¿Hacia las últimas elecciones libres?      

Autor: José Alvear Sanín
24 enero de 2018 - 12:10 AM

“Apoyar a las fuerzas burguesas más progresistas, para arrastrarlas a la revolución, sin dejarse frenar por ellas”K. Marx, F. Engels Manifiesto Comunista, 1848

Nunca en la historia de Colombia ha habido comicios más decisivos. Lo que está en juego —libertades individuales, estado de derecho, modelo económico—es como la salud. Cuando esta se pierde es difícil recuperarla. Cuando la democracia desaparece, es bien difícil volver a disfrutarla. Cuba y Venezuela, en nuestro ámbito, son ejemplos estremecedores, horrendas experiencias que se quieren ocultar al electorado colombiano durante el debate electoral, porque los comprometidos con el cumplimiento del Acuerdo Final ya están manifestando, de dientes para afuera, su distanciamiento de Maduro y Cía., para que Timochenko aparezca como la única y extrema izquierda revolucionaria.

Petro, de la Calle y Fajardo asumen diferentes grados de progresismo chévere y bacano, de adhesión perfecta a la libre empresa y la democracia participativa, como Castro en Sierra Maestra (hasta con escapulario) y Chaves…

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Ese socialismo sonriente, enemigo de la corrupción (pero que no habla de Lula,del cartel de los soles, del capitalismo militar de estado, del neo peronismo, de Samuel Moreno) y ecologista verdoso (pero calladito frente a la minería ilegal y la deforestación para los narcocultivos) puede engañar a muchos. Un buen resultado parlamentario de las izquierdas les facilitará llegar a una segunda vuelta presidencial, con compras gigantescas de votos y fraude masivo.

Por eso no dudo en señalar el riesgo de que las elecciones para congreso, del próximo 11 de marzo, sean las últimas libres en Colombia. Si las fuerzas democráticas fracasan ese día y el Legislativo continúa en manos del eje siniestro, la presidencia para uno de los conjurados sería predecible. Y  en caso contrario, el mandatario estaría maniatado…

Esta no es una preocupación sin fundamento. La engañifa de la “paz” presupone el cumplimiento hasta de la última coma del acuerdo final, que no es tan final porque habrá otro “más final”, con el Eln, si el 7 de agosto llegan a palacio, sea con un agente frentero como Petro, con un arrastrado como de la Calle, o con un idiota útil como Fajardo.

La implementación completa del AF, supraconstitución marxista-leninista inmodificable, exige que el “gobierno de transición” pise a fondo el acelerador revolucionario, para dejar atrás el ritmo paulatino y solapado de Santos.

No sobra encarecer la importancia entonces del nuevo Congreso, porque hay que desmontar toda la parafernalia pseudojurídica que ha suplantado el estado de derecho, pactada por el Ejecutivo, pagada a los legisladores, refrendada por el Judicial y encomiada por los medios venales.

Por eso, tenemos que pedir que se baje la intensidad en la puja por la candidatura presidencial en la Alianza para la Reconstrucción Nacional. Esto demanda máximo desprendimiento y generosidad entre sus líderes. Además, se está haciendo tarde para olvidar culpas y atraer a los descarriados como los conservadores directoristas y a Germán Vargas Lleras. Hay que configurar un verdadero “arco constitucional”, que abarque todas las fuerzas democráticas, obligando a los matices de izquierda a quitarse las joviales caretas, para que el electorado los identifique claramente como lo que son, castrochavistas con piel de oveja.

Si triunfamos en marzo y mayo, el país tendrá, a continuación, que blindar su democracia y recuperar las instituciones. Para empezar, habrá que eliminar la política como astronómica y rentable inversión, que se traduce en beneficios inimaginables para concejales, diputados y congresistas; habrá que depurar el sistema judicial de excrecencias inmundas como la JEP y volver a contar con jueces probos e imparciales; habrá que proscribir la mermelada como motor de los cuerpos colegiados...

Hay que ganar ambas elecciones venideras porque la alternativa es la República Bolivariana de Colombia.

                                                                                              ***

Las vibrantes palabras del arzobispo protestante de Cúcuta, Luis Alfredo Vera Gamboa, para recordar los principios cristianos de cara a la acción política inmediata, circulan por la red. Esa valerosa denuncia de la barbarie comunista en el vecino país y el probable contagio en el nuestro, da oportuno ejemplo a la tibia jerarquía católica, que no puede seguir impasible mientras el país danza al borde del abismo.

Vea también: Y la Iglesia calladita

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