A redondear un año inolvidable

Autor: Editor
10 diciembre de 2016 - 12:00 AM

Con la ilusión de acabar con la hegemonía europea y coronar el 2016 con el título del Mundial de Clubes, Atlético Nacional llegó anoche a Japón para afrontar la última competencia del que ha sido, según las frías pero objetivas estadísticas, el año más glorioso de su historia deportiva, pero sin duda también el más intenso en emociones tras los acontecimientos que le dieron a la Copa Sudamericana un luctuoso desenlace.

Con la ilusión de acabar con la hegemonía europea y coronar el 2016 con el título del Mundial de Clubes, Atlético Nacional llegó anoche a Japón para afrontar la última competencia del que ha sido, según las frías pero objetivas estadísticas, el año más glorioso de su historia deportiva, pero sin duda también el más intenso en emociones tras los acontecimientos que le dieron a la Copa Sudamericana un luctuoso desenlace. Aunque no se puede negar que el músculo de los representantes del Viejo Continente es superior a simple vista, como antioqueños y como colombianos nos reservamos el derecho a soñar con una conquista que no sólo haría más grande al equipo verdolaga sino que sería el broche de oro a una temporada generosa en triunfos para todo el deporte colombiano.
Los integrantes de Nacional emprendieron su larga travesía hacia Japón sabiendo que hacían historia al ser el primer equipo colombiano en participar en esta competencia, que vino a reemplazar, desde 2005, a la Copa Intercontinental, en la cual Nacional, entonces dirigido por Francisco Maturana, se hizo presente en 1989 para enfrentar al poderoso Milán, ante el cual sucumbió en el alargue por la mínima diferencia. Once Caldas de Manizales también hizo historia, pues jugó la última edición de esa Copa, como campeón de la Libertadores de 2004, cayendo en tanda de penales ante el Oporto de Portugal. Si bien el formato actual incluye a los campeones de todas las confederaciones, la historia -y el calendario mismo de competencias obedece a ello- ha mostrado que la brújula del balompié siempre señala en un extremo a Europa y en el otro a Suramérica, por lo cual todas las apuestas favorecen una final entre el onceno antioqueño y el Real Madrid, que acude como dueño de la Liga de Campeones de la presente temporada.
Jugar esa final será un logro para los dirigidos por Reinaldo Rueda, ya que antes tendrán que jugar una semifinal, el próximo miércoles 14, ante el vencedor del juego que disputarán mañana Kashima Antlers (Japón) y Mamelodi Sundowns (África). Más allá de los resultados en este juego y de la final, si llega a disputarla, la presencia del equipo en este certamen es un justo premio, más que a sus resultados, a su estructura organizacional que, como hemos destacado en otros momentos, es un ejemplo a seguir por parte de todos los clubes del fútbol profesional colombiano. Nacional, que desde la llegada de Reinaldo Rueda al banco técnico ha conseguido cuatro títulos (la Liga 2015-II, la Superliga 2016, la Libertadores 2016 y la Copa Colombia 2016), ha venido recogiendo en los últimos años los frutos de un proyecto que nació en junio de 1996, cuando la Organización Ardila Lulle adquirió al equipo en un hecho sin precedentes para el fútbol y para la economía misma. Hoy este modelo -en el que el equipo es un activo más en un conglomerado económico, tal como ocurre en muchos países- ha puesto a Nacional en un nivel muy superior con respecto al resto de clubes, en cuanto se ha consolidado un proyecto a largo plazo, con una cantera amplia de jugadores jóvenes, infraestructura de avanzada para el trabajo deportivo, la contratación de entrenadores y refuerzos de primera categoría.
Aunque tal vez pasó mucho tiempo desde el inicio del proyecto hasta hoy, la meta de ser el equipo más grande del continente prácticamente está alcanzada. Y no se trata solamente del equipo más ganador de Colombia, con 20 títulos nacionales y seis internacionales. También es el que más factura en términos de mercadeo deportivo y el conjunto con la mayor hinchada a lo largo y ancho del país, como quedó demostrado en los aeropuertos de Medellín y Bogotá antes del viaje del equipo a Japón, lo que, unido a la enorme convocatoria que obtuvo en el homenaje al Chapecoense, el pasado 30 de noviembre, vuelve a mostrar cómo los equipos deportivos, los deportistas, el deporte en sí mismo, son catalizadores de las emociones, de los sentimientos de la sociedad y, por tanto, son los llamados a liderar los procesos de fomento de la convivencia en los estadios, como ocurrió precisamente en el citado homenaje, al que asistieron también seguidores del Independiente Medellín y sus directivos.
Y ya que mencionamos al equipo Rojo de Antioquia, campeón de la primera Liga de este año en lo que fue un semestre redondo para el fútbol antioqueño, deseamos que la crisis generada en los malos resultados del segundo semestre y que terminaron con el despido del técnico Leonel Álvarez, sean exitosamente superados, puesto que los retos del llamado Equipo del Pueblo no pasan solamente por una buena presentación en la Copa Libertadores de 2017, sino por buscar los medios para emular, en lo deportivo, a su rival de patio. Esperamos, pues, que en las competiciones internacionales de 2017 podamos hablar, no de una, sino de dos cartas fuertes en busca de nuevos títulos.

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