“América, América”, que salió el oído púbico luego de su muerte, se convirtió en un himno a esa promesa ¿que fue?, ¿que es? el Nuevo Mundo.
“Cómo se nos van los años”, (Piero: Como somos)
Eso sentí el pasado lunes 16 de abril cuando leí que el gran Nino Bravo cumplía 45 años de muerto.
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Para quienes no saben quién fue y para quienes lo han olvidado, Luis Manuel Ferri Llopis (Nino Bravo) fue un cantante español nacido en Ayelo de Malferit -cerca a Valencia donde creció- que murió a los 28 años en un accidente de tránsito. Se fue cuando su carrera estaba en plena flor y beso. Ya era un ícono de la canción pop en español.
Su potente voz y varias letras de sus canciones son únicas dentro de la pléyade de cantantes de la época. Eran las baladas, en auge durante la segunda mitad de los años 60 y todos los 70, denominadas hoy música para planchar o para hacer tajadas, primero despectivamente pero luego para resaltar un género musical de gran valor en varios sentidos porque, además, marcó una época social.
Cada representante tenía su singularidad aunque había dos grandes clasificaciones: la romántica y la canción protesta o social.
A mí me gustaban ambos géneros. En Medellín escuchaba Radio 15 y Radio Ritmos. También a Radio Disco, que era algo más ‘sofisticada’, con la inolvidable voz de Baltasar Botero. Radio Ritmos tenía un imperdible programa en las noches: “El escalafón ritmos”, en el cual, según las llamadas de los oyentes en el día, sonaban las canciones favoritas desde el puesto 10 hasta el 1 en suspenso. “¡Este es el número… ¡unooo!, del escalafón, ritmos!”, decía la cortinilla. Luego llegó el rock duro con La voz de la música: “Desde Envigado, cambiando el sonido de una generación, la voz, de la música”. Allí me quedé, pero jamás he abandonado mi plancha.
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Volvamos a Nino, cuyas canciones permanecieron muchos días en “el sitial de honor” del “Escalafón Ritmos”. Recuerdo como primer éxito a “Un beso y una flor”, aunque antes sonaron “Es el viento”, “Te quiero, te quiero” y otras. Suspiramos, amamos y pasamos tusas con ese beso y esa flor: “Dejaré mi tierra por fin / Dejaré mis campos y me iré / Lejos de aquí / Cruzaré llorando el jardín / y con tus recuerdos partiré lejos de aquí…”. Snif.
Nino Bravo interpretó canciones profundas, como “Libre” y “América, América”, sin dejar de lado las románticas que también siempre serán profundas, al menos para mí. “Libre” era un canto a la libertad:
“Tiene casi veinte años y ya está / cansado de soñar, / pero tras la cementera está su hogar, / su mundo, su ciudad. / Piensa que la alambrada sólo es / un trozo de metal, / algo que nunca puede detener / sus ansias de volar… / Con su amor por bandera se marchó / cantando una canción, / marchaba tan feliz que no escuchó / la voz que le llamó, / y tendido en el suelo se quedó / sonriendo y sin hablar, / sobre su pecho flores carmesí, / brotaban sin cesar”.
“América, América”, que salió el oído púbico luego de su muerte, se convirtió en un himno a esa promesa ¿que fue?, ¿que es? el Nuevo Mundo, y es una de las canciones en las que más se aprecia su portentosa voz volcánica:
“Donde brilla el tibio sol / con un nuevo fulgor / dorando las arenas / Donde el aire es limpio aún / bajo la suave luz / de las estrellas / Donde el fuego se hace amor / el río es hablador / y el monte selva / hoy encontré un lugar / para los dos en esta nueva tierra… / Cada nuevo atardecer / el cielo empieza a arder y escucho el viento / que me trae con su canción / una queja de amor / como un lamento / El perfume de una flor / el ritmo de un tambor / en las praderas / danzas de guerra y paz / de un pueblo que aún / no ha roto sus cadenas”.
Pero entre todas las de Nino Bravo hay una canción que por alguna razón recóndita en mi corazón es la que más me llega, quizá por su letra simple, su música, su cierto misterio, su guion, mi gusto por las mujeres iguales pero distintas, no sé:
“Hay una chica que es igual / pero distinta a las demás / La veo todas las noches / por la playa pasear / y no sé de dónde viene / y no sé adónde va. / Hace tiempo que sueño con ella / y sólo sé que se llama Noelia, / hace tiempo que vivo por ella / y sólo sé que se llama Noelia... / Yo quiero hablarle de mi amor / pero ella da la espalda y se va. / parece que me va a llamar / y luego huye sin hablar…/ “Noeliaaaaaa!”.
Sí, “tan bobo y tan vacío”, ¿y qué? No es Serrat ni menos Neruda que son sublimes. Pero me gusta Nino Bravo. Además, me trae muchas vivencias idas, de cuando mi corazón apenas se estrenaba; sin cicatrices. Es la magia de la música. De cualquier música.
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