como Reino Unido. Pilecki, soldado desde su juventud y quien luchó como parte del ejército secreto contra la ocupación nazi, en 1940 organizó una resistencia minúscula para hacerle frente al régimen impuesto y tomó la determinación de falsificar sus documentos por los de un judío e internarse en el mismísimo infierno… en Auschwitz, para buscar organizar una rebelión interna. 
Desde allí, padeció las mismas torturas a las que eran sometidos los prisioneros y desde 1942 ya daba a conocer la existencia de cámaras de gas y hornos crematorios en Birkenau. Como el suyo, diferentes reportes de inteligencia llegaban a las naciones aliadas. Solo hasta 1945, cuando millones de vidas se habían perdido en este y otros campos, cuando la marca imborrable de la guerra había dejado su huella más dolorosa y profunda, Auschwitz y otros campos fueron liberados. 
Desde 1947, apenas dos años después de terminada la guerra, el complejo de Auschwitz –compuesto por Auschwitz I y Auschwitz II Birkenau– se convirtió en un museo que, anualmente, recibe a millones de turistas que lo visitan para conocer de cerca aquellas historias increíbles de actos inhumanos, del dolor que allí se padeció, de la sevicia con la que un ser humano puede actuar contra otro… y, también, para rescatar aquellas historias que reflejan actos de bondad, de humanidad profunda, de sacrificio, de amor y de fe en una causa, como el caso de Pilecki.

Con la perspectiva que solo da el tiempo, la humanidad siempre se arrepiente y avergüenza de las decisiones que no toma a tiempo y que cuestan muchas vidas.

Nota de cierre: desde el 2005, cada 27 de enero se reconoce como el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, conmemorando la fecha en que las tropas soviéticas liberaron Auschwitz – Birkenau. En tiempos donde la discriminación y el extremismo parecen tener un nuevo aire en el mundo, conviene recordar estas tragedias para no andar por esos mismos caminos de autodestrucción y dolor.  

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