En etapa de reajustes, ojalá los directivos no caigan en la tentación de sucumbir a las presiones de la hinchada y los medios de comunicación y no empiecen a cambiar de técnico cada seis meses
En medio de las desgastadoras noticias de siempre, que Trump, que Corea del Norte, que Venezuela, que la JEP, que la corrupción, que el eterno etcétera, vuelve a aparecer el fútbol como motivo de reflexiones acerca de la vida. La primera de esas reflexiones tiene que ver con los ciclos normales de altas y bajas de todos los seres humanos y las organizaciones. El triunfo y la derrota hacen parte de la vida, el éxito y el fracaso son dos posibilidades inminentes.
Durante los últimos seis años, Atlético Nacional, acumuló de manera insaciable títulos nacionales e internacionales. Primero, en la era de Juan Carlos Osorio, resistido al principio, ovacionado después, se logró el record de tres Ligas consecutivas, superando la dupleta de Oscar Quintabani en el 2007, una Superliga, dos Copas Colombia y una final de Copa Sudamericana. Luego, con la incomparable guía del profesor y señor Reinaldo Rueda, se consiguieron dos Ligas, una Superliga, una Copa Colombia y dos trofeos internacionales: el premio mayor de la Copa Libertadores de América, segunda después de veintisiete años, y la Recopa Sudamericana. Esto sin mencionar que no se fue poseedor de la Copa Sudamericana al no poder jugar la final por el doloroso accidente del Chapecoense y por la falta de sindéresis de la Confederación Sudamericana de Fútbol que en un acto de simple justicia y sentido común, debió dar como campeones a ambos equipos.
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Hace un año por esta época tocamos la gloria al jugar, como primer equipo colombiano, el Mundial de Clubes en Japón y al ser reconocido por la Federación Internacional de Fútbol, Historia y Estadística como el mejor equipo del mundo en el año 2016. Repito: el mejor equipo del mundo. ¡Palabras mayores!
Luego de tocar la cúspide lo más probable es que se presente el cierre de un ciclo y que se presente una parábola de descenso más aún cuando, por razones del irracional mercado del fútbol, se hace imposible para los equipos sudamericanos, mantener una nómina. Jonathan Copete, Victor Ibarbo, Davinson Sánchez, Farid Díaz, Alexander Mejía, Sebastián Pérez, Alejandro Guerra, Orlando Berrío, Miguel Angel Borja, Marlos Moreno, Mateus Uribe, Andrés Ibargüen…es decir, más de un equipo completo salió de la nómina, lo que hace completamente explicable el bajón en el rendimiento deportivo. Por buenos que sean los reemplazos, resulta imposible mantener el mismo nivel de rendimiento frente a la salida de jugadores como los enumerados.
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Ahora, en etapa de reajustes, ojalá los directivos no caigan en la tentación de sucumbir a las presiones de la hinchada y los medios de comunicación y no empiecen a cambiar de técnico cada seis meses, pues si algo justificó los buenos resultados recientes, fue la continuidad en los procesos. Le tocó pagar los platos rotos a Juan Manuel Lillo, ahora a elegir bien al nuevo DT y a ser coherentes con lo que de él se espera.
La segunda reflexión tiene que ver con el merecido reconocimiento a Hernán Darío Gómez con la máxima distinción que otorga el Concejo de Medellín. Un gran profesional del fútbol, uno de los únicos dos técnicos del planeta que ha clasificado a tres mundiales con tres selecciones diferentes y un hombre esencialmente bueno.
Dentro de las altas y las bajas de la vida hace algunos años tuvo un mal momento, pero con valentía y coraje asumió las consecuencias, incluso dejando la dirección técnica de la Selección Colombia. Reconoció su error y lo expió. Volvió al fútbol y logró la hazaña de clasificar a Panamá por primera vez a un mundial de Fútbol.
Resulta lamentable que hayan aparecido voces protestando por ese reconocimiento, que haya personas y grupos que no tengan la más mínima capacidad de perdón, que olviden que no hay penas irredimibles y que a estas alturas del partido todavía quieran mantener a Hernán en el ostracismo. Es probable que muchas de esas personas que señalan la paja en el ojo ajeno, tengan gigantescas vigas en los suyos. Por fortuna, Hernán está por encima de tales mezquindades y seguirá ejerciendo su profesión y cosechando triunfos. Por mi parte mis felicitaciones y mis mejores augurios para su vida en lo personal y lo deportivo para que se mantenga en un punto muy alto.
Insisto en la necesidad de dotar a Medellín de un adecuado Centro de Espectáculos.
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