¡Cuántas son las santas!

Autor: Mariluz Uribe
11 julio de 2017 - 12:07 AM

Cuantas arrastran una mala salud y no lo han contado por no intranquilizar a la familia

Hace un tiempo, conocí varias amigas que seguían en la tarea de esperar y tener hijos. Algunas a un tiempo debido y otras cuando menos lo esperaban o pensaban.

Ante la falta de los sistemas actuales modernos, de cuentas, cuentos, letras y pepas. Ante la impasibilidad de los llamados ma-ri-dos que conservaban salud, agilidad, línea, fumaban, bebían y ponían música, ellas enflaquecían un poco antes de engordar, vomitaban ante la suegra, palidecían fácil, porque cómo salir a la calle con barriga para que el vulgo dijera que una alumna del Colegio Concepción de María, se habría revolcado con un caballero… porque parece que ya las cosas no son como en tiempos de María, aunque sí de Eva.

Bueno, para no dar esa impresión tan extraña que me explicó muy bien una de mis contemporáneas, la dama en cuestión continuaba peinándose, empolvándose, llenándose de rouge labios y algo de los cachetes , ordenando la casa, cuidando no sólo los niños, sino también las planticas, colocando floreros y ceniceros donde hasta el diablo pudiera verlos.

Disponiendo comida con bella mesa puesta y esperando la llegada del llamado ma-ri-do, a quien ellas mismas habían visto con otra en el carro, o se lo chismeaba el tipo del bar de la 59 que ya se - había vuelto amigo de ella, por todo lo que ella pasaba por esa vecindad buscando al amado y con temor de que se hubiera estrellado

“No entró aquí señorita, pero recogió una dama y seguro se fueron al hotelito de allí abajo”.

Bueno, pero este es el caso más común. Otras están atadas a un hombre enfermo o neura, con depresiones, manía, no han dicho nada a nadie ni han sido capaces de colocarle delante un psiquiatra y presentárselo como el mejor amigo para é,l su mejor amigo.

¡Cuantas son las que por años orgullosas de sus suaves y cuidadas manos tienen que cocinar y si bien ya no hay que lavar pañales, buscar donde se botan, pedir otros a la droguería y luego explicar al bendito conyugue porque está tan alta la cuenta de la droguería, aunque esta fuera propiedad de él!

Vea sobre las santas

Cuantas sufren dolor de cabeza inmediato apenas la llamada suegris, como se dice ahora, empieza a sugerirles cositas, y sin decirle una palabra van a tomarse una aspirina para poder continuar sonriendo.

Cuantas transforman sus propios trajes, les remiendan a los niños y añaden sabanas rotas, para no botar nada. Cuantas viven pendientes de apagar luces, de cerrar llaves, contar las frutas y esconder los postres.

Cuantas arrastran una mala salud y no lo han contado por no intranquilizar a la familia. Y por si acaso dan lecciones a los hijos, ordenan y botan papeles (especialmente sus diarios) dejan cartas escritas y se ponen en paz con su propio corazón.

Cuantas se disculpan de una invitación diciendo que su fulanito está con gripa, siendo que hace tres días desapareció y acaba de llegar con un guayabo “madre”.

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Cuantas en la llamada fiesta esperan que el escogido con su amor acabe de bailar con las otras, a ver si viene a sacarla a ella, que es graduada en danza.

Cuantas son las santas modernas cuya vida de sacrificio nadie conoce, nadie admira, nadie ve, y que serán canonizadas en el otro mundo por lo que aguantaron en este.

Cuántas son las que están venciendo la tentación de largarse y mandar todo al diablo o irse con él.

Quien dijo que la santidad era exclusiva de la época de las túnicas y si uno lleva mini no puede ser también santo aunque se le vean las corvas con media de seda, y esté trepada en tacones de aguja.

P.S. ¿Economizamos? para que no nos regañaran por desperdiciadoras…

Psicóloga PUJ y Filóloga U deA

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