Pareciera importar más el bullicio que las juiciosas perquisiciones que deparen descubrir los azarosos planes
La noticia volvió a rebasar el sensacionalismo: “Con lanzagranadas, se haría tercer plan homicida contra el alcalde” (El Colombiano, 3 de agosto de 2017). Y más abajo, en un pie de foto, se lee: “De los tres presuntos planes del crimen organizado para atentar contra Federico Gutiérrez, ninguno ha sido esclarecido por la Fiscalía”. En mi sentir, no está bien que estas noticias se propaguen con un ruido inusitado. Por el contrario, deberían quedar en poder de las autoridades, con hermetismo y con el sigilo normal de acontecimientos que deben ser investigados. Deberían formar parte de la reserva del sumario, como diría un penalista de antes. Sí, deberían…
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Por supuesto que estas cosas nos aterrorizan, porque para nadie debería haber amenazas ni intranquilidades de este calibre. Menos para un alcalde de esta ciudad. De este pretenso plan criminal, se aseguró que primero matarían a un policía, como señuelo, y que luego habría un ataque a distancia contra el burgomaestre con lanzagranadas MGL de 40 milímetros y una carabina. Las autoridades han señalado que era inminente el atentado y afirman que el hecho tenebroso se llevaría a cabo en Altavista, en donde el macabro plan se estaría planeando desde hace un mes.
A mí estas noticias me aburren. Primero, porque no deberían salir a la luz pública ya que tendrían que estar resguardadas desde el punto de vista investigativo. Segundo, porque se exhiben ante los medios con mucho tinte amarillista. Tercero, porque se busca cierta conmiseración de las gentes hacia el alcalde. Cuarto, porque generan desmedido revuelo nacional, cuando hay muchos más alcaldes y gobernadores amenazados que no revelan su peligro. Y quinto, porque sobreexponen aún más la humanidad de Federico Gutiérrez, tan ávido de nombradía.
El 26 de enero del año que avanza, la entonces directora seccional de Fiscalías de Medellín, Claudia Carrasquilla, salió a los medios (con relación a la noticia de que se estaría planeando un segundo atentado contra el burgomaestre), para enfatizar que “no es cierto que haya un plan para asesinar al alcalde de Medellín”. Y agregó que lo que hubo fue una confusión y que no se quería matar a Federico Gutiérrez sino sacarlo del cargo. No se sabe cuál es más sensacionalista de las dos noticias: si la que indicaba que querían segar la vida de Fico o la que lo dejaba mal parado, al hablar de que no era cierta su escandalosa afirmación.
Y, el 27 de febrero de 2016, Luis Fernando Quijano, director de Corpades (con relación a un pretenso primer atentado que se fraguaba), dijo que “los criminales de Castilla, no están interesados en asesinar al alcalde sino que más bien están presionando para que negocie con ellos”. En efecto, ya son tres las ocasiones en donde se habla de oscuros planes para asesinar al alcalde de Medellín, por fortuna sin que Gutiérrez haya sufrido la desdicha de perder su vida.
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Saber que de los resultados de esos dos primeros supuestos atentados no se ha dicho nada, deja un mal sabor. Produce una sensación de mucho ruido y pocas nueces. Es como si todo fuera un show mediático sin mucho cimiento. Ahora, se repite la historia: Fico quiere demostrar, en definitiva, que es el alcalde más amenazado de Colombia y sus alrededores y anhela que propios y extraños lo sepan. Medellín es una ciudad difícil de controlar, desde la criminalidad y el pillaje, lo que seguramente depara amenazas a quien ose enfrentar a las bandas y combos.
Empero, las noticias rimbombantes de amenazas al alcalde, que a este paso no serán solo tres sino muchas más, deberían tener el tino y la prudencia de no ser difundidas sino de conservarse en el secreto estratégico para que las autoridades puedan investigar y compartir los resultados. Pero nada. Pareciera importar más el bullicio que las juiciosas perquisiciones que deparen descubrir los azarosos planes.
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